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A Pablo Moro, donde se encuentre

PEDRO FARIAS BATLLE PERIODISTA Y PROFESOR DE LA UMA

Domingo, 20 de marzo 2016, 01:05

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La noticia de la muerte inesperada de un amigo es siempre dolorosa. Cualquier muerte lo es. Pero la vida tienen estas cosas a las que nunca te acostumbras. «Se nos ha muerto Pablete», me decía ayer David con voz desgarrada. Nada te prepara para esos segundos brutales que te llevan de la incredulidad a la rabia, de la rabia al vacío y de allí al desfile de recuerdos desordenados de un tiempo compartido.

Pablo Moro, mi amigo Pablo, era concejal en Marbella. Lo fue durante años trabajando incansablemente por una ciudad que lo acogió desde su Madrid natal donde nos conocimos, y en la que disfrutó de los mejores años de su demasiado corta vida. Quizás sea cierto, como dice el maestro Alcántara citando a Stevenson: «Todos los hombres mueren jóvenes», y aquí estamos por poco tiempo. Popular y querido entre los marbellíes, sin duda era un tipo especial que no dejaba indiferente a quien lo conocía. Puede que fuera por su planta de galán de cine o por su alma bohemia. El encanto de las personas es un misterio, pero sin duda él lo tenía. Con voz profunda y sincera se acompañaba siempre de una sonrisa, burlona y pícara, que te predisponía al afecto. Ahora, cerrado su periplo político, había vuelto a su trabajo en Bellamar.

Para los amigos era un ser vital, con un punto infantil que incitaba a la ternura y al que acompañaban unas enormes ansias de disfrutar de la vida. Recuerdo su hablar apasionado en acaloradas discusiones, así como su constante escepticismo, ese que le hacía andar siempre a la búsqueda de respuestas. Y sí, tenía un punto chulesco, pero eso le aportaba carácter y le ayudó en más de una ocasión a tragar los malos ratos de la vida. A mi memoria acuden las muchas tardes de cartas y puros, de charlas y risas con un DYC en la mano.

Pero sobre todo era un padrazo que el destino nos arrebató ayer en el día en que se conmemora a los que, como él, se desvelan por los suyos. Volvía de estar con sus amigos cuando le falló el corazón sobre la moto que conducía.

Hoy, desde tu querida Málaga, miro hacia arriba y observo el enorme jeroglífico al que, a nuestro pesar, te has unido. Has iniciado demasiado pronto el camino a desentrañarlo y como siempre anticipándote a todos. Y te marchas dejando a tus amigos muchas deudas de charlas, juegos y vinos, y una estela de recuerdos que a través de los que te queremos hará que sigas siempre vivo.

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