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Varios matrimonios rumanos viven en unas tiendas de campaña instaladas en Bodegueros.
Chabolas en los terrenos de Repsol

Chabolas en los terrenos de Repsol

Familias malviven entre los escombros que se acumulan en los terrenos de Repsol mientras el futuro de la parcela sigue en el aire

Francisco Jiménez

Miércoles, 9 de noviembre 2016, 01:02

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En una mano, un cubo con un lechuga y varias naranjas. En el bolsillo de la rebeca sobresale un vaso de plástico con unas cuantas monedas. Y en la otra mano, una bolsa de unos grandes almacenes con un nórdico, que el frío ya empieza a apretar por las noches. «Me lo ha dado una mujer para que podamos dormir», explica con una enorme sonrisa María (nombre ficticio) mientras se dirige a su hogar. Su verdadera casa está en Bucarest, donde crecen sus hijos y a los que procura enviar todo el dinero que consigue pidiendo en la puerta de un supermercado. Pero su vida y la de su marido hace semanas que está en unas chabolas en los terrenos de Repsol, los mismos sobre los que los políticos discuten sobre si deben levantarse cuatro rascacielos de viviendas o destinarse a un bosque urbano.

Ajenos al debate sobre el futuro uso de esta parcela de 17 hectáreas, que a día de hoy no es más que una gigantesca escombrera, una veintena de personas han encontrado un improvisado techo bajo el que cobijarse. Los más visibles son un grupo de rumanos instalados en ocho tiendas de campaña junto al muro que da a la calle Bodegueros. «Sólo venimos a dormir, no queremos problemas con nadie», se esfuerza en remarcar el esposo de María mientras supervisa el jornal que ella le trae. Y así es, porque más allá de su presencia, poco ruido hacen. «Las casetas llevan bastante tiempo, pero nunca se meten con nadie», corrobora Lucía Gil, que suele pasear a sus perros por la parte más despejada de la parcela, la situada más al norte por encima del vial del futuro bulevar. «Más adentro no me meto», añade esta joven, refiriéndose a la zona central de la finca, donde la vegetación sirve para ocultar varios asentamientos más, tal y como informaba ayer la cadena Ser. «Por aquí siempre ha habido gente viviendo. Salvo casos contados, no suelen crear problemas, ya que lo único que buscan es un lugar donde vivir», comenta Cristóbal Ruiz. Lo que sí que molesta a este vecino de la avenida de Europa es el estado de abandono en que la parcela está sumida desde que la petrolera desmanteló los depósitos hace 15 años. «A ver si los políticos se dejan de tantas historias y se ponen de una vez de acuerdo para adecentar todo esto», se queja. Un aspecto que, a corto y medio plazo, tiene pocos visos de cambiar a tenor del bloqueo institucional reinante ante la negativa del alcalde a renunciar a los rascacielos pese a que toda la oposición (que le deja en minoría) quiere menos ladrillo y más zona verde.

Los tres grupos de izquierdas en el Ayuntamiento (PSOE, Málaga Ahora e IU-Málaga para la Gente) lo tienen claro y no aceptan otra propuesta que no sea crear un bosque urbano tal y como contemplaba el Plan General de Ordenación Urbanística (PGOU) de 1983 para esta parcela enclavada en una de las zonas con mayor densidad de población de Europa. O al menos que sean los malagueños los que lo decidan a través de una consulta popular que insisten en celebrar pese a la negativa del equipo de gobierno del PP a convocarla con el argumento de que es «inviable jurídicamente». Con Ciudadanos en una posición intermedia (propone reducir la edificabilidad para obtener 124.000 metros cuadrados de zona verde), lo cierto es que la única salida para darle algún uso a este enorme erial, convertido en símbolo del abandono, pasa por un acuerdo político. Mientras tanto, la vida sigue en los terrenos de Repsol, aunque sea en chabolas.

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