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Un total de 14 vehículos quedaron atrapados en el garaje del número 60 del Paseo de Sancha.
«Lo peor de todo es que dentro de poco estaremos otra vez igual»

«Lo peor de todo es que dentro de poco estaremos otra vez igual»

Vecinos de la Zona Este reclaman una solución definitiva mientras cinco familias siguen desalojadasde forma preventiva

Francisco Jiménez

Martes, 21 de febrero 2017, 01:23

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Botas de agua, cubos para achicar, la fregona para tratar de retirar el barro y, sobre todo, mucha resignación. Y también indignación. En el Paseo de Sancha, el día después de la tromba no les era para nada extraño. Llueve sobre mojado. Cada vez que las nubes descargan con fuerza se repiten los problemas, pero el torrente que les vino encima la madrugada del domingo es difícil de superar, sólo comparable con las inundaciones de 1989 y las registradas en 2012, cuando la lluvia también hizo estragos en la zona Este. ¿Será la última vez? Probablemente, no. «Lo peor de todo es que dentro de poco estaremos otra vez igual», se lamentaba ayer Pablo Ros mientras sacaba a la calle las sillas, las mesas y los ordenadores de la inmobiliaria que regenta en el número 60 del Paseo de Sancha. No era precisamente el único afectado en el edificio conocido popularmente como La casa de los fantasmas, donde los fantasmas de las últimas inundaciones volvieron a aparecer cebándose con los garajes y los locales comerciales.

«En el 89 perdí dos coches y ahora me tocó otra vez. Cuando llegué me fue imposible sacarlo, así que ahora a esperar a ver cómo está el motor», comentaba Salvador Jiménez justo cuando la grúa sacaba su Mercedes del parking, en el que quedaron atrapados 14 vehículos. Entre ellos aún estaba el Citroën de Diego Morales. «Está en la parte donde hay más barro», explicaba este vecino mientras espera la grúa. «Tienen tanto trabajo que no llevan un retraso de tres horas».

La jornada de ayer también fue intensa para las empresas de desatoros. «Estamos desbordados. Hay muchísimos garajes anegados», reconocía el operario que manejaba la motobomba que extraía el agua de la urbanización Villa Victoria, en un Paseo del Limonar en el que los restos del lodazal recordaban el río en el que quedó convertido la madrugada del domingo.

Como en la confluencia de la calle San Vicente de Paúl, que permanecerá cortada hasta que deje de bajar agua por el arroyo Toquero. Justo en ese punto, Mariví Ruiz se las arregla con dos cubos para seguir retirando el barro de la urbanización en la que trabaja. «En los coches no ha habido problemas, pero los trasteros han quedado destrozados», remarcaba David Benzaquen, presidente de la comunidad de propietarios. Bastante más enojada se mostraba, y con razón, Carmen Leal. La asesoría que regenta en el Paseo de Sancha volvió a anegarse, una vez más. «Hasta que no arreglen la parte alta de los arroyos estaremos sufriendo estos problemas y dentro de poco volveremos a tener esta misma conversación», se quejaba.

Mientras en la zona baja del Limonar trataban de recuperar la normalidad, en el mercado municipal de El Palo hacían lo propio desde las seis de la mañana sacando cubos de agua de los puestos. «Cuando hemos llegado esta mañana estaba todo anegado», afirmaba Pedro Aragón, que se encontró con las neveras del congelador averiadas «y mucho género echado a perder».

Riesgo de desprendimientos

El rastro de la tormenta conducía a Cerrado de Calderón, donde lo más aparatoso era el socavón que se tragó unos 60 metros de la calle Los Flamencos. Tres familias del edificio Parque Real tuvieron que ser desalojadas ayer como medida preventiva ante el riesgo de que la acumulación de tierra pueda derribar el muro de sus casas. De momento, los trabajos se centran en estabilizar los taludes para evitar nuevos desprendimientos y, a partir de ahí, despejar la zona más próxima al edificio para comprobar si hay daños en la estructura. «Pasamos muchísimo miedo viendo cómo la calle se caía a pedazos, retirando los coches para evitar que el corrimiento de tierras los arrastrara y sin saber si había daños estructurales en el bloque», comentaba Ana Vigar, vecina del inmueble y presidenta de la asociación de vecinos de la barriada.

Además de estas tres viviendas de Los Flamencos, también siguen sin poder regresar a sus casas una familia de la calle Andaluces (Cerrado de Calderón) y otra de la calle Charcón (Mangas Verdes), ambas realojadas en hostales próximos a sus viviendas por el Área de Derechos Sociales, que asume los gastos aunque posteriormente le pasará la factura al Consorcio de Seguros.

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