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Belén Benito, con su hija en brazos, en la habitación del hospital
Provocan el parto a una mujer que se rompió el tobillo por el mal estado de un sillón del Materno

Provocan el parto a una mujer que se rompió el tobillo por el mal estado de un sillón del Materno

Belén Benito acudió a urgencias embarazada de 40 semanas y, al bajarse de la camilla, la banqueta donde se apoyan los pies le «hizo un falso» y se cayó, según denuncia

Juan Cano

Lunes, 23 de mayo 2016, 00:39

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Lo habían ido dejando, «como le ocurre a muchas parejas jóvenes hoy día», pero al final decidieron dar el paso y buscar un hermanito para Álvaro. No tardó en quedarse encinta y, al poco, les confirmaron que esperaban una niña, Martina. La parejita. Pero la felicidad del embarazo se torció por un accidente en la sala de urgencias del Hospital Materno. El soporte para los pies del sillón donde se recostó durante la prueba se encontraba «en mal estado» y, al bajarse del mismo, le hizo «un falso» y cayó al suelo. La maternidad, a partir de ahí, no fue como había imaginado.

Belén Benito se rompió el tobillo y los médicos se vieron obligados a adelantarle el parto. La sometieron, a la vez, a una doble operación: primero, la cesárea para traer al mundo a Martina y, después, la intervención para corregirle la fractura. La mujer ha puesto el caso en manos de la Asociación El Defensor del Paciente; su abogado en Málaga, Francisco Damián Vázquez, ha presentado ya una reclamación contra el Servicio Andaluz de Salud (SAS) por los «daños y perjuicios» sufridos y por el «riesgo de haber perdido a su bebé».

Había tenido muchas contracciones todo el fin de semana, así que el lunes 7 de marzo, un día antes de la cita programada, decidió acudir al Materno. Belén estaba de 40 semanas. «No tardé en entrar. Me pasaron a la consulta número 2 de urgencias y me subieron al potro. En el suelo había restos de sangre de otra persona; les dije que estaba mojado y lo limpiaron», detalla la parturienta, que iba acompañada por su marido.

La palabra que más se repite en su relato, que se mezcla con las lágrimas, es «dolor». «Al subirme al sillón, me apoyé en el reposapiés y pensé uy, cómo está esto. Cuando fui a poner el otro pie, me di cuenta de que la banqueta estaba coja y me balanceaba. Me di la vuelta y me senté», explica la mujer. El matrón la reconoció y comprobó que el cuello del útero «no estaba borrado», por lo que aún no se encontraba de parto.

El sanitario le tenía cogido el brazo derecho al bajarse, «aunque no muy fuerte», recuerda. «Te ves sentada ahí continúa, con esa pedazo de barriga... Iba tanteando con un pie para apoyarlo en el banco, que estaba cojo. Al poner el otro, me hizo un falso y me caí». El propio informe del hospital recoge, literalmente, que «el reposapiés es algo inestable».

Imágenes del reposapiés

Belén cayó sobre sus nalgas y el pie derecho se le torció. «Yo me vi el hueso fuera. Mi marido, que estaba detrás de la cortina, vino corriendo tras escuchar el golpe y empujó hacia dentro para recolocármelo. Fue horrible. Prefiero parir otra vez que el dolor que yo aguanté. Era como si se te hubieran echado 20 personas encima». El tobillo se le rompió por los dos lados (tibia y peroné). «Aquello se llenó sigue de médicos, matrones, enfermeras... Yo repetía una y otra vez: ¡Por favor, hacedme algo!. Me pusieron corriendo los monitores y me dijeron que la niña se veía bien. Luego me dieron algo para el dolor». Según cuenta, uno de los profesionales que acudió trató de mover el reposapiés, pero su marido se percató y le dijo: «No lo escondas». Él mismo tomó fotos y grabó un vídeo que prueban su estado.

Las radiografías confirmaron que la fractura requería intervención quirúrgica y la pasaron a planta bajo medicación. Recuerda aguantar «muchísimo dolor» mientras aguardaba la operación, que se programó para el día siguiente. «Vino a verme una ginecóloga. Me dijo que había hablado con los traumatólogos y me iban a inducir el parto para hacerme las dos cosas a la vez aprovechando la misma anestesia», recuerda. Las pastillas para provocarlo no surtieron efecto porque la niña se había movido. «Estaba encajada desde hacía tiempo, pero después del golpe se colocó transversal», dice.

Esa noche le practicaron una cesárea, le dejaron ver unos segundos a la pequeña Martina nació a las 23 horas con tres kilos de peso y la pasaron al quirófano de al lado, donde a partir de la una comenzó la intervención del tobillo. «Me subieron a la habitación a las cuatro de la madrugada. Ya le habían dado un biberón. Yo quería que cogiera el pecho, y llegó a tomar los calostros, pero ya era demasiada medicación, así que decidí no seguir», se lamenta.

Tres días después, cuando Belén ya esperaba el alta, un traumatólogo fue a darle una mala noticia. «Uno de los tornillos, en la zona del peroné, había quedado un poco más largo y me podía afectar a la articulación, así que debían volver a operarme». Tuvo que separarse otra vez de Martina. «Me dijo que querían llevarme a Carlos Haya, que una ambulancia me recogería esa tarde y que la niña no podía venir». La ambulancia llegó a los 10 minutos. Su padre la acompañó, mientras que su madre y su hermana «tanto ella como mis dos hermanos se volcaron, se turnaban con mi marido para cuidarme en el hospital» se quedaron con la pequeña. A Belén la tuvieron una hora en la puerta de Carlos Haya y otro tanto en los pasillos porque, según le dijo la enfermera, no se coordinó el traslado y la habitación no estaba preparada.

«No es un mueble»

Al día siguiente, volvieron a operarla. El traumatólogo le dijo que confiaban en que esta vez iba a quedar bien. «Mi marido, que ya no podía más, le dijo: Hombre, eso espero, porque esto no es Ikea. No es un mueble, es una persona». Le dejaron seis tornillos y una placa. «Si la primera [intervención] me dolió, la segunda ni te cuento. Rabiaba. Me dieron hasta mareos». El día 14, justo una semana después de la caída, recibió el alta. La víspera de su 40 cumpleaños. Belén vive en Benalmádena y sus padres, que se hicieron cargo de Martina, en Málaga. «Mi hijo tiene toda su vida en Arroyo de la Miel, así que decidimos que mi marido se quedara allí con él y yo, en casa de mis padres. Me dijeron que tenía que estar dos meses sin apoyar el pie. No podía moverme; estaba fatal, entre los puntos de la cesárea y la pierna», sigue.

El primer mes se lo pasó de la cama al sofá, encerrada en la casa de sus padres, dos «pilares» de 77 y 72 años para los que no tiene «palabras» con que agradecerles todo lo que están haciendo: «Imagínate lo que es criar cuando eres joven, más aún con su edad; han pegado un bajón muy grande». Allí recibía las visitas de su marido y de Álvaro, que este fin de semana ha tomado la primera comunión. «No quiere separarse de mí. Lo ha pasado muy mal porque pensaba que su madre no volvería a andar. Su señorita me dijo que había notado un cambio y que iba peor». El segundo mes, entre Benalmádena y Málaga. Belén pasa dos o tres días a la semana en casa «mi marido y mi hijo me necesitan» en los que sigue por fotos la evolución de Martina, que se ha quedado por ahora con sus abuelos. «Me estoy perdiendo todos sus cambios, que son diarios, verla sonreír... Nada de esto debía haber pasado».

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