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Santiago Martínez (en primer término) atiende una consulta en la oficina del Centro de Orientación Familiar, en la Alameda.
La mediación, una opción al alza para solucionar problemas en el seno familiar

La mediación, una opción al alza para solucionar problemas en el seno familiar

Hijos contra padres, parejas en crisis o procesos de divorcio están en la base del Centro de Orientación Familiar, que constata un aumento de casos

Ana Pérez-Bryan

Lunes, 21 de diciembre 2015, 01:37

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José María Villalta lleva tanto tiempo al pie del cañón como años hace que se jubiló de su oficio de mayorista, y aún recuerda como si fuera ayer la llamada aquélla en la que una mujer le suplicaba al otro lado del teléfono que mediara en su problema familiar: su sobrino le pegaba a su madre y a la abuela, y cuando ella intervenía también sentía el zarpazo de la amenaza. No cuesta imaginar la ruptura que eso genera en el corazón de una familia, pero sí que aquel pequeño tirano tuviera sólo siete años. Y sobre todo, que no fuera un caso aislado. Así lo dicta la experiencia del grupo de voluntarios que desde hace 24 años se dejan su tiempo y su dinero en el Centro de Orientación Familiar (COF) de Málaga, y que han convertido la herramienta de la mediación en un recurso más que apreciable a la hora de recomponer los trozos de estos platos rotos.

Por sus manos pasa de todo, desde el drama de hijos enfrentados a sus padres en casos que van más allá de la imprescindible rebeldía al abismo que media entre parejas que necesitan ayuda para solucionar sus diferencias o zanjarlas para siempre en una separación civilizada. Y siempre con la familia como telón de fondo. «Muchas veces la familia en vez de ser nuestro tesoro es nuestro problema». Lo dice con rictus serio Santiago Martínez, director y alma mater de este proyecto que ha visto un «importante crecimiento» de este tipo de problemas en los últimos años y que ya lleva atendidos en éste 325. A finales de año serán 400, algo menos que en 2014, cuando a su oficina de la Alameda Principal llegaron 434.

El ejemplo de Santiago es similar al del resto del equipo humano que suma en COF: unas 70 personas, entre voluntarios -casi todos jubilados- y profesionales que -en este caso sí- están en activo y que abarcan un completo abanico en asesoramiento psicológico, psiquiátrico, legal y social. El mérito, en este caso, no está sólo en el carácter altruista de la iniciativa, sino en el empuje de sus protagonistas: el propio Santiago Martínez, antiguo administrativo en Iberia, tiene 79 años y cuando se jubiló se embarcó en la licenciatura de Psicología, título que obtuvo poco antes que el del Master en Orientación y Mediación Familiar. Él se quita importancia y esquiva el halago de sus compañeros: «Él es el responsable de que todo esto funcione», insiste José María Elordi, un vasco ganado para la causa del sur hace más de 40 años y antiguo directivo de banca que a sus 88 años casi tendría que enseñar el carné de identidad para demostrar que esa edad biológica se corresponde con la vitalidad que derrocha.

Jubilados, pero profesionales

En ese grupo heterogéneo se da la circunstancia, además, de que muchos de ellos aprovecharon el tiempo de la jubilación para hacer los cursos especializados en mediación e inscribirse en el registro oficial de la Junta de Andalucía, un recurso que añade la necesaria dosis de profesionalización a sus ganas de ayudar, que van de serie. Es el caso de Villalta, uno de los 19 mediadores oficiales por cuyas manos han pasado en lo que va de año más de un centenar de casos. Muchos de ellos llegan derivados del Juzgado de Familia, donde son conscientes de que a veces es mejor el calor de estas terapias a la frialdad de una sala de juicios.

Las relaciones entre padres e hijos y entre parejas son mayoría en la luminosa y amplia sala desde la que trabajan Villalta y los suyos. Y aunque detrás de cada caso hay una historia única, las cifras ayudan a poner cada cosa en su contexto: «El 20% de los problemas no tienen solución. Otro 20% se solucionan sin psicólogo. Y en el resto es donde intervenimos», explica Santiago Martínez, que en los últimos años ha visto cómo han crecido exponencialmente los problemas entre padres e hijos hasta convertirse en casi un 70% de las consultas que necesitan mediación. El director de COF sabe bien de lo que habla cuando explica este fenómeno: «Los dos pilares fundamentales en los que se basa la relación entre unos y otros son el afecto y la autoridad, pero esto último se ha perdido por completo. Y además el afecto no puede comprarse con dinero». Existe otro factor que se repite en todos los patrones: «Cuando los padres tienen problemas los hijos generan, en respuesta, dificultades. Y lo que en principio se achaca a malas conductas esconde en realidad un problema que hay que tratar», añade Martínez.

Terapias con los padres

En estos casos, las terapias se centran en los progenitores, a los que se enseña a recuperar la autoridad sobre los menores, a veces chavales que no llegan a los ocho años. «Los niños necesitan ser queridos y llaman la atención cuando ven que no reciben este afecto», explica Villalta, que tira de experiencia cuando añade que «la principal baza para empezar el trabajo está en los padres. Si haces terapia sólo con ellos siempre funciona. En el caso de los niños, por ejemplo, no sirve de nada hacer la mediación exclusivamente con ellos».

Otro capítulo al alza en la complicada estructura de las relaciones familiares lo escriben las parejas que acuden al COF. Y aquí también funcionan dos reglas de oro que por otro lado rebosan sentido común. La primera: «La pareja que viene rota está rota y a veces no hay que ayudar a recuperar eso». Y la segunda: «Ante todo, y en el caso de que haya hijos, hay que evitar que se conviertan en un arma arrojadiza en los procesos de ruptura». Ambas líneas rojas las dibuja Villalta, que también ha gestionado las llamadas de no pocos abuelos, convertidos en las otras víctimas (casi) invisibles en los procesos de separación de sus hijos y, por lo tanto, de sus nietos.

En este escenario es donde más eficaz resulta el recurso de la mediación familiar, entendida como un «proceso flexible, gestionado por especialistas independientes y en el que las partes puedan dialogar en un ambiente neutral que facilite un diálogo abierto y constructivo». En el caso del COF este equipo está integrado por 9 abogados, 9 psicólogos y un trabajador social, que en 2014 celebraron 129 sesiones correspondientes a 25 casos de separación intrajudicial y otros 14 extrajudiciales. Si el asunto llega directamente derivado del juzgado, los acuerdos y convenios que se firman entre las partes en las mediaciones son vinculantes. Es decir, que han de cumplirse de la misma manera que se haría en caso de sentencia judicial. A cambio, las partes tienen garantizada una gestión más personalizada de sus problemas, ya que precisamente una de las quejas de muchas de las parejas que terminan en el juzgado es que la falta de tiempo para profundizar en cada caso se deja notar en los convenios reguladores. «Siempre es mejor buscar el acuerdo más allá de alguien que no conoce la problemática a fondo», zanja Martínez, convencido de que la herramienta de la mediación es hoy por hoy un «elemento extraordinariamente útil» a pesar de que no es lo suficiente conocida ni valorada en una sociedad que, por otra parte, se enfrenta casi sin descanso a nuevos retos sociales y familiares. Y con ellos, a nuevos conflictos.

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