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Acículas de un pinsapo de la Sierra de las Nieves, con su colorido característico.
El pinsapo resiste el paso del tiempo

El pinsapo resiste el paso del tiempo

La población de esta especie única, en peligro de extinción, va en aumento y se extiende por más de 3.000 hectáreas en la provincia

Ignacio Lillo

Domingo, 22 de marzo 2015, 03:08

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El pinsapo, el icono de la flora de la provincia, ha demostrado ser más resistente de lo que al principio se pensaba. Ni el calentamiento global, ni las plagas de hongos e insectos han podido con una especie única, que vuelve a demostrar su capacidad de adaptación. Frente a los malos augurios de la década pasada, cuando la Consejería de Medio Ambiente de la Junta se vio obligada a activar un plan específico para evitar su extinción, los bosques tradicionales han logrado crecer y consolidarse; a la vez que los científicos han localizado nuevos hábitats en la provincia, que mantienen condiciones idóneas para el desarrollo de la especie.

Relevo generacional en la Escalereta

  • El pinsapo de la Escalereta, en Parauta, es el más viejo de cuantos existen. Aunque por su estado no se han querido emplear técnicas invasivas, se sabe que su edad va de los 457 hasta los 660 años (se data habitualmente en unos 550). Por ello, es un árbol anciano, en su límite de edad, y con un estado de declive manifiesto, que causa preocupación entre los vecinos y los asiduos al bosque. En cambio, cerca de este se encuentra el pinsapo del Puntal de la Mesa, también llamado Falsa Escalereta, que está en un magnífico estado. Por ello, la Junta está promoviendo la realización de una senda y un mirador para conectarlos y que ambos se puedan visitar conjuntamente.

El aumento de las temperaturas generales, junto con la sequía y la pérdida de humedad están haciendo que se pierdan ejemplares en las cotas bajas, entre 1.000 y 1.200 metros de altitud. En cambio, en estas mismas zonas está surgiendo un bosque autorregenerado, no sólo de esta sino también de otras especies mediterráneas, como la encina, el quejigo, el pino y el enebro, entre otras. «Observamos desarrollos de hasta 44.000 pequeños pinsapos por hectárea, lo que es una exageración; estos luego se van reduciendo por selección natural», explica José López Quintanilla, coordinador del Plan de Recuperación, que está vigente desde 2011 y que tiene el mismo nivel de prioridad que el del lince). De manera que el cambio climático apunta a un aumento de la convivencia de esta especie con otras, en función de la zona, lo que no se considera negativo a efectos ecológicos.

A su juicio, la clave está en que la especie se ha aclimatado al entorno, lo que permite que se mantengan algunos individuos de más de 500 años de antigüedad. A ello, se une la aparición de reductos donde el cambio climático tiene menor incidencia, en las laderas con una umbría extrema, con más humedad y temperaturas más bajas.

Si su protección ya era importante, desde el año pasado se sabe con seguridad que en Andalucía se está luchando por preservar una especie única a nivel mundial, ya que un estudio genético de la Universidad de Sevilla ha determinado que el abeto marroquí, con el que se creía emparentado, es en realidad una especie distinta.

Modelo de incidencia solar

El gran avance en este sentido se produjo a finales del año pasado, con el descubrimiento de un nuevo modelo de incidencia solar, como indica este experto, y que explica la aparición de pinsapos aislados y permite concentrar los esfuerzos en repoblación en zonas que les son muy favorables. El modelo hace un mapa en tres dimensiones del terreno, y le agrega las condiciones de lluvia, la temperatura, la evaporación y la altitud, «con lo que llega a determinar con precisión sitios donde la incidencia solar es mínima, sobre todo en noviembre y diciembre, que es cuando germinan las semillas».

Ello permite explicar su existencia en lugares como Coín, donde a veces sólo existía un ejemplar, en cotas muy bajas, que estaban fuera de su rango (a unos 600 metros), pero con condiciones climáticas que los convierten en «oasis orográficos». A partir de ahora, estos hábitats se podrán recuperar para el pinsapo, y de hecho en algunos de ellos ya aparecen individuos aislados, donde se tiene noticias de que antes había todo un pinsapar, que quedó destruido a causa de incendios forestales.

La principal conclusión es que la especie se aleja del riesgo de desaparición; está cubriendo una mayor superficie y va colonizando nuevas zonas. «Está en situación de estabilidad, lo que se pierde se regenera, y a la larga habrá un bosque mucho más preparado para responder al cambio climático, porque la masa está mezclada con otros árboles, y según el clima beneficiará a unas u otras». La extensión actual ronda las cuatro mil hectáreas en Andalucía, de las que tres mil están en la provincia de Málaga. «Somos optimistas, en las cotas altas cada vez hay más regeneración».

En cuanto a su distribución, la Sierra de las Nieves contiene el núcleo más extenso, sobre todo en Yunquera (más de mil hectáreas). La posibilidad de que este espacio se convierta en parque nacional supondrá un espaldarazo para su protección. También destacan los pinsapares de Grazalema, Los Reales (Estepona- Casares) ySierra Bermeja (Genalguacil). A su vez, va en aumento en la Sierra Real de Istán; Igualeja, Carratraca, la sierra de Caparain, El Burgo, Monda (Bornoque y Moratán); Sierra Canucha (Ojén-Monda) y en la ladera del Torrecilla. En Coín también existen individuos aislados. Los más viejos se concentran en la Serranía de Ronda y están datados en mas de 320 años (el de la Escalereta ronda los 550). A ello, se unen vestigios diseminados de antiguas masas hoy desaparecidas.

Las repoblaciones que ha emprendido la Consejería de Medio Ambiente están arraigando, con ejemplos como el de la Cañada de los Pinsapos en la sierra de Caparain, donde estuvo extinguido durante un siglo. También se han reforestado con éxito todas las cañadas afectadas por el gran incendio de 1991, que afectó sobre todo a la Sierra Real de Istán.

Las principales amenazas

No todo son buenas noticias. Ni el calentamiento global, ni la escasez de lluvias ni las plagas son tan graves como el fuego, que es el peligro principal e indiscutible al que se enfrentan. «Las mayores masas se han perdido a lo largo de la historia por incendios forestales», recalca López Quintanilla.

En cuanto al cambio climático, aunque se esperan temperaturas cada vez más altas y con menos lluvias este experto destaca que la localización de los oasis permiten ser optimistas. De momento, este año se espera una primavera y un verano secos y cálidos, lo que producirá mortandad, peor cuanto más años se prolongue esta situación (como ocurrió en el 2005). «Pero aunque muera el bosque se está regenerando, con pinsapo y otras especies».

En cuanto a las plagas, las principales son dos: el coleóptero Cryphalus numidicus, un pequeño escarabajo que ataca al tronco y a las ramas; y el hongo específico del pinsapo, una cepta especial del Heterobasidion abietinum, que ataca a las raíces. Ambos producen mortandad y están relacionados.

A pesar de las constantes amenazas, los bosques de pinsapos siguen adelante, como un recordatorio permanente de la necesidad de preservar la rica biodiversidad de Málaga.

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