Borrar
«Mi amiga me despertó cuando abusaban de mí; tenía los ojos abiertos, pero no recuerdo nada»

«Mi amiga me despertó cuando abusaban de mí; tenía los ojos abiertos, pero no recuerdo nada»

«Me echaron algo en la bebida, fue como si apagaran la luz», cuenta una mujer malagueña drogada por dos hombres, que han sido condenados

JUAN CANO

Domingo, 15 de enero 2017, 01:17

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Se conocieron de copas en el Centro de Málaga y se intercambiaron los teléfonos. Él, «supereducado y correcto», se presentó como piloto y le mostró algunas fotos donde se le veía subido en un avión. Ella lo creyó y aquella noche, cuando la invitó a su casa, no desconfió. «Estoy con Javi, vente con alguna amiga y os tomáis algo aquí», le dijo Carlos por teléfono.

Era Navidad. Marina llamó a Raquel -son nombres ficticios- y juntas fueron a ver a Carlos, que vivía en Alhaurín de la Torre. «Yo me senté a su lado y Raquel, al lado de Javi. Insistían mucho en que tomáramos algo de alcohol. Mi amiga sólo bebe cerveza y ellos decían: 'No, no, te tienes que tomar un ron o un whisky'. Al final, accedimos y ellos se metieron dentro a prepararlos», relata Marina (45 años).

Marina se bebió más de la mitad del ron con naranja que le sirvieron mientras el grupo charlaba tranquilamente. «El ambiente era muy bueno, no nos podíamos imaginar que íbamos a acabar como acabamos...». La sentencia, que condena a Carlos y a Javi a seis y dos años de cárcel, respectivamente, recoge que los acusados disolvieron varias pastillas de 'trankimazin' en sus bebidas, «pero yo estoy convencida de que nos echaron burundanga, porque nos anuló por completo», añade ella.

Pintada delatora

Y la «película» termina ahí, cuando la copa empezaba a estar medio vacía. «Fue como si me hubieran apagado la luz», describe esta malagueña. Del resto de la noche sólo retiene, como un flash en la oscuridad, los gritos de Raquel. «Mi amiga me despertó porque los dos estaban abusando de mí. Tenía los ojos abiertos, según me dice mi amiga, pero yo no me enteré absolutamente de nada. No me acuerdo de que abusaran de mí, ni de cuántas horas estuvimos allí. No sé cómo fui a mi casa, cómo subí las escaleras para llegar al segundo sin ascensor donde vivo, ni en qué momento me desnudé para meterme en la cama. La pesadilla la descubro a la mañana siguiente...».

Al ir al baño, se dio cuenta de que el asiento del váter había quedado tiznado de azul. «Me miré y vi que me habían hecho una pintada detrás del muslo. Ponía: 'Métemela por aquí'. Al principio me iba a morir, pensé que era un tatuaje, pero luego me di cuenta de que lo habían escrito con rotulador. Ahí es cuando llamo a Raquel. Ella sí se acordaba de más cosas. Me vio con los ojos muy abiertos, completamente quieta, y empezó a chillar y a insultarles. Menos mal que ella reaccionó y tiró de mí. Sin embargo, tampoco recuerda cómo salimos de la casa, qué carretera cogimos para volver a Málaga, ni a qué velocidad. Es como si fuéramos autómatas, como dos robots. A pique de habernos matado por el camino...», relata Marina, que sospecha que a ella le hizo «más efecto» por una medicación que estaba tomando para controlar la tensión.

Las dos comprobaron que habían llegado a casa sin bragas y los botines de ante que llevaba Marina estaban rozados por el tacón, por lo que cree que la metieron en la casa -se tomaron la copa fuera- arrastrándola de las axilas. «Las dos coincidimos en que teníamos que denunciarlo, pero no fuimos en ese momento porque nos sentíamos con la cabeza trastornada y nos quedamos todo el día acostadas». A la mañana siguiente, acudieron a la Comisaría Provincial y le contaron a los agentes lo que les había pasado. «La verdad es que se tomaron mucho interés, y nosotras colaboramos en todo lo que nos pidieron. Me parece estupendo que ahora exista un protocolo para investigar estos casos, aunque debería existir de antes. Hay que tomar conciencia de que es una realidad», opina.

Agentes del Grupo Mujer-Menor (Grume) de la Policía Nacional detuvieron a Carlos y a Javier tras la denuncia de las dos mujeres. Al registrar la autocaravana de Carlos, los agentes encontraron «una bolsa llena de bragas de mujer», apunta Marina, que al instante precisa: «Pero no estaban las nuestras». Los dos hombres fueron condenados en febrero de 2015. Además de las penas de prisión, la Audiencia Provincial les prohibió a ambos acceder a las aplicaciones de contactos y redes sociales durante ocho y cinco años, respectivamente.

Marina ya casi no tiene pesadillas y consigue conciliar el sueño al caer la noche, aunque se ha vuelto mucho más desconfiada. «No me fío ni de mi sombra», expresa esta víctima de la sumisión química, una de las pocas que ha logrado demostrar en los tribunales que la narcotizaron para abusar de ella. «Nosotras, al fin y al cabo, somos mujeres adultas y tenemos cierta edad. ¿Y si cogen a niñas? Les destrozan la vida».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios