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Ríos Rosas, un brillante orador parlamentario que fue dos veces ministro

Ríos Rosas, un brillante orador parlamentario que fue dos veces ministro

El político de Ronda ocupó la cartera de Gobernación y fue presidente del Congreso en tres periodos

Antonio M. Romero

Sábado, 8 de abril 2017, 00:10

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Bautizado con el nombre de Antonio Sánchez del Río y López de la Rosa, buscó una mayor sonoridad en sus apellidos cambiándolo por el de Antonio de los Ríos Rosas, un político malagueño que destacó como brillante orador en las Cortes y fue en dos ocasiones ministro de Gobernación en el siglo XIX. Además, fue en tres ocasiones presidente del Congreso de los Diputados, una cámara que fue para él una segunda residencia, puesto que figuró en casi todas las legislaturas entre 1840 y 1866, según destaca el investigador Antonio Fernández García en el Diccionario Biográfico Español, editado por la Real Academia de la Historia en 2010.

Ríos Rosas nació el 16 de marzo de 1812 -tres días antes de que las Cortes de Cádiz aprobaran la primera Constitución española, la popular 'Pepa'- en Ronda, donde su padre era abogado y fiscal de Rentas del Tabaco y de los Pósitos, además de tener inquietudes políticas que inculcó a su hijo. Este se licenció en Derecho por la Universidad de Granada, capital que junto a Málaga y Ronda configuran el tridente de ciudades donde el político desarrolló sus primeras actividades profesionales y escribió sus primeros poemas.

En 1836 ya era miembro del Partido Moderado, sus compañeros de partido le tenían en gran estima y reconocían sus dotes como mitinero y colaboraba en periódicos moderados como 'El Correo Nacional', 'El Heraldo' o 'El Conservador'. Además había adquirido un gran prestigio en Málaga, bastión del progresismo, donde fue nombrado jefe político.

A partir de 1840 entró en el Congreso de los Diputados, institución de la que fue vicepresidente en 1847 y 1848 y presidente en tres periodos (1863, 1865 y 1872). La identificación de Ríos Rosas con el Congreso de los Diputados aparece como el principal rasgo de su personalidad pública. Considerada la tribuna de las Cortes ante todo como un pedestal para el lucimiento de la retórica, el arte de la oratoria en el que se desplegaban todas las frondosidades literarias, el político rondeño brillaba con luz propia en estos torneos de la palabra () Orador de párrafo largo en el que se encadenaban construcciones verbales cuya repetición intensificaba el tono suasorio de su discurso, decidió en ciertas ocasiones sólo por la fuerza de la palabra el resultado de una votación parlamentaria, remarca Fernández García en la obra citada.

Sus primeros años políticos aparecen vinculados al Partido Moderado, donde destacó en su oposición al general Espartero durante su periodo de Regencia y su defensa de la Constitución de 1837 como simbiosis de las tesis del progresismo y con las del moderantismo. En la llamada Década Moderada, 1844-1854, tres sectores conviven dentro del Partido Moderado: la derecha (encabezada por el Marqués de Viluma), el centro (liderado por el general Narváez) y un ala izquierdista que recibió el nombre de los puritanos, donde se enmarcó Ríos Rosas. Estos últimos predicaban un parlamentarismo apoyado en la tolerancia entre las fuerzas políticas, la alternativa civil y la reconciliación liberal; aunque sólo disponían de veinte escaños, sus periódicos -'El Tiempo', 'El Globo' y 'El Universal'- amplificaban su voz ante la opinión pública en su defensa de los planteamientos críticos con la política severa de orden público, la reforma tributaria, los controles a la libertad de expresión o la negociación del Concordato con el Vaticano.

Tras el fin de la Década Moderada, todos los políticos conspiraban y tras la Revolución de Julio que dio paso al Bienio Progresista, la reina Isabel II encargó formar Gobierno a Fernando Fernández de Córdova, donde Ríos Rosas aceptó la cartera de Gobernación, aunque ocupó por poco tiempo el cargo ya que este Ejecutivo sólo duró diez díaz y donde se tuvo que centrar en sofocar los levantamientos que se habían extendido por distintos puntos. Al dejar la cartera ministerial fue designado ministro plenipotenciario en Lisboa.

