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Vivas posa con toda su familia (padres, hermanos, sobrinos y su pareja), de noche en las calles de Suiza tras su plata europea en peso.
Un estío inolvidable el de 2014

Un estío inolvidable el de 2014

El atleta malagueño celebró en apenas un mes su plusmarca personal en lanzamiento de peso, una plata europea y su boda con su novia de toda la vida

Pedro Luis Alonso

Miércoles, 17 de agosto 2016, 00:43

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La vida de los deportistas élite implica numerosas renuncias. La infancia de Borja Vivas (Málaga, 1984) fue hasta cierto punto la normal, con veranos de playa y ocio con amigos. Sin embargo, una vez que se convirtió en el mejor lanzador de peso nacional, las exigencias del atletismo han conllevado un sacrificio que en determinados momentos parece que no concede compensación. «Los veranos son siempre complicados, porque en el mes de julio y agosto está todo el mundo de vacaciones. Oyes cómo tus amigos se van a la playa, y a uno le toca venir a Carranque a entrenarse. Es como un deja vu, luchar contra la tentación», explica de un modo elocuente.

Si hay que destacar un estío en la vida de Vivas es el de hace dos años. Aún reciente, lo supuso todo para él en lo deportivo y en lo personal: plusmarca personal (21,07 metros en Alcobendas el 27 de julio), medalla de plata en el Europeo de Zúrich (11 de agosto) y su boda con su novia de muchos años, Vicky Puga, que fue unos días más tarde. «Lo recuerdo todo con mucho cariño», reconoce un Vivas al que no le cuesta ir enumerando anécdotas y detalles de aquel mes de ensueño.

Todo se inició en Alcobendas, en los Campeonatos de España al aire libre. «Estaba toda mi familia y amigos en Madrid, porque vinieron diez o doce. Todo empezó como una competición normal. Venía con 20,70 de marca personal hechos en Carranque una semana antes y estaba como en racha... Pero de ahí a lanzar 21,07 es un salto. Se ha podido comprobar luego que es muy difícil», admite, y de hecho no ha vuelto a superar por el momento esa frontera psicológica para el lanzador de los veintiún metros, de una bola que pesa más de siete kilos.

La segunda estación fue Zúrich (suiza). «El objetivo era meterse en la final. Estaba quinto en el ranking europeo ese verano. Allí pude hacer ese lanzamiento largo que nunca sale, y las medallas suelen estar ahí. En la clasificación me metí en el segundo tiro. Pedían 20,10, y en el segundo lanzamiento hice 20,50. El día de la final Tobalina (su gran rival nacional en este momento) me superó en el primer lanzamiento y en el segundo ya hice 20,89. Ya no los volví a superar, me quedé en 20,40. Se trataba de esperar y controlar si eso valía medalla. En el último tiro, cuando ya sabía que no me habían superado, empecé a asimilarlo», evoca.

Sin chándal para el podio

Después llegó el problema con la indumentaria en el podio, junto a Storl y Majewski, dos leyendas: «Tenemos dos chándals, el de calentamiento y el de la ceremonia de premios. Cambian un poco el diseño. Pensé que este no lo iba a necesitar, así que me dejaron uno al final y fui al podio con la parte de arriba de ese y los pantalones normales... Se ve en las fotos. La falta de costumbre...».

También fue atípica su rueda de prensa. «Era en inglés, y con lo feliz que estaba me puse a hablar en español, aunque me hicieran las preguntas en ese idioma», relata un Vivas que en realidad no se defiende del todo bien en la lengua de Shakespeare. «Nada más terminar llegaron las felicitaciones, como la de la Casa Real o de Presidencia del Gobierno por email o burofax. Me llamaron el alcalde de Málaga, el presidente de la Diputación o radios nacionales. El control antidopaje hizo que no saliera hasta las once, y a la llegada al hotel, me llevé una ovación del equipo español sentado en la mesa para cenar».

Vivas no se despegó del metal. «Dormí con la medalla puesta, y no quise contestar todavía las llamadas al móvil, aunque tenía el buzón lleno», se sincera el atleta. «Al día siguiente paseé por el centro de Zúrich con la familia continúa, y la gente local me reconocía y me paraban para felicitarme. Yo iba solo con un polo de la Federación, pero allí hay una gran cultura de atletismo. Me pedían fotos y autógrafos».

Como escenario de su mayor gesta deportiva, y pese a las temperaturas poco veraniegas, Vivas guarda un gran recuerdo de Zúrich . Estaban allí sus padres, su entonces novia, su hermano con su mujer y su hija, su hermana con su marido y dos niños (tres sobrinos en total), y su inseparable entrenador, Tomás Fernández. «A la vuelta hubo un recibimiento muy especial también en el aeropuerto», continúa.

Un par de semanas después fue la boda, a finales de agosto. «Ya estaba organizado todo, porque la mayoría de los deportistas tenemos tan poco tiempo. Tratamos de agilizar pronto lo grande, pero en los días previos surgieron muchas cosas», explica. «Fuimos unos 110 invitados», añade. La ceremonia fue en una iglesia de Mijas pueblo, y la celebración en una casa cercana que alquilaron. «Mi ilusión era el día antes hacer una especie de despedida allí de soltero, con mis amigos, aunque no hiciéramos nada especial». Y como colofón a un verano inolvidable, la luna de miel: «Nos fuimos de viaje a mitad de septiembre. Un crucero a Hawái y, después, estuvimos en San Francisco y Los Ángeles. Son días en los que te desentiendes del deporte y que siempre necesitamos».

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