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¿Por qué los Larios no estuvieron en la inauguración de su calle?

La ausencia del clan fue consecuencia de la revolución de 'La Gloriosa', en 1868, cuando los obreros se sublevaron contra sus patronos y sitiaron el palacio de Los Larios, obligando a la familia a huir por los tejados y a 'exiliarse' a Gibraltar, a Londres y a París

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Domingo, 15 de octubre 2017

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Las crónicas de la prensa local de finales del XIX la destacan como uno de los acontecimientos más relevantes de la época: la apertura de calle Larios, celebrada el 27 de agosto de 1891, no sólo colocó a esta calle en el 'ránking' de las más elegantes de cuantas había en España (aún hoy lo es), sino que representó un cambio definitivo en la reordenación urbana de Málaga.

Otro de los detalles de la calle Larios en plena construcción, con la Fuente de las Tres Gracias presidiendo la entrada
Otro de los detalles de la calle Larios en plena construcción, con la Fuente de las Tres Gracias presidiendo la entrada . Colección de Fernández Rivero

La inauguración, los discursos de las autoridades, el reconocimiento a los trabajadores que habían participado en la obra y a sus promotores, la bendición de los edificios a cargo del obispo, el altar que se montó en la calle, el reparto de pan y limosna a los pobres para celebrar el gran día... todo aquello formó parte de la gran fiesta popular en la que se convirtió la apertura oficial de la calle Larios, pero también un detalle que puede que hoy muchos desconozcan: ningún miembro del clan que da nombre a la calle más importante de Málaga y que además tenía el accionariado mayoritario de la vía estuvo aquel día en el solemne acto de apertura.

¿Cuál fue la razón? ¿Por qué ninguno de los Larios, una referencia imprescindible en el desarrollo económico de la ciudad durante el siglo XIX, estaba en Málaga para celebrar aquel hito? ¿Por qué la única representación familiar la ostentó el apoderado de la 'Gran Casa', Antonio Jiménez Astorga? La respuesta se encuentra en los libros de historia, y vinculan claramente esta ausencia con los acontecimientos que se habían desarrollado unos años antes: corría el año 1868 cuando se desencadenó en España la revolución de 'La Gloriosa', el levantamiento que terminaría con los Borbones en la España de la época y cuyos ecos llegaron a Málaga en el mes de septiembre de ese mismos año. Así se recoge con detalle en el coleccionable 'Personajes de Málaga', una obra escrita por el periodista Julián Sesmero Ruiz que distribuyó SUR y que confirma, a partir de aquellas crónicas locales, que «aquellos días de septiembre de 1868 en las calles de Málaga tuvieron que ser desagradable festín o feria del desquite y la inquina obrerista». Y aquellos acontecimientos afectaron en buena manera a los Larios, cuya Casa gozaba de una indiscutible influencia en todos los frentes de la actividad económica, política y cultural de fin de siglo. También la industrial, ya que eran dueños de ingenios azucareros que se repartían, en una cantidad considerable, entre Estepona y Almería.

En la imagen superior, los trabajadores que construyeron la calle Larios, en una pausa del trabajo. A la izquierda, detalle de la estatua dedicada a Manuel Domingo Larios (II Marqués de Larios) a la entrada de la calle que lleva su nombre. Al lado, Martín Larios y Herreros, el I Marqués de Larios. SUR
Imagen principal - En la imagen superior, los trabajadores que construyeron la calle Larios, en una pausa del trabajo. A la izquierda, detalle de la estatua dedicada a Manuel Domingo Larios (II Marqués de Larios) a la entrada de la calle que lleva su nombre. Al lado, Martín Larios y Herreros, el I Marqués de Larios.
Imagen secundaria 1 - En la imagen superior, los trabajadores que construyeron la calle Larios, en una pausa del trabajo. A la izquierda, detalle de la estatua dedicada a Manuel Domingo Larios (II Marqués de Larios) a la entrada de la calle que lleva su nombre. Al lado, Martín Larios y Herreros, el I Marqués de Larios.
Imagen secundaria 2 - En la imagen superior, los trabajadores que construyeron la calle Larios, en una pausa del trabajo. A la izquierda, detalle de la estatua dedicada a Manuel Domingo Larios (II Marqués de Larios) a la entrada de la calle que lleva su nombre. Al lado, Martín Larios y Herreros, el I Marqués de Larios.

