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Joaquín Canales se entrena en la piscina de Torremolinos.
«Si no fuera por la natación, lo mismo ni seguiría vivo»

«Si no fuera por la natación, lo mismo ni seguiría vivo»

A sus 75 años, Joaquín Canales es la viva imagen de eso que llaman ‘jubilación activa’. Le dedica muchas horas a la natación, pero a un ritmo impropio de una persona de su edad: hace 3.000 metros diarios

Enrique Miranda

Martes, 25 de agosto 2015, 01:23

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A Joaquín Canales no es fácil encontrarle ocioso, sin nada que hacer, sobre todo en verano. A sus 75 años, es la viva imagen de eso que llaman jubilación activa. Le dedica muchas horas a la natación, pero a un ritmo impropio de una persona de su edad: hace 3.000 metros diarios. Y viaja, pero no con el Imserso, si no a campeonatos internacionales que le han llevado a Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda o Rusia. Este malagueño del Real Club Mediterráneo es uno de los mejores nadadores de Europa en categoría máster.

¿Recuerda cómo empezó a nadar?

Joaquín Canales de Mendoza

  • ¿Quién es? Deportista malagueño nacido el 9 de febrero de 1940. Fue nadador en su juventud, luego desarrolló su carrera como empresario hotelero en la Costa del Sol y, una vez jubilado, ha regresado a la natación para lograr varios títulos internacionales en categoría máster.

  • Sus logros Subcampeón del mundo en categoría mayores de 65 años en San Francisco (2006) y campeón del mundo en Riccione (Italia) en 2012. Además ha sido cinco veces campeón de Europa. En los últimos 18 años no se ha perdido ni un Europeo ni un Mundial, el último de ellos en Kazán, en el que ha sido campeón del mundo en 100 y 200 libres y 50 mariposa. Con 20 años estuvo preseleccionado para los Juegos de Roma.

Las primeras veces fueron del brazo de mi padre, que me metía entre las olas de los Baños del Carmen. Después, mi amigo Carlos Jiménez, que tiene tres años más que yo y también sigue nadando, me inició en las competiciones. Con unos 13 años hice la travesía del Puerto y allí empezó mi historia con la natación. Entrenaba con la Federación, pero como en Málaga no había piscinas entonces nos mandaban a Sevilla. Después empecé a nadar en el hotel Miramar, en los años 50. Bañarse entonces en una piscina era un privilegio. Curiosamente, sigo coincidiendo con mi amigo Carlos en la piscina de Torremolinos. Aunque yo soy más machaca, por lo menos voy un par de horas, seis días a la semana.

¿La natación le rejuvenece?

Eso dicen. Mientras te encuentres bien y te responda el corazón... Yo tuve una experiencia muy mala en marzo, en el campeonato de invierno en la Bretaña francesa. En los 100 metros mariposa yo iba por la calle tres y un compañero catalán en la seis. En el panel de resultados vi que él no había terminado. Miré a su calle y lo estaban sacando prácticamente muerto del agua. Lograron reanimarlo, pero me quedé hecho polvo pese a haber batido un nuevo récord de Europa. A partir de ahí me fui al cardiólogo, me hice todas las pruebas posibles, test de esfuerzo... La cardióloga me dijo que me podía quitar varios años de encima, que estaba como una rosa. La natación me mantiene joven, y el que tuvo retuvo. Con 20 años estuve a punto de ir a unos Juegos Olímpicos, pero me fracturé el calcáneo (en el talón) cuando me preseleccionaron. Ahí terminó mi vida deportiva como absoluto.

Más tarde, la natación fue una tabla de salvación para usted.

Sí. Yo he sido durante gran parte de mi vida hostelero, que es la profesión más penosa, con 24 horas de atención diaria. A los 53 años regresé a la piscina por que si no me iba a pegar un tiro. Tenía la mitad de la propiedad del hotel Isabel, en Torremolinos, y en el año 2000 vendimos. Desde entonces estoy retirado. Ahora disfruto de la natación todo lo que no pude hacerlo durante los 40 años de hostelero. Yo era director de un hotel, tenía una cafetería, un restaurante en la playa... Tenía que buscarme una vía de escape. Si no fuera por la natación, lo mismo ni seguiría vivo. Tengo buena salud, he vuelto a encontrarme con muchos amigos, y estoy disfrutando mucho. También fui coordinador de actividades Máster en la Federación Andaluza.

Se entrena en la piscina de Torremolinos. ¿Se suele sorprender la gente cuando ve su nivel en la piscina?

Bueno sí, es normal. Me pasa a menudo. Por ejemplo, en mi calle de la piscina no se quiere meter nadie a nadar. Y si hay alguien, se cambia de calle. Mucha gente cuando salgo de la piscina me pregunta: «¿Usted que edad tiene?». Es lógico.

¿Y su familia qué dice de eso de estar tantas horas en la piscina y de hacer tantos viajes?

Ellos están encantados. Aunque mi mujer se cansó de viajar conmigo hace muchos años, de sentarse en la grada y pasar calor. Suelo viajar siempre con los mismos compañeros. A mí me encanta viajar, conocer mundo y encontrarme con otros nadadores veteranos. He estado en Estados Unidos, en Nueva Zelanda, Australia, Canadá... Todo gracias a la natación.

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