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Juan Cano
Viernes, 13 de febrero 2015, 01:35
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Al principio lo negó todo, pero cuando se vio asediado por las pruebas terminó por reconocerlo. «Quiero ser bombero y me gusta verlos actuar», reconoció Antonio Fernández tras ser detenido por la Policía Local en el año 2012 acusado de provocar varios incendios en la zona de La Mosca. Curiosamente, la misma barriada a la que se había mudado el pasado verano para compartir su vida con Lourdes Jiménez y el hijo pequeño de ésta, Alejandro, al que ahora se le acusa de haber matado.
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Los agentes que investigaron entonces la oleada de incendios descubrieron que todos tenía un singular denominador común: las llamadas realizadas al sistema de emergencias 112 para avisar de la presencia del fuego se habían realizado desde el mismo teléfono móvil.
Los policías locales dieron con esa pista al investigar el último de los incendios, que tuvo lugar la madrugada del 27 de agosto de 2012 en el diseminado de La Cerrajerilla, junto a la calle Escritor Manuel Solano. La llamada al 112 alertaba de que había «matorrales ardiendo».
Al comprobar el número de teléfono en las bases de datos policiales, los agentes descubrieron que se habían realizado desde el mismo hasta tres llamadas similares para alertar de fuegos. El usuario de la línea resultó ser Antonio Fernández. Cuando le preguntaron qué hacía en zonas tan apartadas y deshabitadas, el joven, que entonces tenía 21 años, contestó a los policías locales que estaba en el coche con su novia. A los funcionarios no les convenció la respuesta y acudieron en busca de la chica para contrastarla. Ella lo desmintió, según la nota de prensa difundida entonces por este Cuerpo de Seguridad.
Los agentes inspeccionaron el vehículo en el que se desplazaba el sospechoso. En su interior, hallaron un mechero de color rojo y una botella de alcohol que fueron intervenidos y remitidos al juez. Se daba la circunstancia de que en uno de los incendios con los que se le relacionaba también se encontró en el lugar de los hechos un bote de alcohol vacío.
Para los investigadores, el modus operandi del detenido consistía supuestamente en rociar los matorrales con el líquido y después prenderles fuego con un encendedor. Al parecer, el joven llamaba después al 112 y permanecía en los alrededores para presenciar la intervención de los efectivos del Real Cuerpo de Bomberos de Málaga.
Aparte de esa reseña policial que figura en su expediente, las distintas fuentes consultadas por este periódico aseguraron que se le ha investigado por otros incendios urbanos y forestales, alguno de ellos en el paraje natural de Los Montes de Málaga. Curiosamente, la misma zona donde fue hallado el cadáver de Alejandro, que murió ahogado en una balsa que se utiliza para que los helicópteros del dispositivo Infoca recarguen agua para apagar el fuego.
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