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La UMA atraviesa estos días por el proceso selectivo.
Oposiciones públicas muy privadas

Oposiciones públicas muy privadas

Sólo se presentan nueve candidatos para cubrir cinco plazas de profesor de la UMA, y ocho de ellos ya dan clase en esta universidad

Amanda Salazar

Jueves, 18 de septiembre 2014, 16:56

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Cinco plazas para profesor titular en la Universidad de Málaga y sólo nueve candidatos. En un país con doctores universitarios sin empleo o docentes sin plaza fija repartidos en otras universidades estas cifras para las oposiciones de docente titular son como mínimo llamativas. Y más cuando al indagar en los currículos de los postulantes resulta que todos ellos salvo uno que para más inri ha quedado excluido en esta primera fase provisional son ya profesores de la UMA que, curiosamente, imparten la misma asignatura que se convoca.

Los puestos para las materias de Ingeniería Química, Didáctica de la Lengua y la Literatura, Fisiología Vegetal, Psicología Social y Comunicación Audiovisual y Publicidad son además la única oferta pública de empleo realizada en el último año por la institución académica. Parece que el proceso para seleccionar a los candidatos ha seguido la más estricta legalidad, según lo establecido por la Ley de Universidades. Sin embargo, si no es una oferta de promoción interna, ¿cómo es que sólo se han presentado aspirantes locales, alguno de los cuales incluso ostenta cargos destacados en los decanatos? Y para ejemplo, un botón: la única candidata admitida provisionalmente para la plaza de Audiovisual es vicedecana de la misma facultad con una larga experiencia docente. Todas estas coincidencias no hacen más que dar alas a quienes aseveran que la universidad cuenta con un sistema de selección cerrado en el que sólo entran las personas que ya están en los departamentos. Es decir, a los que consideran un coto cerrado a la UMA.

Al margen de que la fecha de publicación en pleno mes de agosto haya podido condicionar o no la escasez de aspirantes, la sombra de la endogamia vuelve a pender sobre la universidad. Y la de Málaga no es la única que arrastra esta mala reputación. Un informe elaborado en el año 2006 por los investigadores del CSIC Luis Sanz-Menéndez y Laura Cruz-Castro revelaba que en el 96% de los casos el profesor que ganó una plaza ya trabajaba en esa misma universidad como personal contratado. Un panorama que no parece haber cambiado, a tenor de este último proceso selectivo.

La falta de una concurrencia mayor impide a los nueve aspirantes demostrar realmente su capacitación, algo que no se pone en duda. Lo que sí cuestiona es que se hayan guardado los principios de igualdad, mérito y capacidad que deben regir cualquier acceso a un puesto público. Hay veces que la oferta de empleo es tan ajustada a unos determinados perfiles que incluso se podría poner la fotografía del docente para el que parece estar creada en la convocatoria, lo que impide que otros profesores puedan aspirar a la misma. En el caso de las cinco plazas de la UMA, el pliego de condiciones que se establece en el BOE especifica que los concurrentes tienen que tener dos años de experiencia profesional en la misma asignatura, es decir, que ya deben ser profesores de esa misma materia como resultado de un concurso oposición anterior para ser contratados como personal laboral. Esto limita sin duda mucho las opciones.

Este periódico consultó las ofertas de empleo público similares realizadas por otras facultades y este requisito no es habitual. Pero incluso los sindicatos consultados por SUR ven esta práctica como «algo normal», más preocupados por consolidar la estabilidad del personal laboral de la UMA que de velar por que el proceso finalice con la contratación del más válido.

Desde la UMA señalan que no son ellos quienes certifican los méritos de los opositores, sino que lo hace la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA). Pero también este organismo ha sido puesto en entredicho. Según estableció un comité de sabios que elaboró un informe para el Ministerio de Educación y que constataba la necesidad de luchar contra la endogamia académica, la ANECA utiliza un baremo «notoriamente inadecuado».

Lo mismo opina Sanz-Menéndez, quien señala que se puntúa igual una publicación en una revista provincial que en otra de ámbito internacional, además de primar los logros administrativos. Así, ser jefe de un departamento o estar en la junta de la facultad otorga mayor puntuación, cuando eso «no debería determinar la calidad investigadora o pedagógica», según señala este experto.

En el otro lado de la balanza, algunas universidades como la Pompeu Fabra o la Carlos III ya han establecido protocolos para evitar esta situación. Unas condiciones que, por otro lado, son estándares internacionales. Así, no pueden contratar a ningún doctor formado en sus aulas salvo que hayan pasado un periodo de tres años en otra universidad. Sánz-Menéndez va más allá. «Las universidades deberían impedir que en los tribunales de las oposiciones formados por docentes del propio departamento en el que se da la plaza participasen profesionales con relaciones significativas con los aspirantes», dice. Y ser director de tesis o prologar un libro, como a veces ocurre, parece algo digno de mencionar. Al final, todo esto redunda, según el citado comité de sabios, en la calidad y la productividad científica. El informe elaborado por estos expertos relaciona directamente la falta de movilidad de los docentes universitarios con una actividad investigadora menor.

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