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La acumulación de basura y el estado de abandono marcan el día a día en esta enorme pastilla de terreno.
Terrenos de Repsol: Ni rascacielos ni bosque urbano ¿y ahora qué?

Terrenos de Repsol: Ni rascacielos ni bosque urbano ¿y ahora qué?

Sin consulta ciudadana y sin acuerdo político, el futuro de los terrenos de Repsol vuelve al limbo en el que lleva inmerso desde que se desmantelaron los depósitos

Francisco Jiménez

Domingo, 30 de octubre 2016, 01:45

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De momento, ni rascacielos ni un bosque urbano a imagen y semejanza del Hyde Park de Londres o El Retiro de Madrid. El futuro de los terrenos de Repsol sigue anclado en la misma incertidumbre de los últimos años. O más si cabe, porque si antes fue la crisis la que echó por tierra la ambiciosa apuesta para levantar cuatro rascacielos de hasta 34 plantas, otras tantas torres para VPO, zonas comerciales, un hotel y un parque; ahora se le añade el bloqueo institucional reinante ante la negativa del alcalde a rebajar la edificabilidad pese a que toda la oposición (que le deja en minoría) quiere menos ladrillo y más zona verde.

Una vez que el equipo de gobierno del PP ha enterrado las posibilidades de celebrar una consulta ciudadana para decidir los usos de esta parcela de 177.548 metros cuadrados enclavada entre las avenidas de Europa y Juan XXIII, el primer escenario que se dibuja es el de los grupos de izquierdas (PSOE, Málaga Ahora e IU-Málaga para la Gente) plantando batalla en los despachos y echándose a la calle junto a colectivos ciudadanos abanderados por la plataforma Bosque Urbano Málaga para seguir exigiendo que sean los malagueños los que decidan con su voto. Pero más allá de las acciones reivindicativas que se puedan desarrollar, lo cierto es que la única salida para darle algún uso a este enorme erial, convertido en símbolo del abandono desde que los depósitos de petróleo fueron desmantelados en 2001, pasa por un acuerdo político.

Dado que el bloque de izquierdas no acepta otra propuesta que no sea pintar de verde los planos tal y como contemplaba el Plan General de Ordenación Urbanística (PGOU) de 1983 para esta parcela enclavada en una de las zonas con mayor densidad de población de Europa, los esfuerzos del PP durante los meses en los que ha alargado el debate sobre la consulta ciudadana se han centrado en buscar un acercamiento con Ciudadanos, que además de ser su socio de investidura defiende una solución intermedia. En esos contactos, los populares han llegado a sacrificar una de las tres torres que le corresponden a la ciudad (la cuarta es de la Sareb o banco malo) para salvar el resto. La formación naranja pidió que se eliminara otro rascacielos más, y el gobierno se comprometió a estudiarlo.

Freno del alcalde

Eso fue hace un mes, pero todo quedó en papel mojado cuando el alcalde desautorizó a su propio equipo para seguir apostando por mantener los 177.548 metros de techo edificable previstos. Eso sí, quitando la mitad de las viviendas y sustituyéndolas por oficinas, además de comprometerse a destinar el dinero que se obtenga a la creación de más zonas verdes en otros puntos de la ciudad.

Así que vuelta al principio. En la formación naranja se muestran dispuestos a sentarse las veces que sean necesarias para desbloquear el proyecto, pero siempre que sea para negociar, no para que De la Torre trate de convencerles por agotamiento. En este sentido, cabe remarcar que los populares gobiernan en minoría, por lo que necesitan apoyos incluso para aprobar el proyecto de urbanización de la parcela. «Si el alcalde no quiere, no habrá consulta, pero si el resto de grupos nos mantenemos coherentes en nuestra postura, tampoco habrá torres», le recordaba hace unos días el portavoz de IU-Málaga para la Gente, Eduardo Zorrilla.

Pese a todo, en las filas populares se lo toman con relativa calma, bien amparándose en la hipotética llegada de un inversor que convenza al resto de grupos sobre las bondades de las torres, bien dejando pasar el mandato con la esperanza de que las elecciones de 2019 le den la mayoría necesaria para seguir adelante con su proyecto. Si a esta encrucijada política se suma ahora que la Junta de Andalucía ha exigido un estudio sobre el nivel de contaminación de los suelos, la realidad es que a los vecinos de la zona aún le quedan muchos años que aguantar para dejar de vivir junto a un enorme descampado que para lo único que sirve, en el mejor de los casos, es para acumular basura y para pasear al perro, aunque sin adentrarse demasiado.

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