En este escenario, y con la revolución en todo lo alto, los obreros de la Industria Malagueña, propiedad de los Larios, se dirigieron al palacio donde residía la familia y persiguieron y hostigaron tanto a los señores, como a su familia e incluso al servicio. La situación llegó a tal extremo que sus ilustres moradores tuvieron que subirse a los tejados del palacio y «escaparse como pudieron de la furia obrerista», en palabras de Sesmero.

Ese «como pudieron» consistió en una protección especial del gobernador militar de la época, que facilitó que los Larios pudieran embarcar primero a Gibraltar y posteriormente 'exiliarse' a Londres y luego a París, donde se establecieron durante años: de hecho, el I Marqués de Larios, Martín Larios y Herreros, falleció en la capital francesa en 1873, cuando tenía 75 años. Para entonces aún no estaba construida la calle Larios, pero es un hecho aquel episodio revolucionario marcó esa actitud irreconciliable de los miembros del clan con Málaga. De hecho, nadie de la familia regresó tampoco unos años antes, en 1869, cuando se esperaba que don Martín inaugurara el Asilo de las Hermanitas de los Pobres, que él mismo había fundado.

: Detalle de la placa de la principal vía urbana de Málaga.
: Detalle de la placa de la principal vía urbana de Málaga. SUR

Con la apertura de calle Larios, quizás más importante por ser uno de los grandes legados urbanos que dejó la familia en Málaga, ocurrió lo mismo. Los Larios que habían huído de la capital, y cuya representación estaba ya en manos del II Marqués de Larios, Manuel Domingo Larios y Larios (Málaga, 1836-París, 1895) -hijo de Martín y protagonista de la estatua que preside la entrada de la calle- estaban a muchos kilómetros de distancia de la ciudad en la que habían hecho fortuna aquel 27 de agosto de 1891: en concreto en Biarritz. De hecho, hasta la ciudad francesa llegó una carta del Ayuntamiento de Málaga en la que se recogían los acuerdos corporativos de agradecimiento a la familia, la propuesta de declarar hijo predilecto de la ciudad a Manuel Domingo Larios y Larios y la decisión de colocar una lápida conmemorativa en el salón de plenos -que aún hoy puede verse- en honor de su padre, Martín Larios y Herreros.

A pesar de que la inauguración de la calle Larios fue brillante, todas las autoridades hicieron referencia a la ausencia de la familia en sus discursos. También las crónicas de la prensa local, que sin embargo prefirió pasar de puntillas por este detalle en favor de un discurso más inflamado y triunfalista y destacando el hito que representaba la apertura de esta gran vía en Málaga. Aún así, muchas son las voces que admiten que «los Larios no tuvieron absolutamente ningún interés en estar presentes en los actos inaugurales». Según se recoge en un extenso artículo publicado en SUR en 2014 con motivo del aniversario de la calle «aún pesaban sobre la familia los acontecimientos de aquel mes de septiembre, que a pesar de que habían transcurrido 23 años desde entonces no había podido olvidar el acorralamiento que los principales miembros de la saga habían sufrido por parte de sus propios obreros de La Industria Malagueña y La Aurora, obligándoles a gatear por los tejados de su palacio hasta que recibieron protección policial».

Construcción de la calle Larios, un año antes de su inauguración (1890)
Construcción de la calle Larios, un año antes de su inauguración (1890) SUR

Aquel desapego definitivo de los Larios con Málaga experimentó años después un leve acercamiento, en concreto cuando Manuel Domingo Larios (el de la estatua) regresó de incógnito a sus posesiones de Torre del Mar sin hacer parada si quiera en la capital. El periodista Julián Sesmero recoge en su libro que una comisión de «respetuosos trabajadores» de la Industria Malagueña fue a visitarlo y a pedirle encarecidamente dos cosas: que perdonara a los obreros que los habían maltratado y expulsado de Málaga y que regresara a la capital a seguir al frente de los negocios familiares, que eran muchos. El marqués aceptó las disculpas, pero el hecho cierto es que después de aquello regresó a París, donde murió en 1895 sin dejar descendencia: le sucedió en el marquesado su sobrino José Aurelio, hijo mayor de su hermano Martín que continuó desde Málaga, como III Marqués de Larios, con la expansión y el desarrollo del legado que habían construido sus antepasados desde la segunda mitad del siglo XIX y cuya importancia llega hasta nuestros días.

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