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Suelta de palomas con autoridades y colaboradores privados.
La calle Alcazabilla se llena de buenas acciones

La calle Alcazabilla se llena de buenas acciones

El público responde a la segunda edición del Pimpi Solidario con la calle abarrotada y altas expectativas de recaudación

Regina Sotorrío

Miércoles, 1 de marzo 2017, 00:49

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Con la toca cubriéndole el pelo y una camiseta del Pimpi Solidario sobre el hábito, la madre superiora de las Hermanitas de los Pobres atiende tras el expositor. María Montserrat Méndez está emocionada: «Estamos vendiendo tres y cuatro veces más que el año pasado, estamos casi terminando el material». Alguien les ha dado 30 euros por una caja de rosquillas que cuesta cuatro. «La gente es buena», dice. Unos puestos más allá María Jiménez, una joven con Síndrome de Down, está sorprendida de la cantidad de gente que abarrota Alcazabilla con ganas de ayudar a los demás. «¡Me encanta!», exclama. Es la razón de ser de El Pimpi Solidario, un evento impulsado por las bodegas malagueñas que por segundo año consecutivo logró un pleno de buenas acciones.

Quien atravesaba la calle de punta a punta se topaba con payasos haciendo reír a los niños, globoflexia, conciertos, una peluquería solidaria (unos 50 peinados había hecho al mediodía Fuertes y Hermosas, por 5 euros cada uno) y hasta con un desfile de la Legión 501 de Star Wars. «¡Le he dado la mano a uno de los malos!», gritaba un niño a su padre. La cola para hacerse una foto con las fuerzas del lado oscuro se mantendría durante más de una hora. Sonsoles González, de hecho, iba «para un rato», pero viendo el ambiente admitía: «Vamos a estar hasta que aguantemos».

Eso era lo más vistoso, lo que más aglomeraciones generaba por metro cuadrado; pero ni los payasos, ni los peluqueros, ni los soldados imperiales estaban ahí para difundir su labor. Su misión era atraer al público y llamar la atención sobre los verdaderos protagonistas de la jornada, los que siempre trabajan en la sombra, silenciosos y discretos. Dieciséis ONGs montaron sus expositores en un lateral de Alcazabilla, las mismas a las que irá destinada toda la recaudación que se obtenga del restaurante, de la barra exterior, de la venta de productos y de las distintas acciones solidarias. Son el comedor de Santo Domingo, Médicos sin Fronteras, Fundación Harena, Asalbez, Hermanitas de los Pobres, Amfremar, Ángeles Malagueños de la Noche, Asociación Mangas Verdes, Down Málaga, Centro San Juan de Dios, AIOM, Asociación Arrabal, Onda Color, Asociación Altamar, Málaga Acoge y Autismo Málaga.

El año pasado se alcanzaron los 80.000 euros; este año Pepe Cobos, el dueño del Pimpi e impulsor de la iniciativa, aspira a conseguir «el doble». Autismo Málaga obtendrá el 25% de la recaudación, las otras 15 se repartirán el 50%, y el 25% restante se dejará para acciones benéficas puntuales a lo largo del año.

El papel del voluntario

En los stands, pulseras de Los Ángeles Malagueños de la Noche, manualidades de los voluntarios del Comedor de Santo Domingo desde abanicos pintados a broches, corazones verdes hechos a mano por los abuelos de Asalbez, rosquillas de las Hermanitas de los Pobres, merchandising del Pimpi Solidario (camisetas, chapas)... Pero si importante es la ayuda económica, no lo es menos la difusión. El Centro San Juan de Dios recopilaba emails de personas dispuestas a colaborar, mientras el Comedor de Santo Domingo explicaba la importancia del voluntariado para atender a las 180 personas que pasan por sus instalaciones a diario. «Sin dinero no hacemos nada, pero también necesitamos que sepan que existimos», puntualizó Marisol García, presidenta de la Asociación de Enfermos de Alzheimer Bezmiliana (Asalbez). Lo han conseguido: a unos metros las amigas Marina, Toñi, Patricia y Laura lucían broches de corazones verdes sobre el pecho.

En el día de la solidaridad no podía faltar una mención a quien mejor ha representado ese sentimiento. El recuerdo a Pablo Ráez emocionó a Alcazabilla con un vídeo y una carta escrita por el periodista Pepe Palacios a este «ejemplo de vida, lucha e inconformismo». «La enfermedad ha vencido a tu cuerpo pero tu llama sigue encendida en todos nosotros», leyó. Le siguió un manifiesto por la paz y una suelta de palomas que unió sobre el escenario a autoridades públicas y patrocinadores privados.

«Ya hemos colaborado en algo», decía una joven tras hacer una compra. El siguiente paso será que las ganas de ayudar no se queden solo en un día.

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