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El barro alcanzó una altura de 65 centímetros. Ya no hay barro, pero sí quedan prendas sucias.
La vida sigue, pero con pies de barro

La vida sigue, pero con pies de barro

Familias desalojadas y comerciantes afectados por la tromba tratan de recuperar la normalidad

Francisco Jiménez

Domingo, 12 de marzo 2017, 00:37

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Con el cielo totalmente despejado, gente paseando en mangas cortas, temperaturas veraniegas e incluso con los primeros bañistas disfrutando ya de las playas resulta difícil acordarse de la tromba que la madrugada del domingo 19 de febrero se cebó con los distritos Este y Centro de la capital. Pero por mucho que el clima haya cambiado, la realidad es que hoy se cumplen tres semanas de aquella sobresaltada noche, en la que los 87 litros por metro cuadrado que cayeron en apenas una hora el aguacero de mayor intensidad de la que se tienen registros en Málaga hicieron estragos en viviendas, comercios, oficinas y coches.

Una noche que jamás olvidarán Javier Porta y su esposa Vanessa Dueña, que junto a sus dos pequeños componen una de las tres familias que tuvieron que ser desalojadas por el hundimiento de la calzada en Cerrado de Calderón. Yasí siguen, a la espera de si hay daños en el edificio, al igual que le ocurre a una cuarta familia de Mangas Verdes. «La sensación de no saber cuándo volveremos a casa es terrible», reconoce Javier. Las mismas dudas que angustian a Ángel Rodríguez sobre el futuro de su negocio, una tintorería del Paseo de Sancha que trata de recobrar la normalidad a pesar de que las máquinas siguen estropeadas y para atender a sus clientes tienen que llevar la ropa a otras lavanderías. «Un negocio no puede estar parado», remarca. También camina a medio gas el vivero El Morlaco, donde siguen pendientes de la aseguradora para volver a levantar la estructura que se vino abajo por la granizada. Son sólo tres historias de las miles que hay detrás de la tromba, pero dejan bien a las claras que aunque la vida sigue, para muchos todavía lo hace con pies de barro.

En total, la tormenta dejó un balance de unos dos mil afectados y daños que puedan alcanzar los 7,5 millones de euros, según la última estimación del Consorcio de Compensación de Seguros, que en una primera valoración hablaba de 3.500 damnificados y unos 10 millones. Hasta el pasado viernes, había recibido 1.498 solicitudes de indemnización por un importe total estimado de 6,5 millones. Pese al tiempo transcurrido aún se espera que puedan llegar más, pero a menor ritmo, por lo que consideran que finalmente ronden las dos mil.

Mientras tanto, siguen los gestiones de las presentadas, hasta el punto de que el Consorcio ya ha empezado a abonar las primeras indemnizaciones. De momento, han sido tramitadas y peritadas 202 reclamaciones (13,5%), que han supuesto el ingreso de 325.100 euros. La previsión es que en las próximas semanas se puedan acelerar las visitas de los peritos y toda la tramitación, que se ha visto ralentizada a nivel estatal por la sucesión de inundaciones en pocas semanas desde finales de noviembre hasta febrero. En este sentido, cabe reseñar que, tal y como marca la ley, este organismo sólo se hace cargo de los destrozos causados directamente por inundaciones, mientras que los desperfectos provocados por lluvias, granizadas o filtraciones deben ser atendidos por las aseguradoras.

Ángel Rodríguez Propietario de la tintorería Císter, en el Paseo de Sancha. «Hemos abierto, pero sólo porque un negocio no puede estar parado». Las máquinas de la lavandería siguen estropeadas, por lo que las prendas las llevan a otras tintorerías para cumplir con sus clientes

La tintorería Císter ha vuelto a abrir sus puertas hace unos días, pero básicamente porque «un negocio no puede estar parado». De hecho, sólo está para que los clientes puedan dejar sus prendas (si no tienen prisa porque el plazo de entrega ronda las dos semanas) o ir recogiendo algunas de las que se han podido salvar después de que el agua alcanzara los 65 centímetros de altura en el local. «Esto es una ruina, un desastre», se lamentaba Ángel Rodríguez el día siguiente al temporal, justo cuando se cumplían tres semanas de que este histórico negocio que durante más de medio siglo ha permanecido en el Centro se trasladara al Paseo de Sancha. Han pasado 21 días, pero «la angustia» no se la quita nadie.

«Las máquinas de lavado siguen estropeadas, así que como mucho lo único que podemos hacer es llevar las prendas a otros compañeros, pero eso tiene un coste», afirma el propietario del establecimiento, quien ya ha perdido la cuenta de las horas de limpieza que llevan acumuladas tanto él como la empleada Ángela Romero. «La pobre es la que más está haciendo», puntualiza. Pese al revés que ha supuesto para el negocio, este comerciante prefiere ver el vaso medio lleno, sobre todo porque «no queda otra opción si uno no quiere venirse abajo y estar todo el día comiéndose la cabeza».

A esos arreones de moderado optimismo contribuye la tranquilidad y la comprensión que a diario le trasladan los clientes, tanto los nuevos como los de toda la vida. «Están siendo muy considerados con nosotros y el local ya empieza a parecer otra cosa después de que el barro saliera hasta de las paredes. Poco a poco, vamos tirando», añade. Eso sí, teniendo en cuenta que en un negocio, «dinero que no entra, dinero que se pierde».

