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Una maqueta sirvió para reconocer el terreno. :: f. torres
El Caminito se abre a los sentidos

El Caminito se abre a los sentidos

El oído y el tacto guían a los visitantes a través del sendero, que pretende abrirse a todos los colectivos con discapacidad

FERNANDO TORRES

Miércoles, 22 de marzo 2017, 01:49

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«El sonido del agua. no se puede explicar lo que se siente». Hace tiempo que Rosa García dejó de ver con nitidez. Sin embargo, gracias a un nuevo tipo de visita guiada adaptada, el Caminito del Rey ofrece un conjunto de sensaciones que le permiten experimentar el trayecto, sin mirarlo. La gerencia del paraje se ha propuesto «abrir el recinto a todo tipo de personas», según explicó ayer Paco Campano, gerente de la empresa que administra el parque. Se trata de la primera de tres pruebas que se realizarán en los próximos meses, para evaluar la satisfacción de los visitantes, y si la adaptación del recorrido se ajusta a las necesidades «de este y otros colectivos».

Diez invidentes con sus acompañantes se reunieron con el guía antes de comenzar el recorrido. Allí, con una maqueta a escala del paraje, conocieron las características del terreno a través del tacto. «El camino es como un balcón gigante, que transcurre a lo largo de una pared vertical». Así relató al grupo la experiencia que iban a tener, además de hablar sobre los tipos de roca y algunas curiosidades. También pudieron tocar réplicas arqueológicas de la zona, como una vasija de barro, o una cesta tradicional de mimbre.

Nada más comenzar el recorrido, el grupo se detuvo en la presa de la antigua central hidroeléctrica. El sonido del agua fue clave para comprender la altura a la que se encontraban: «Estar rodeada de naturaleza, la sensación de altura y lo estrecho que es esto, se hace inexplicable», comentó Rosa García. En uno de los puntos del camino en el que la verja de seguridad y la roca del paredón se estrechan, el guía le comentó: «Ahora mismo, debajo de ti no hay más que madera, y después cincuenta metros de vacío». Ella reaccionó entre asustada y emocionada: «¿Cincuenta metros? ¿En serio?». Dio un par de pasos en firme para comprobar que estaba en lo cierto. En ese momento, tanto Rosa como los que contemplaron la escena, sintieron vértigo.

Una experiencia piloto catalogada de «éxito», según los organizadores y los propios visitantes, que, desde el primer tramo reconocieron disfrutar. Las manos se encargaron de sentir la roca, los oídos de escuchar el río, las aves y el viento. El olfato acompañó durante todo el trayecto, un paseo que abre la puerta a un nuevo mundo de posibilidades.

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