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Lidya y Tamara, ayer justo en el punto donde su coche quedó bloqueada por la riada que caía por el Paseo de Cerrado de Calderón
«El pánico nos paralizó. Sólo rezábamos para que dejara de llover»

«El pánico nos paralizó. Sólo rezábamos para que dejara de llover»

Lidya, embarazada de casi cuatro meses, y su hermana Tamara relatan «la angustia y el miedo» que vivieron al quedar atrapadas por la tromba

Francisco Jiménez

Jueves, 23 de febrero 2017, 00:35

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«Volver a nacer... Gracias». Ése es el mensaje que Lidya tiene fijado en su estado de Whatsapp desde el pasado domingo. Después de ver el vídeo que circula por las redes sociales del torrente que bajaba por el Paseo de Cerrado de Calderón durante la tromba y el que ella misma grabó desde el interior del coche con el agua golpeando hasta las ventanas, es más que comprensible que tanto esta joven como su hermana Tamara tengan la sensación de que la vida les ha dado una segunda oportunidad después de los aproximadamente 20 minutos que permanecieron atrapadas en su vehículo mientras les embestían otros coches y contenedores arrastrados por la riada.

«No me lo quito de la cabeza, están siendo días muy duros y tengo pesadillas por las noches», reconoce esta chica, cuya principal preocupación era el estado del bebé que espera para dentro de cinco meses. «Tenía tanto miedo que pensé que podría perderlo, aunque gracias a Dios, y también a los bomberos que nos rescataron, se encuentra perfectamente», suspira Lidya buscando con la mirada a Salvador, su pareja, que vivió «la angustia» al otro lado del teléfono. «Estábamos tan bloqueadas que en vez de llamar a emergencias (112) le avisamos a él. El pánico nos paralizó, sólo rezábamos para que dejara de llover», comenta Tamara, que es quien iba al volante. Tres días después del percance, ayer volvió al mismo escenario, donde trataba de alejar los malos pensamientos bromeando con que la próxima vez que vaya a llover se quedarán en casa.

No lo hicieron el sábado por la noche. Tenían entradas para el concierto de jazz que había en los Baños del Carmen y, pese a la previsión de lluvia, decidieron ir. La fuerte granizada les sorprendió a la salida, así que esperaron a que las nubes se tomaran un respiro. «La cubierta del balneario estaba empezando a venirse abajo, así que en cuanto paró de granizar nos fuimos», relatan. Salieron en dirección al paseo marítimo, pero la carretera estaba anegada y las farolas, apagadas, así que optaron por girar hacia Cerrado para coger la autovía. Y se metieron en la boca del lobo.

«Desde abajo veíamos que caía algo de agua, pero en cuanto empezamos a subir, en la primera curva nos encontramos con dos cataratas que salían de los laterales. El coche no avanzaba, y de repente vimos venir hacia nosotras otro coche arrastrado que nos golpeó de frente y nos dejó atravesadas en la carretera. Cuando vas circulando y te dan un golpe no te da tiempo a reaccionar, pero ver cómo el coche venía hacia nosotras sin control fue horrible». La enorme torrentera «la mayor que he visto en mi vida», reconoce uno de los bomberos que participó en el rescate las embestía lateralmente y con tanta fuerza que pensaban que de un momento a otro volcarían o serían arrastradas hasta estamparse. «Le decía a mi hermana que estuviera tranquila y que se preparara porque íbamos a volcar», afirma Tamara, que tiene la muñeca izquierda lastimada. Lidya se llevó un golpe en la cabeza y tiene fastidiado el cuello, pero «lo importante es que el bebé está bien». Lo de menos es el coche, que quedó literalmente destrozado y está en el taller pendiente de que valoren los daños.

Rescate complicado

El cielo permanecía cerrado, pero a ellas se les abrió cuando vieron las luces de dos camiones de bomberos. «Llegaron muy pronto, pero a nosotras se nos hizo eterno. En ese momento nos relajamos un poco, hasta el punto de que pude grabar un vídeo para que mi novio comprobara cómo estábamos», apunta Lidya. Pese a que todo salió bien, el rescate no fue precisamente fácil. «Parecía el Amazonas», apunta un policía local que presenció la escena.

Los propios efectivos del Cuerpo inciden en que llegar hasta el coche parecía imposible por la virulencia de la riada y por los numerosos obstáculos que había entre coches, contenedores y escombros. Finalmente, los conductores de ambos vehículos consiguieron abrirse paso. El primero se detuvo para rescatar a otras dos jóvenes que también habían quedado atrapadas más abajo.

El segundo siguió subiendo y, tras una complicada maniobra, pudo situarse justo encima del coche para hacer de parapeto. Ni por esas lograban desviar el agua lo suficiente como para poder acometer el rescate con plenas garantías. Tuvieron que esperar unos minutos a que bajara el caudal. Entonces sí que pudieron colocarse junto al coche y, sujetos por arnés, desplegar las escaleras del camión y llegar hasta las chicas. Las cogieron en brazos y las sacaron de allí sanas y salvas. «Si no llega a ser por los bomberos... Mejor no pensar lo que nos podría haber ocurrido. Les estamos superagradecidas», remarcan.

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