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Ricardo Urdiales (presidente), Marisa Martín (gerente y directora médico) y Rafael Olalla (gerente), con el símbolo de Cudeca.
Cudeca: la mano al final del camino

Cudeca: la mano al final del camino

La fundación celebra 25 años de asistencia integral a los pacientes y a sus familias

Ana Pérez-Bryan

Miércoles, 1 de febrero 2017, 00:08

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Existen muchas maneras de medir la importancia de aniversarios como el que ahora celebra Cudeca. Se puede decir que en estos 25 años han atendido a más de 13.000 pacientes que se enfrentan al final de sus días, que sus 888 voluntarios y 1.500 socios han tejido una tupida red asistencial que no deja caer ni a enfermos ni a familias, que es una fundación de referencia nacional en el aún desconocido ámbito de cuidados paliativos o que donativo a donativo han conseguido un presupuesto anual que ronda ya los 3,5 millones de euros.

Calendario de celebraciones

  • 25 abril. Concierto benéfico de 25 aniversario en el Cervantes.

  • Abril. Presentación de Voluntariado y para público en general.

  • 21 mayo. Marcha por Cudeca (Walkathon).

  • 12-14 junio. Escuela de Verano Internacional.

  • 14 de julio. Cena de gala solidaria.

  • 14 de octubre. Concierto Voices for Hospice.

  • Diciembre. Congreso voluntariado.

  • 15 de diciembre. Light a light (Enciende una luz).

Pero trayectorias como la de Cudeca no se miden en números, sino en historias. Como la de Eva, una de las primeras entusiastas de este proyecto que vio la luz en 1992 y que se dejó la piel en el departamento de cuestaciones hasta que la enfermedad contra la que ella luchaba desde fuera le tocó, pero esta vez desde dentro. Paradojas de la vida, su labor más la que hacía su madre en una de las 18 tiendas benéficas con las que cuenta la fundación en la provincia le permitió llegar al final en paz. Porque detrás de Cudeca se esconde en realidad el acrónimo de Cuidados del Cáncer, una forma de asistir y ayudar a los pacientes en situación irreversible a recorrer en paz y con la atención médica adecuada ese tramo final. Y en ese camino entran también las familias: cuidar al que cuida, dice esa regla de oro.

«Es curioso: cuando los pacientes entran en el centro la mayoría dice: Ay, qué tranquilidad, y eso a pesar que a veces ni hemos empezado a hacer nada». Quien celebra este logro íntimo capaz de aplastar la contundencia de cualquier cifra es Marisa Martín, directora médica de Cudeca que aún se emociona al recordar a Eva. Y a Lola, que se fue no sin antes dejar su testimonio en el documental Al escuchar el viento, recientemente estrenado y que deja constancia en imágenes de esa labor difícil pero gratificante de agarrar la mano del que se va, son todo lo que eso implica. Y eso, en una sociedad acostumbrada a medir la enfermedad en función de los éxitos y avances que se tienen sobre ella y que aún ve como un tabú la muerte, representa un logro impagable e imprescindible.

Como los hospices

Esta necesidad de estar «hasta el final» la vio clara a principios de los 90 la fundadora de Cudeca, Joan Hunt, una británica afincada en la Costa del Sol que tuvo que hacer frente a la muerte de su marido, Fred, en un país extranjero y sin apenas tradición en cuidados paliativos, hasta el punto de que Málaga sólo contaba con una pequeña unidad en el Hospital de la Cruz Roja. Ella, que mientras estuvo en activo en su país fue empresaria y que conocía bien la extraordinaria labor que hacían los hospices, decidió no dejarse vencer por el reciente duelo y se embarcó en trasladar esa fórmula a la Costa del Sol. Los comienzos no fueron sencillos, pero Joan reclutó rápidamente para su proyecto no sólo a Marisa, sino también al abogado malagueño Ricardo Urdiales, que era su vecino en Fuengirola, y juntos comenzaron a construir una asociación que hoy ya es una fundación. 25 años después, Joan, Ricardo y Marisa siguen en el mismo barco... al que se fueron incorporando primero residentes extranjeros en la costa y posteriormente malagueños, instituciones y empresas.

«Desde el principio nos centramos en la profesionalización y la transparencia aplicada a la búsqueda de recursos», recordaba ayer el propio Urdiales durante el acto de presentación en El Pimpi de las celebraciones previstas en 2017 con motivo de las bodas de plata. Basta como ejemplo de esa máxima de la transparencia la anécdota que Ricardo y Marisa contaban sobre Joan, que no pudo asistir a la cita de ayer por problemas de movilidad: «Con el primer dinero que recaudamos quisimos contratar enseguida un equipo médico de atención domiciliaria; pero ella dijo que primero se necesitaba un secretario que diera cuenta a los socios de dónde iba cada euro que aportaban». Que las cuentas claras son compatibles con la humanidad.

De hecho, «Cudeca no existiría sin el apoyo de la comunidad». Así de claro lo tiene el subgerente de la Fundación, Rafael Olalla, quien se encargó de poner negro sobre blanco las cifras que han ido construyendo el proyecto a lo largo de los años. De hecho, de los 3,5 millones de euros de presupuesto con los que Cudeca trabajó el pasado año, sólo el 25% (538.000 euros) proceden del concierto con la Junta de Andalucía para asistir a los pacientes en fase terminal en la provincia de Málaga Cudeca asiste en concreto a la zona de la Costa del Sol, Guadalhorce, una parte de Málaga capital y Rincón de la Victoria.

El resto de los ingresos proceden en buena parte de sus 18 tiendas benéficas (casi un millón) o de las herencias que reciben, que superan los 700.000 euros y que proceden sobre todo de los residentes extranjeros aunque la fórmula va calando cada vez más entre los españoles. Las donaciones, los eventos o las cuotas de los socios, entre otros, terminan de dar forma a este proyecto en el que cada año ojo «se empieza de cero». Por eso, dicen, «seguimos necesitando la generosidad de todos». «Al fin y al cabo nunca se sabe lo necesario que es ese acompañamiento hasta que no te toca a ti», decía a modo de broche y tirando de experiencia personal el periodista Domi del Postigo, presentador del acto y convertido ya en uno más de esta gran cadena que con su trabajo honra la vida de los que están a punto de terminarla. Y ése es, al final, el mejor regalo de aniversario.

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