Borrar
Una ola perfecta desaparecida. Se formaba antes de que se cambiara la fisonomía de las playas de Pedregalejo.
Aquellos surferos de Pedregalejo

Aquellos surferos de Pedregalejo

El surf entró en el Mediterráneo por este barrio de Málaga que fue pionero en subirse a la cresta de la ola en los 70

Francisco Griñán

Martes, 21 de julio 2015, 00:30

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Salió del cine Albéniz impresionado. No por la película, de la que no recordaba ni el título, sino por una escena en la que, de fondo, vio a unos tipos montados en una planchas sobre las olas. Ni siquiera sabía que aquella se denominaba surf, pero en aquella primavera de 1970 el adolescente Pepe Almoguera pensó que aquello no solo lo podía hacer él, sino que además lo deseaba. Encontrar una tabla en Málaga era todavía más complicado que ver olas de varios metros, por lo que aquel chico que vivía al borde del mar en Pedregalejo entonces no existía el paseo marítimo se las ingenió para fabricarse su propia alfombra de mar con la ayuda de su padre y de los astilleros Nereo. Era rudimentaria y primitiva, pero en ese momento nació el surf en el Mediterráneo. Málaga fue así la pionera de una afición y un deporte que pregonaba la libertad sobre las olas. Lo paradójico es que la capital no era precisamente un paraiso de las grandes olas. Aunque hay una excepción.

«Aquellas playas de Pedregalejo de los 70 eran muy diferentes, sin espigones y con el fondo de rocas y piedras bien asentado que formaba una gran ola perfecta que abría hasta el infinito», explica Daniel Esparza, que ha buceado en los comienzos de este deporte en España y acaba de publicar Málaga Surf: Historia del surf y bodyboard (1970-2000). Con conocimiento de causa lo suyo es más bien la variante bodyboard, el autor asegura que aquella ola en la desembocadura del arroyo de Jaboneros «era la mejor de la provincia y podía recorrer abriendo perfectamente hasta 500 metros».

Para el experto malagueño, profesor desde hace una década en la Universidad de Olomuc (República Checa), la figura central de aquel deporte en la capital fue el joven Almoguera que, como un oleaje, puso el embrión del Málaga Surfing Club, que nació en el 74 y fue el primero del Mediterráneo español. «Ni Barcelona, ni Valencia ni Murcia. Allí llegó el surf en los 80, mientras que en Málaga lo hizo en los 70», sostiene Esparza, que explica que los surfistas malagueños ya participaron en 1973 en el campeonato de España que se celebró en el Mar Cantábrico, donde la energía de las olas había llevado el surf ya en los 60. «De hecho les preguntaban si en Málaga había olas», recuerda el autor del libro que añade que los malagueños contestaron eliminando en las rondas previas a muchos a los expertos vascos, cántabros y asturianos y llegando a semifinales.

Esa «nueva marinería» como denomina Esparza a aquellos jóvenes de Pedregalejo tuvo también a favor una particularidad que solo se daba en Málaga y la Costa del Sol. El contacto turístico con los extranjeros introdujo ideas y costumbres que, en la España de Franco, eran impensables y hasta prohibidas. De hecho, las olas eran sinónimo de libertad para aquellos adolescentes que encontraron además en el vecino camping de los Baños del Carmen un punto de encuentro con aficionados de todo el mundo. «Camino de Marruecos, allí llegaban extranjeros con sus furgonetas cargadas de material o sus camisetas surferas y los chicos los abordaban para comprarle esas tablas imposibles de encontrar en Málaga o hacer trueques», indica Daniel Esparza, que no duda en calificar la ya desaparecida zona de acampada como el «supermercado» en el que se abastecía aquellos pioneros de las olas.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios