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Antonio no ha contado que es gay en su nuevo colegio.
«Me tuve que cambiar de colegio, no paraban de acosarme por ser gay». Antonio, 10 años

«Me tuve que cambiar de colegio, no paraban de acosarme por ser gay». Antonio, 10 años

En vísperas del Día contra la Homofobia, casos como el de este pequeño, evidencian una realidad aún no normalizada

Iván Gelibter

Domingo, 15 de mayo 2016, 02:38

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Antonio tiene diez años, pero ya sea por lo que le ha tocado vivir, o por simple genética, cuando uno se sienta a hablar con él aparenta tener al menos ocho o diez años más. Aunque su nombre no es real por motivos obvios, su historia sí lo es, y ésta tiene ciertos aspectos que la hacen singular, pero desgraciadamente en otros se parece demasiado a la que muchos niños y niñas viven en sus centros escolares.

A muy pocos adultos se les ocurre, en esta sociedad, que con esa edad un niño pueda ser homosexual, o al menos que lo tenga claro y lo manifieste sin problema. «Pero es que yo lo digo; digo que soy gay porque sé que lo soy; nunca me he planteado otra cosa porque sé lo que me gusta, y no entiendo que haya gente que no pueda comprender esto. Lo tengo claro desde los ocho años, me di cuenta y lo asumí», relata con una sonrisa que no se le va ni tan siquiera cuando explica por qué ha tenido que pedirle a su padre que le cambie de colegio. «Un día me levanté y decidí que le quería contar a mis amigas que era gay. Digo amigas porque en el cole es lo único que tenía; si no te gusta el fútbol y prefieres el mate o saltar a la comba es lo que hay, que los niños no se te acercan».

«En el otro colegio se lo conté a mis amigas porque sabía que ellas no me iban a rechazar, pero me equivoqué al pensar que aquellos que me insultaban no se iban a enterar. Ningún niño sabía saltar a la comba, y como yo lo hacía me miraban extrañados; creo que ahí también hay una cuestión de machismo».

El día que la homosexualidad dejó de ser una enfermedad

  • La reivindicación de la igualdad de trato para la comunidad LGBT incluye desde el 17 de mayo de 2005 el Día Internacional contra la Homofobia, una fecha actualmente reconocida por multitud de instituciones públicas y entidades de todo el mundo. El 17 de mayo de 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) sacó a la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales, por eso este día muestra la manera en la que la homofobia se encuentra enraizada en la sociedad y demuestra la necesidad de ser combatida. En el último informe del Ministerio del Interior correspondiente al año 2015, los casos de delitos de odio denunciados ascendieron a 15 en Andalucía, aunque desde las asociaciones piden que los casos de bullying sean incluidos en el mismo, un hecho que de momento no está ocurriendo.

Aunque sus amigas reaccionaron «estupendamente», hubo otra «que pasaba por allí» que se dedicó a contárselo a todo aquel que la quiso escuchar. «Desde entonces, nadie en el recreo se juntaba conmigo a excepción de mis amigas. Me decían maricón y los profesores pasaban de todo. A mí me daba vergüenza decírselo a los maestros, así que se lo conté a mi padre y él pidió una cita con ellos. Los profesores no nos apoyaban mucho; y una de las maestras me dijo que tenía que entender que esto no le había pasado nunca. Mi padre le dijo que tuviera más cuidado con estas cosas, y desde entonces pasaron a hacerme lo mismo pero a escondidas».

El asunto, con el paso del tiempo, no pasó a mejor. «No me sentía bien en el colegio, era un bullying constante y diario, así que le dije a mi padre que me quería cambiar; es que yo sabía que estaban hablando de mí, porque se ponían cerca a cotillear mientras me señalaban con el dedo».

Antonio ahora está un colegio nuevo, aunque solo le va mejor porque allí ha evitado decir su condición sexual. «Ahora tengo miedo de contárselo a alguien, porque no quiero que me vuelva a pasar lo mismo otra vez. Pienso que la sociedad no está tan preparada como la gente se cree para estas cosas, y mucho menos en los colegios. Los profesores pasan, o no se enteran o no quieran saber nada del asunto», apunta. Desde esta madurez obtenida a costa de la soledad que implica la discriminación homófoba, Antonio cuenta que en este nuevo colegio no va a decir que es gay porque ya sabe lo que puede pasar y le da yuyu. «Nadie sale del armario porque todos tienen miedo a las consecuencias, a la marginación y a las agresiones que pueden llegar a sufrir».

Con tan solo diez años y apenas en quinto de Primaria, Antonio se cuestiona qué debe cambiar en los colegios para que nadie tenga que vivir un capítulo como el suyo. «Hay que hacer más charlas en los coles; en el otro colegio mi padre preguntó si se había hecho alguna y le respondieron que no, porque el centro era de Primaria y que allí no había gays. ¿Es que acaso le han ido preguntando niño a niño si lo es?», se pregunta. «El otro día ví en la tele lo de ese árbitro de 20 años que ha tenido que dejar el fútbol por los insultos; es lo mismo que me ha pasado a mí, y la verdad es que me parece fuerte».

Por lo demás, Antonio es un chaval normal pero con una visión crítica de la vida más amplia que la del resto de sus compañeros. Quiere ser profesor de matemáticas y le gusta leer, pero aunque afirma que le encanta Jerónimo y los mundos de fantasía, reconoce que la historia es un poco machista. «Las princesas son muy ingenuas y los príncipes son valientes. Pero es como todo, Caperucita Roja, la Cenicienta o Blancanieves; todas mujeres que son un poco tontas y no se enteran de nada. Hay parte de la homofobia que sufro que viene de ahí y de cosas como el amor romántico». Aun así, Antonio se confiesa «feliz», y pese a que ahora oculte su condición, no le importa llevar su mochila morada a su nuevo colegio. «Al final van a terminar insultándome por una u otra cosa, así que yo no voy a dejar de llevar algo que me gusta porque otros lo usen de excusa para ir a por mí».

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