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La A-7 a la altura de San Pedro Alcántara, uno de los puntos con más atascos de la provincia.
Un verano de atascos

Un verano de atascos

Como cada agosto, las carreteras de la provincia se vuelven a mostrar insuficientes ante la avalancha de vehículos

Juan Cano

Domingo, 14 de agosto 2016, 00:38

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La escena se repite cada domingo en una carretera de la provincia. O en varias a la vez. Alcance leve entre dos coches. Los conductores tratan de apartar sus vehículos ocupando parte del arcén si lo hay para comprobar los daños y rellenar el parte amistoso. A partir de ese momento, la vía se convierte en un embudo por dos factores que, para colmo, suelen ir de la mano: la circulación intensa y el efecto mirón.

Cada verano, las carreteras de la provincia se someten a una prueba de fuego ante la tradicional avalancha turística y el éxodo playero de los fines de semana. La cuestión que se plantea es si la red viaria malagueña es capaz de absorber una población visitante que llega a triplicar a la residente. Sólo hay que armarse de valor un domingo por la tarde cualquiera y salir con el coche a dar una vuelta para encontrar la respuesta. Fuentes de Tráfico subrayan que la mejora en infraestructuras ha sido muy notable en los últimos años, con la puesta en marcha de la autopista de Las Pedrizas, la hiperronda o el soterreamiento en San Pedro Alcántara, pero reconocen que algunas carreteras, en determinados tramos, se han quedado pequeñas. El problema es el de siempre: se proyectan sin previsión suficiente y cuando entran en servicio, 10 o 15 años después, nacen ya congestionadas.

Los datos de movilidad en los grandes ejes así lo avalan. Este verano, histórico en el apartado turístico, la autovía A-7, que cruza de un extremo a otro el litoral malagueño, ha experimentado un considerable aumento de la circulación, especialmente en el margen oriental, donde se ha incrementado un 5% respecto al verano de 2015. En la parte occidental, el repunte ha sido del 2,4%, cifra condicionada por la existencia de un itinerario alternativo de la autopista de peaje. Sólo la A-45, sembrada con los polémicos radares fijos y móviles, baja al mismo ritmo que sube el tráfico en la autopista de Las Pedrizas.

Con estos números, hay tres tramos que se están viendo especialmente afectados por la intensidad circulatoria y la propia incapacidad de la vía para absorberla: la variante de Rincón de la Victoria y los 77 kilómetros de A-7 (antigua N-340) desde Fuengirola, justo después del Higuerón, hasta Manilva, incluidos los puntos donde confluyen la autopista de peaje y la gratuita.

En Marbella, una ciudad que en esta época del año triplica su población, el colapso es diario. El punto negro más conflictivo para la circulación, donde las caravanas se repiten incluso en horas de madrugada, es la A-7 a su paso por Puerto Banús cuyos accesos se demuestran claramente insuficientes para absorber todo el flujo de tráfico que genera ese punto clave de atracción turística.

Durante todo el verano el principal punto negro está a partir del kilómetro 174, donde confluyen el tráfico en dirección Estepona de la autovía y el que proviene del casco urbano de la ciudad a través de la antigua carretera nacional 340 (hoy avenida Príncipe de Hohenlohe). Son dos kilómetros, hasta la entrada en el túnel de San Pedro y el desvío hacia la carretera de Ronda, que se convierten en una auténtica ratonera para los conductores durante la época de mayor afluencia.

La obra del soterramiento de San Pedro, una actuación largamente reclamada por la ciudad y que lleva cuatro años en servicio, apenas ha contribuido a aliviar los atascos en ese punto. Aunque ha dado lugar a la eliminación de semáforos y a hacer más fluido el tráfico en dirección a Estepona, su puesta en marcha ha desnudado otra de las carencias de la zona, como son los accesos al casco urbano de San Pedro y la insuficiencia de la carretera de Ronda, cuyos únicos carriles en cada dirección se convierten en un embudo y acaban colapsando la A-7. Los cerca de dos kilómetros que separan el kilómetro 174 y el túnel son durante el verano el escenario de una caravana continua.

El otro sector que supone una prueba de la vulnerabilidad de la infraestructura viaria de Marbella es la propia A-7 entre la urbanización Riviera y el acceso al casco urbano de Marbella a través del arco. Se trata de más de 20 kilómetros de la antigua carretera nacional 340 que el paso del tiempo y el desarrollo urbanístico de la zona han salpicado de entradas y salidas de urbanizaciones que no tienen otra forma de conectarse entre sí que a través de la propia autovía. Esta circunstancia, unida a las numerosas curvas que conforman su trazado y el alto índice de siniestralidad que generaban, impulsó a Fomento a reducir hace cinco años la velocidad máxima permitida, cuyo límite máximo quedó fijado en 80 kilómetros por hora. Aquella medida provocó la protesta de los usuarios e incluso una moción de rechazo del Ayuntamiento de Marbella, pero se ha mantenido en el tiempo.

