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Aspecto de la alcubilla de Capuchinos tras su restauración por parte del IMV.
Rescatan pinturas murales en un aljibe que traía el agua a Málaga en el XVIII

Rescatan pinturas murales en un aljibe que traía el agua a Málaga en el XVIII

La restauración de la alcubilla de Capuchinos por el IMV descubre que fue un homenaje al obispo promotor del Acueducto de San Telmo

Jesús Hinojosa

Málaga

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Sábado, 28 de abril 2018, 00:34

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Divisada a diario por cientos de vehículos y peatones que discurren por la encrucijada de calles que componen la Carrera de Capuchinos y las calles Refino, Postigos y Parras, la alcubilla o arca principal del Acueducto de San Telmo ha resistido al paso de los siglos como lo que es, una gran obra de la ingeniería del siglo XVIII. Aunque su función desde el año 1965 es la de albergar una pequeña capilla con la imagen de la Divina Pastora que marca la frontera del barrio de Capuchinos, del que es patrona, en origen servía para recoger el agua que el acueducto traía desde el Guadalmedina para almacenarla a modo de aljibe. De este modo, tomaba presión y era bombeada por cañerías hacia los barrios de lo que hoy es el Centro de Málaga.

Gracias a la reparación llevada a cabo en los últimos meses por la Oficina de Rehabilitación Urbana del Instituto Municipal de la Vivienda (IMV), bajo la dirección del arquitecto técnico Pablo Pastor, este hito urbano ha recuperado gran parte de su primitiva esencia. La actuación, que ya está prácticamente finalizada y que ha supuesto una inversión de unos cincuenta mil euros, ha permitido rescatar parte de las pinturas murales que decoraban las fachadas de este torreón de planta pentagonal que fue proyectado en el siglo XVIII por el arquitecto José Martín de Aldehuela, autor del Acueducto de San Telmo que impulsó el obispo José Molina Lario y que está catalogado como bien de interés cultural.

«Con esta gran obra se trajeron las aguas de los montes vecinos», reza una placa en latín

«La reparación, realizada por la empresa Hermanos Campano y la restauradora Gloria Pérez, nos ha permitido descubrir que esta alcubilla se concibió como un homenaje al obispo Molina Lario, que fue el gran impulsor de la infraestructura que mejoró el abastecimiento de agua a la ciudad», explicó Pablo Pastor. Desprovista de los dos arbustos de bugambilia que ocultaban su fisonomía y dañaban sus cimientos, ahora se aprecia mejor la placa en latín que figura bajo el escudo del citado prelado malagueño y que, gracias a la traducción realizada por los agustinos Laureano Manrique y José Luis Ortiz, confirma la dedicación de este monumento urbano a Molina Lario. «Gobernando Carlos III rey de la Españas y de las Indias, permite y aprueba los gastos que, de sus rentas, con cristiana generosidad entrega el ilustrísimo don José Molina y Lario obispo de Málaga (...) Con esta gran obra, se trajeron las aguas de los montes vecinos, se construyeron molinos de agua para moler el trigo, de modo que el pueblo de Málaga, expuesto a perecer de sed y hambre pueda finalmente comer y beber abundantemente», reza la placa.

El nuevo tejado de la alcubilla ha recuperado el color original de sus tejas, en tonos blanco y negro para los paños, y verde para los cantos y los bordes. Lo remata un jarrón cerámico reforzado con fibra de vidrio para que resista mejor el paso del tiempo. Uno de los descubrimientos más llamativos es que, bajo un cañizo, se encontraba en el interior la poza en la que el agua quedaba almacenada. Se trata de una especie de aljibe de un metro y medio de profundidad, aproximadamente, realizado con piedra de jaspón blanca cuya base está hecha de una sola pieza, lo que da idea de la maestría con la que trabajaban los canteros del XVIII.

Esta base de jaspón se ha rescatado también en las fachadas, donde permanecía oculta bajo capas de pintura. En la parte superior de los muros exteriores han aparecido flores y trazos para simular pilastras en colores ocres, que han llevado a aplicar al conjunto un enfoscado de mortero de cal en una tonalidad parecida.

Asimismo, la actuación, supervisada por la delegación de la Consejería de Cultura, ha restaurado la reja y la hornacina de la Divina Pastora, diseñada y pintada por el escultor y tallista de la posguerra Pedro Pérez Hidalgo. Inicialmente albergó una imagen de barro de 1731 donada por la familia Denis. Sin embargo, esa escultura resultó muy dañada décadas atrás a raíz de un intento de robo, por lo que fue reemplazada por otra de menor valor artístico.

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