En 1854, propulsada por Leopoldo ODonnell, se creó la Unión Liberal, en la que se integró Ríos Rosas. Un partido defensor de los principios de la soberanía nacional, la defensa del trono de Isabel II sin menoscabo de las prerrogativas del Parlamento, la libertad de imprenta, la elección popular de los ayuntamientos, una ley de instrucción pública y la promoción de las líneas férreas -son los años del inicio de la expansión del ferrocarril por España-.

El político rondeño formó parte de la comisión que redactó la Constitución de 1856 y en julio de ese año accedió por segunda vez a la cartera de Gobernación, destacando como el teórico de ese Gobierno. Su mayor aportación, empero, fue de índole constitucional. No habiendo entrado en vigor la Constitución de 1856 fue repuesta la de 1845, un código moderado en que los unionistas deseaban introducir algunas modificaciones. Ríos Rosas se encargó de redactar el Acta Adicional, cuyos principales puntos fueron los siguientes: sometimiento de los delitos de imprenta a la calificación por un jurado -lo que los sustraía de los arbitrios del Gobierno-, restricción a la facultad de la Corona de creación de senadores, ampliación de las condiciones exigibles para ser senador, fijación de un calendario de reunión de Cortes de al menos cuatro meses al año, ley de Tribunales para hacer más independiente la justicia, prórroga automática del presupuesto en el caso de que no concordaran ambas Cámaras y limitación de la facultad real de nombramiento de alcaldes a las poblaciones de más de 40.000 habitantes. En definitiva, el Acta limitaba los poderes regios, ordenaba la composición de las Cortes, impedía las suspensiones arbitrarias del Parlamento y reforzaba la participación del Senado en la aprobación de los presupuestos, recalca Fernández García.

En 1858 fue nombrado embajador en Roma en un momento donde las relaciones diplomáticas entre España y el Vaticano se habían interrumpido. Dos años después regresó a Madrid y chocó con ODonnell por algunas decisiones autoritarias del militar. En noviembre de 1863 fue elegido presidente de las Cortes y centró sus esfuerzos en atraerse a los progresistas, lo que le situó en una posición complicada dentro de su partido hasta tal punto que en enero el año siguiente se presentó un voto de censura contra su presidencia que fue rechazado.

En 1865 y tras otro periodo como presidente del Congreso, abandonó el Parlamento. Regresó durante las Cortes Constituyentes tras la Revolución de Septiembre de 1868. Al plantearse en 1870 la urgencia de un titular para el trono, Antonio Ríos Rosas apoyó al duque de Montpensier frente al finalmente elegido Amadeo I de Saboya. Tras alejarse de la actividad política de primera línea, se sumó a Sagasta en 1872 en la fundación del Partido Constitucional y poco después, por su prestigio, fue elegido de nuevo presidente del Congreso.

Ante la proclamación de la República, salida de dudosa legalidad, dada la vigencia de una Constitución monárquica, Ríos Rosas mantuvo una postura de prudencia, pero terminó fustigando a Pi y Margall por considerarlo responsable ideológico del incendio cantonal, en tanto que apoyaba al posibilitismo de Castelar, subraya Fernández García.

El 6 de octubre de 1873, Antonio Ríos Rosas pronunció su último discurso en el Congreso. Falleció el 3 de noviembre de ese año en la más absoluta pobreza hasta el punto de que el Gobierno de la República tuvo que costear su sepelio.

El político rondeño fue presidente del Ateneo de Madrid y de la Academia Matritense de Jurisprudencia y Legislación e ingresó en la Real Academia Española el 12 de febrero de 1871 con el discurso 'Del principio de autoridad en el orden literario' premiándose de esa manera su actividad literaria y sus escritos.

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