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La concejala de Fiestas, Teresa Porras.
La feria gafada de Málaga
Repaso Semanal

La feria gafada de Málaga

Siempre pasa algo que nubla la semana grande de fiesta en la capital, que pese a todo no defrauda a los que vienen buscando diversión

Javier Recio

Málaga

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Domingo, 20 de agosto 2017, 00:36

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Esta vez ha sido la huelga de taxis la que ha puesto un lunar a la feria de Málaga, a la que siempre parece que le persigue la polémica. Ya son varios años seguidos. El año pasado ocupó grandes titulares en los informativos de las televisiones nacionales, que en estas fechas casi nunca tienen nada que llevarse a la escaleta, un presunto caso de xenofobia, porque no dejaron entrar en una caseta a un actor de raza negra del que no recuerdo su nombre ni seguramente usted tampoco, porque no es ni mucho menos una figura del gremio. Un juzgado determinó que no hubo un comportamiento inadecuado contra el artista, pero el daño ya estaba hecho. Igual ocurrió con el caso de la falsa violación múltiple, que llevó a unos chavales a los calabozos y puso la feria de Málaga poco más o menos como el escenario donde se cometen auténticas barbaridades. La chica fue condenada por inventarse esa denuncia, pero el daño, sin duda, también estaba hecho.

En esta edición el protagonismo lo han tenido los taxistas en lo que podría denominarse como la 'huelga de los puñetazos'. Ha sido lamentable observar las dos imágenes de taxistas golpeando a representantes o trabajadores de Cabify. Han tenido la ciudad en jaque durante cuatro días y han conseguido lo que perseguían, que todo el mundo se enterara de sus reivindicaciones, muchas de las cuales están más que justificadas. Es cierto que para que haya libre concurrencia se tiene que partir en igualdad de condiciones y actualmente ponerse a las manos de un taxi cuesta más dinero que ponerse a los mandos de un coche de alquiler con conductor. Pero las agresiones televisadas golpearon directamente al sentido de la huelga, por lo que difícilmente se podía sostener más tiempo con una opinión público que ya sólo veía los malos modos de algunos huelguistas. Llamaba la atención que entre los protestantes hubiera taxistas del resto de España que ondeaban las esteladas independentistas de Cataluña, algo que por estos lares despierta pocas simpatías, ni siquiera, obviamente, ni entre los profesionales del sector del taxi de Málaga y de la Costa del Sol. No ayudó eso tampoco a sus justas peticiones. Al final se decidió parar la protesta, pero el daño ya estaba hecho. Otra vez la feria destacaba por cuestiones ajenas a la misma.

Se atribuye al canciller alemán Bismarck una frase que no se sabe si es cierta o no en la que apuntaba que España era el mejor país del mundo, porque los propios españoles estaban empeñados en destruirlo de manera reiterada y no lo conseguían. Pues con la feria pasa algo parecido, porque pese a todo sigue siendo un importante polo de atracción para la diversión. Miles de personas que participan en la misma no se han visto defraudados y se lo han pasado en grande. Las críticas suelen venir de gente a la que no le gusta, que no la pisa o que tiene ataques de nostalgia de un tiempo pasado que no tiene por qué ser mejor. Cada época tiene sus formas de divertirse. Es cierto que la gente bebe en la calle (en Málaga se ha bebido en la vía pública desde tiempos inmemoriales) y que hay botellón. Pues sí, pero ¿dónde está el problema? Hay que lamentarse si hay desórdenes, si hay agresiones, si hay faltas de respeto..., pero no hay que poner el grito en el cielo por los nuevos usos y costumbres de los jóvenes, porque vayan en bermudas o porque prefieran otro tipo de música diferente a las sevillanas o al flamenquito.

Un año más se ha dado la dicotomía entre el centro y el real, que sin duda tiene públicos muy diferentes, y que se reparten por razones de edad. Los más jóvenes prefieren el casco antiguo durante el día y los más talluditos tiran hacia Cortijos de Torres, que aunque ha mejorado su aspecto, su ambiente diurno está muy lejos de acercarse al que se vive en las calles de la capital. Este año ha vuelto a gustar mucho la puesta en escena de grupos musicales animando varias plazas de Málaga. Es una gran idea. El problema es que alguno pensará que está destinada a niños, porque su horario es infantil. Sólo falta que pongan al lado un parque de bolitas. No se puede cortar la fiesta a las seis de la tarde, porque lo que provoca es que la gente se mueva en masa hacia los bares de copas con música para seguir la juerga para alegría de sus propietarios. Es posible que si se mantuviera hasta las ocho de la tarde la gente se retiraría después... pero eso es mucho aventurar. Lo cierto es que aunque el Ayuntamiento apueste de una manera descarada por el real, que mantiene su pujanza nocturna, el Centro sigue resistiendo, como diría o se le atribuiría a Bismarck. Querer decir lo contrario como sostiene la concejala de Fiestas de que el real le come el terreno al centro no se lo cree ni la misma Teresa Porras vestida de faralaes.

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