En 2008, con Magdalena Álvarez al frente del Ministerio de Fomento, el Gobierno central anunció un proyecto valorado en 54 millones de euros para remodelar los accesos directos a la antigua carretera nacional 340 entre Marbella y Estepona, a lo largo de 21,9 kilómetros, en concreto desde la zona de la urbanización Panorama hasta Las Chapas, en Marbella, y en un tramo de once kilómetros entre ese municipio y Estepona. Este proyecto preveía la eliminación de los peligrosos accesos directos a la autovía mediante viales de servicio o carriles de trenzado para enlazar la salida y entrada de vehículos como si se tratara de un tercer vial natural.

Proyecto abandonado

Este proyecto fue posteriormente abandonado y en su lugar el Ministerio adoptó como única medida para reducir la siniestralidad la bajada de límite de velocidad de 100 a 80 kilómetros por hora. Esta circunstancia se une a los elevados precios de la autopista, que en verano y en Semana Santa, las dos épocas del año en la que su utilización resulta más necesaria por el incremento del número de vehículos, aumenta su tarifa de manera significativa. El tramo entre Fuengirola y Marbella (18 kilómetros de autopista) escala de 4,55 a 7,40 euros, resulta disuasorio para los usuarios, especialmente para quienes tienen que utilizarla diariamente

Pese a esta situación, cuatro municipios de la Costa Marbella, Estepona, Mijas y Fuengirola aprobaron en 2013 sendas mociones para solicitar para el cambio de categoría de la A-7, que volvería a denominarse N-340 (el anterior cambio de nomenclatura se produjo en 2003, al pasar de carretera convencional a autovía por real decreto), lo que dejaría en manos de los consistorios la posibilidad de ejecutar actuaciones como rotondas, nuevos accesos a los núcleos urbanos, tratamiento de márgenes con jardinería e infraestructura para otros modos de transporte, que favorecerían las comunicaciones locales e interurbanas y, en consecuencia, la integración de la carretera en el territorio urbano que atraviesa. Por ejemplo, en Fuengirola, donde la iniciativa fue respaldada por PP y PSOE, con la abstención de IU, se planteaba una glorieta en la zona de Miramar.

La petición se fundamentó en un completo informe redactado y consensuado por los servicios técnicos municipales de los cuatro ayuntamientos relativo a las «Consideraciones sobre la necesaria transformación de la autovía A-7 en carretera convencional N-340. Tramo: Guadiaro-Fuengirola. Puntos kilométricos 133 al 213». Una larga denominación con una conclusión tajante: la A-7 «no reúne las características necesarias establecidas por la normativa vigente para poder considerarse como autovía».

Informe

El informe criticaba que el cambio de nomenclatura en 2003 pasó de ser N-340 a A-7 mediante un real decreto se tomó sin el concurso de los ayuntamientos afectados en una decisión unilateral de la administración central. El caso es que los informes técnicos en los que se basó esta propuesta sostienen que la A-7 ya no puede ser considerada una autovía: tiene la citada limitación de velocidad cuando en autovías está fijada en 110 o 120 kilómetros por hora y presenta varias rotondas para cruce a nivel, accesos a parcelas colindantes. Además, es utilizada habitualmente por ciclomotores y ciclistas y hay presencia de peatones en aquellos tramos en los que existen aceras dentro del dominio público de la carretera.

Fuentes del Ministerio de Fomento han confirmado a SUR que actualmente el proyecto, «a petición de varios ayuntamientos», recalcaron está en fase de estudio y aún no se ha tomado una decisión al respecto. De aprobarse definitivamente, no sólo implicaría que los ayuntamientos puedan llevar a cabo actuaciones de mejora en sus tramos urbanos, sino un importante cambio en toda la señalización. De esta forma, el usuario se encontraría con una sola señal azul, la que invita a entrar en el peaje, y una blanca, la de la antigua N-340, que ahora pasaría a llamarse de otro modo. La pretensión es que el conductor de largo recorrido, que viene de vacaciones o esporádicamente, tome la autopista de peaje y, con ello, se descongestione la actual A-7.

Sin embargo, este proyecto es ahora rechazado por el Ayuntamiento de Marbella, que considera que su implantación no sólo agravaría la situación de los atascos, sino también que obligaría a los usuarios a hacer frente a unas tarifas de autopista los concesionarios serían los grandes beneficiados inasumibles para la mayoría de los bolsillos.

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