Borrar
El teniente Antonio Rojas (izquierda) condecora a su padre Antonio Rojas, guardia civil de Tráfico
Adn de servicio público

Adn de servicio público

Un hijo, teniente del ejército, condecora a su padre guardia civil en el acto de aniversario de la fundación de la Benemérita

Alvaro Frías

Martes, 23 de mayo 2017, 13:50

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Fundidos en un abrazo, han vivido «uno de los momentos más bonitos» de sus vidas. Poco antes, se intercambiaban miradas cómplices en las que se adivinaba el orgullo que ambos sienten. Luego, Antonio deslizaba suavemente por el uniforme verde y dorado de su padre el alfiler que sujeta la medalla con la que se le distingue por la gran labor que ha desempeñado en los más de 30 años que lleva en la Guardia Civil.

La de este padre e hijo es una historia de admiración mutua, como tantas otras, pero en este caso impregnada de un adn de servicio público. Aunque Antonio Rojas García no lo sabía bien cuando entró en la Guardia civil con solo 17 años: «Hice el servicio militar y, al acabar, pensé que esta opción era una buena salida laboral, ya que la cosa no estaba muy bien».

Sin embargo, poco a poco la Benemérita dejó de convertirse en un trabajo. Este malagueño de la barriada de Las Delicias siempre ha sido un apasionado de las motos, por lo que decidió irse a Madrid a hacer un curso para entrar en el destacamento de Tráfico.

«Conseguí algo que creo que es muy bonito, que es poder trabajar en lo que te gusta», apunta. Una suerte que Antonio viene disfrutando desde que con 19 años entró en Tráfico. Ahora, a sus 48 echa la vista atrás y lo tiene claro: «Merece la pena».

Antonio insiste en que lo más bonito de su trabajo es poder ayudar a los demás. Cuando una persona pincha una rueda en plena noche o, al llegar a un accidente de tráfico, y echar una mano a aquellos que lo necesitan. «Hacemos una labor muy psicológica muchas veces», apunta.

Con miles de kilómetros de carretera a la espalda, Antonio explica que el hecho de tener que sancionar a los conductores es algo secundario para los agentes de Tráfico, ya que lo primero es su seguridad. «Lo que queremos es que uno llegue a casa sano», insiste, a la vez que afirma que las personas que se sientan al volante y cometen una infracción cada vez son más conscientes de que lo han hecho mal y aceptan la situación.

Pese a su trabajo sobre las dos ruedas de la moto, Antonio recuerda especialmente una intervención que realizó en las últimas inundaciones: «Iba en el Pegasus -helicóptero de la Dirección General de Tráfico- y estábamos de servicio. Pero al escuchar que había mucha gente atrapada por el agua, cambiamos la vigilancia de las carreteras por ir a rescatar a gente de los tejados. Ayudar a alguien siempre es lo más bonito».

Otro Antonio escuchaba sonriente las palabras de su padre. Él solo tiene 24 años y acaba de salir de la academia destinado al Grupo de Caballería Acorazada de Valencia. Este teniente lleva allí apenas un año, en el que ya ha podido comprobar que todo el esfuerzo que ha realizado durante años estudiando «ha merecido la pena».

Él también ha nacido en la capital costasoleña. Su padre estaba destinado en Madrid, pero cuando Antonio iba a nacer, su madre acabó en Málaga para que su hijo, además de adn de servicio público también lo tuviera malagueño.

Esta mañana los dos se fundían en ese gran abrazo durante el acto de celebración del 173 aniversario de la fundación de la Guardia Civil. Antonio -padre- lo tenía claro desde el primer momento: «Cuando me informaron de que me habían concedido la distinción solicité inmediatamente permiso para que mi hijo me la pusiera».

Nadie puso nunca ningún impedimento. Y esta mañana los dos sonreían orgullosos el uno del otro. Bromeaban y soñaban: «Algún día seré yo el que te ponga una medalla a ti hijo».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios