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Viernes, 1 de diciembre 2017, 00:39
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«Me llamo Juan. Tengo 21 años, estudio y tengo una vida tan normal como la de cualquiera. Hace año y medio me dijeron que me habían transmitido el virus del VIH, pero no soy un apestado ni tengo ninguna enfermedad». Esa es la primera frase que pronuncia este joven malagueño voluntario de la organización Apoyo Positivo, una entidad que en estos días trabaja a marchas forzadas para dar a conocer su campaña por el Día Mundial contra el Sida, que se celebra cada 1 de diciembre.
A falta de conocer los últimos datos oficiales, el número de transmisiones de este virus (hay que evitar la palabra ‘contagio’) parece de momento no tener freno. La concienciación, y sobre todo la prevención, son las cuestiones principales que resaltan los afectados por el virus, aunque en todos los casos destacan que el hecho de estar en tratamiento provoca que éste sea indetectable, y por tanto, intransmisible.
«Estuve un tiempo enfermo, así que entre otras cuestiones me hicieron una prueba de enfermedades de transmisión sexual. Ahí fue cuando saltó que me lo habían transmitido tras una práctica de riesgo», relata Juan. «Lo primero que sentí fue mucha culpabilidad. Los médicos a veces dan un discurso muy moralista, con frases del tipo: ‘Te tenías que haber cuidado más’. No me dijeron nada más y me derivaron a la unidad de infecciosos. Creo que así no se hacen las cosas», comenta con cierto tono de enfado.
En cuanto a su familia y su círculo cercano, la noticia en un primer momento causó un gran impacto, aunque ahora es un tema que dice que hablan en casa «con total normalidad». A su juicio, su vida desde que conoció que tenía el virus cambió a mejor al entrar en Apoyo Positivo, porque allí le hicieron verlo de otra forma. «Uno de los mayores errores que se cometen es pensar que puedo transmitírselo a alguien, lo que provocó que hubiera un tiempo al principio en el que renegué de tener relaciones», relata.
«La despreocupación es el error de que todos, tengamos o no el virus, cometemos. Esto es una tómbola. Tienes que tener cuidado y a saber a qué riesgo te expones. Además, no hay costumbre de hacerse pruebas, y no se tiene en cuenta la importancia de la prevención; así se evitarían muchas transmisiones», insiste.
Una vez que asumió que no tenía una enfermedad, sino un virus que además no puede transmitir a otros, se puso manos a la obra en Apoyo Positivo como voluntario para aportar sus vivencias. Lo primero fue participar en un curso de formadores: Cómo hablar con la gente que quiere información; conocimientos de VIH y saberlo diferenciar sida... «En mi entorno cercano doy mucha caña con las campañas y derivo la gente a la asociación, pero ya le digo que el boca a boca es lo que más funciona», sentencia.
J.M. tiene 58 años y hace solo un año que le detectaron el virus. Al contrario que Juan, su experiencia al enterarse no fue tan traumática, porque fue precisamente en el marco de una prueba habitual de las que realiza Apoyo Positivo. «La formación de los profesionales es clave, porque si te explican mal las cosas puedes perder tiempo», señala. «Yo, en concreto, aunque no me lo esperaba, me lo tomé de una manera muy normal. Si me dicen que tengo un cáncer es mucho peor. Sé que esto no tiene cura, pero bien tratado es casi como si la hubiese. Mire, yo he visto pasar mucha gente con sida, y algún amigo ha muerto. Pero eso ha cambiado. Tengo un virus, no estoy enfermo de nada», sostiene con firmeza. «Ahora toca ayudar a otros y enseñar a prevenir para que no haya más transmisiones».
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