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La generosidad también tiene barreras

La generosidad también tiene barreras

Tres voluntarias malagueñas hablan del papel actual de la mujer en las ONG y sobre el reto de conseguir una mayor representación en los equipos directivos de las asociaciones

Amanda Salazar

Domingo, 8 de marzo 2015, 17:04

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Las mujeres son mayoría en las asociaciones malagueñas. Según un informe elaborado por la Plataforma del Voluntariado en colaboración con el Área de Participación Ciudadana, el 69% de las personas que colaboran con una entidad sin ánimo de lucro son voluntarias. Ellas se han convertido en la base del denominado tercer sector y dedican parte de su tiempo a apoyar desinteresadamente una causa. Optan en la mayoría de los casos, según refleja este estudio, por proyectos relacionados con la infancia, las minorías sociales o que trabajan para mejorar la situación de la propia mujer.

Al igual que ocurre en el mercado laboral remunerado, la desigualdad también se produce en el ámbito solidario. Pese a ser mayoría en el grueso de las asociaciones son minoría en las cúpulas directivas de las ONG. Así lo explica Gabriel Cortés, director técnico de la Plataforma. «Según vemos a lo largo de distintos análisis del sector y de la propia experiencia, existen pocas mujeres que presidan o dirijan una ONG en Málaga y en muchos equipos directivos aún no existe la paridad», afirma.

¿Pero, qué hace que las mujeres estén más presentes en el mundo solidario? En el Día de la Mujer, SUR habla con tres voluntarias que explican cómo llegaron al mundo asociativo, qué labores realizan en las ONG con las que colaboran y si creen que las mujeres aportan algún elemento diferenciador en su trabajo altruista y sobre el techo de cristal que también existe en los equipos directivos de las entidades sin ánimo de lucro.

Magdalena Sevilla. Málaga Acoge

«Creo que reaccionamos más ante las injusticias sociales»

Llegó a Málaga Acoge por casualidad. Empezó informatizando la base de datos de los voluntarios y con el tiempo se ha convertido en responsable del voluntariado de la ONG y es vocal del Área de Empleo de la asociación.

Magdalena Sevilla (56 años), madre de tres hijos, licenciada en Medicina y Psicología, y empleada en una empresa como especialista en enfermedades infecciosas, siempre había querido ser voluntaria. Pasó un tiempo colaborando con la Fundación César Escariolo, pero al fallecer su marido hace siete años víctima de un cáncer quiso cambiar de ámbito. Y llegó a Málaga Acoge sin saber muy bien qué podía aportar a esta entidad que trabaja con inmigrantes. Pero desde entonces, trabaja para mejorar la situación de muchas de las personas que llegan a nuestra provincia buscando un futuro mejor.

Asegura que el 90% de las voluntarias de Málaga Acoge son mujeres. «Somos más sensibles ante los problemas de los demás y reaccionamos más ante las injusticias sociales; creo que es algo genético, nos han educado como cuidadoras y tiene algo que ver con el instinto maternal», dice. La mayoría femenina de la asociación también sirve de mucho a la hora de tratar con las usuarias, mayoritariamente mujeres. Su caso y el de Málaga Acoge son una excepción a la regla. Ella , al igual que otras compañeras, sí forma parte del equipo directivo y la ONG cuenta con una mujer en la presidencia.

Emilia Fernández. Cruz Roja

«Tenemos mayor capacidad de comunicación y de trabajo en equipo»

Emilia Fernández (56 años) ya fue voluntaria de la Cruz Roja durante un tiempo cuando era apenas una adolescente. Hace cinco años, esta administrativa que siempre había enlazado un contrato laboral con otro se quedó en el paro. Y le ocurrió lo que nunca había vivido. Empezó a ver pasar los meses sin lograr ninguna entrevista. Ante esta situación, y antes que quedarse en su casa lamentándose, decidió utilizar su tiempo para matar el gusanillo solidario que aún mantenía. Volvió a la Cruz Roja hace dos años y en la actualidad es parte activa en media docena de proyectos distintos. «Me faltan horas del día para colaborar, me siento útil trabajando con Cruz Roja y mientras pueda voy a seguir aportando mi granito de arena», dice.

Colabora con el Servicio Integral de Atención de Málaga, que atiende a todas las personas que llegan a Cruz Roja para solicitar ayuda, asesorándole sobre qué recursos pueden solicitar. «Es la puerta de entrada a la Cruz Roja, en la que reciben información e incluso alimentos, si lo necesitan», dice. También participa en el Proyecto Intemperie, con el que tres veces a la semana un grupo de voluntarios y técnicos atienden a las personas sin hogar, ofreciéndoles mantas, bebidas calientes, galletas y, sobre todo, algo de compañía para que no se sientan solos. Hace algunos meses también se introdujo en el grupo de Prostitución, para atender a las mujeres en las zonas de los polígonos. Y por último, colabora en el área de empleo. «Como yo estoy desempleada, ayudo a otros parados para que conozcan ayudas, métodos de búsqueda de trabajo, portales, etc», añade. Por si fuera poco, está presente en el plan de alimentos y en el que atiende a los asentamientos en la ciudad.

«Gracias a mi labor de voluntaria, mi cabeza está en su sitio y tengo los pies en la tierra; si no tuviese ocupado todo este tiempo, creo que estaría mucho peor por haber perdido a mi edad el empleo, después de toda una vida trabajando», asegura.

Para Emilia, dependiendo del proyecto, la mujer sí puede aportar un plus en su labor de voluntaria. Por ejemplo, en el programa de prostitución, a una mujer le resulta mucho más fácil acercarse a las chicas que trabajan en la calle. «Es más sencillo ganarse su confianza que si fueses un hombre», explica. También opina que, por lo general, la mujer tiene más sensibilidad, capacidad de comunicación y de trabajo en equipo. Aunque señala que todas las personas, sea cual sea su sexo o su procedencia, siempre aporta algo nuevo.

Consuelo Cuevas. Teléfono de la Esperanza

«Empatizamos mejor con el dolor de los demás»

Hace cinco años, Consuelo Cuevas (62 años) llegó al Teléfono de la Esperanza de la peor forma imaginable. Acababa de morir su hijo de 27 años y una psicóloga le aconsejó acudir a los grupos de apoyo existentes en la asociación en Granada. Con el tiempo, pasó de recibir terapia a convertirse en orientadora de la asociación en Málaga, ciudad a la que se trasladó con su familia -tiene otros dos hijos- para alejarse de su propio dolor. Aquí, atiende las llamadas cada martes por la mañana y en algunas guardias de madrugada. Y ha creado un grupo de apoyo para familiares en casos de suicidios en la capital.

Aunque su historia es muy dramática, convertirse en voluntaria le ha dado una nueva vida, según explica Consuelo. «De alguna forma, devuelvo al Teléfono todo lo que me ha dado, porque hemos pasado una etapa muy dura», señala. Su labor es escuchar a las personas que llaman pidiendo ayuda, derivarlas a expertos o especialistas, y en la mayoría de los casos, desangustiar a quien llama para que vea que existe una salida. «La sociedad está muy mal, llaman muchas personas desesperadas por la situación económica, separaciones, drogas, alcohol...», dice.

La mayoría de los voluntarios del Teléfono son mujeres. «Empatizamos mejor con el dolor ajeno», opina Consuelo. Aunque lo más determinante a la hora de entender mejor a los demás es haber pasado por una experiencia parecida. «Cuando llaman jóvenes con problemas y consigo que se calmen y olviden ideas autodestructivas pienso que de alguna forma estoy ayudando a mi propio hijo», señala.

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