Mientras tanto, sigue pendiente del seguro, tanto del Consorcio de Compensación que ya le ha dicho que le cubre la reparación de la maquinaria, pero no la compra de una nueva; y del suyo para poder indemnizar a sus clientes por las prendas dañadas por el agua. Según sus cálculos, el valor de los vestidos y trajes afectados ronda los 40.000 euros.

Javier Porta Vecino de Cerrado de Calderón, desalojado por el hundimiento de la calzada. «La sensación de no saber cuándo volveremos a casa es desesperante». El matrimonio y los dos hijos comparten habitación en el piso de los abuelos a la espera de que se compruebe si hay daños en su edificio

Dos décadas después de que abandonara el nido familiar, a Javier Porta no le ha quedado otra que volver a casa de sus padres. Pero no lo hace solo. Le acompañan Vanessa y los dos pequeños, un niño de 5años y una bebé que acaba de cumplir seis meses. Los cuatro comparten habitación desde aquella madrugada del 19 de febrero en la que esta pareja tuvo que coger a los niños y salir a la calle con lo puesto porque la calzada se la había tragado literalmente la tierra, arrastrando los escombros hasta el muro de su vivienda y llevándose consigo el coche de Vanessa.

Desde entonces, no pasa un día sin que esta familia se asome al enorme socavón de 52 metros de la calle Los Flamencos que de forma indefinida les ha dejado sin casa. Sólo entran de vez en cuando para coger lo básico, pero saltándose las recomendaciones de los técnicos que decretaron el desalojo preventivo hasta que se retire la tierra que prácticamente tapa el muro del edificio y se compruebe si hay riesgo de desplome.

«Nos han dicho que una vez estabilizado el terreno empezarán a quitar los escombros y entonces nos dirán si podemos volver a casa. Espero que todo esto se resuelva ya de una vez, aunque tenemos la suerte de poder contar con mis padres, que viven en el otro extremo del mismo edificio», comenta Javier que, de momento, lo único que ha conseguido recuperar es el coche, un Peugeot azul arrastrado por el desprendimiento y que debido al riesgo de deslizamiento de tierras no ha podido ser retirado hasta el pasado jueves en una compleja operación. Ahora queda por ver si tiene arreglo.

Incertidumbre

«La sensación de no saber cuándo volveremos a casa es desesperante», se lamenta. Tanto o más afectada se muestra Vanessa Dueña. «Estamos en un bucle permanente con la incertidumbre de cuándo podremos recuperar la normalidad. Todo esta situación nos está produciendo un desgaste enorme», admite.

Pese a ello, se va haciendo a la idea de que esa ansiada normalidad puede tardar aún en llegar. «El piso, que es de alquiler, tiene muchas humedades porque llegó a entrar agua y, como es normal, la dueña quiere arreglarlo. Mientras tanto, nos hemos quedado sin coche y sin casa. Estamos buscando otro piso para alquilar, pero no es fácil encontrar algo que no nos obligue a ir en coche al colegio», explica Vanessa mientras sostiene en brazos a su pequeña, pendiente del continuo vaivén de operarios que trabajan en la estabilización del terreno. «Si estuviéramos nosotros dos solos nos arreglaríamos, pero con dos niños la situación se complica muchísimo, y más aún con un bebé».

Una vez terminados los trabajos de contención del terreno mediante pantallas de micropilotes, en los próximos días comenzará a retirarse parte de los escombros para comprobar si existen daños en el inmueble. Si no los hay, las tres familias del edificio Parque Real podrán volver a sus casas. Otra cosa bien distinta es el socavón, que seguirá durante meses hasta que el Ayuntamiento restituya el vial.

Arantxa Agustín. Encargada del vivero El Morlaco. «El daño ha sido enorme, pero poco a poco vamos sacando la cabeza». El centro de jardinería de los Baños del Carmen quedó destrozado tras el hundimiento de la cubierta a causa de la intensa granizada

La fuerte granizada que cayó la madrugada del domingo 19 de febrero echó abajo la cubierta del centro de jardinería El Morlaco. El desplome de la estructura destrozó la mayor parte de las plantas, y las pocas que se podían salvar se perdieron por el hielo. «El daño ha sido enorme», comenta la encargada del establecimiento, Arantxa Agustín, mientras recoloca unos diminutos cactus. Sí, recoloca, porque el negocio, que lleva 18 años, consiguió retomar la actividad apenas una semana después de la tromba con macetas pequeñas (las pocas que se pudieron recuperar) y otras especies traídas de Almería para tener más género que ofrecer a los clientes y no dejar escapar el repunte de las ventas que siempre se produce cuando se acerca la primavera. Eso sí, todas de exterior porque de momento continúan estando a la intemperie.

«Poquito a poco vamos sacando la cabeza y estamos contentos porque al menos hemos vuelto a abrir, pero dependemos del seguro. Si no nos cubre no podremos tirar adelante», advierte la responsable del negocio ubicado a la altura de los Baños del Carmen. En este sentido, el Consorcio ya les informó de que al tratarse de daños causados por el granizo no tienen derecho a compensación por su parte, así que el único colchón es el de la póliza que tienen contratada. La aseguradora les abonará la sustitución de la cubierta, pero por la mitad de los 60.000 euros que cuesta una como la que tenían. Así que toca ajustarse al presupuesto, y hacerlo cuanto antes porque la estructura es fundamental para poder exponer plantas de interior.

Pese al trastorno que ha supuesto, y sigue suponiendo, la encargada del vivero sigue dando «gracias por que la granizada cayera de noche y no hubiera daños personales» y también a los clientes. «La gente nos ha mostrado continuamente su cariño. Ha sido tremendo», procura remarcar Arantxa.

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