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Mónica, de la barriada de Vistafranca, y José Carlos, de la de Bonaire, se conocieron en el instituto Mare Nostrum de Málaga capital cuando tenían 15 años.
¿Qué fue de la joven que dio nombre a la chimenea Mónica de Málaga capital?

¿Qué fue de la joven que dio nombre a la chimenea Mónica de Málaga capital?

Hoy tiene 39 años y tres niños. Y sí, sigue con José Carlos, aquel chico que se subió a la torre de la playa de San Andrés y le escribió la pintada más romántica y popular de Málaga

Elena de Miguel

Sábado, 2 de mayo 2015, 00:30

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Y Mónica mira a 'mónica'. Se encuentran siempre que pueden. Ahora se ven menos, porque la real, la de carne y hueso, la chiquilla de la barriada de Vistafranca que dio nombre a la otra, a la de ladrillo, vive lejos. "Es que esa soy yo, es mía, es mi chimenea". La reclama como algo propio, cuando hace ya mucho que dejó de ser de ella para formar parte del imaginario de toda una ciudad, aunque por el camino la torre de La Misericordia perdiera su nombre en una rehabilitación que no quiso entender que las cosas se llaman como la gente quiere, no como les imponen.

La Chimenea de los Guindos será por siempre 'La Mónica', al menos, hasta que el olvido sea más fuerte; el nombre de una joven anónima, hoy madre de tres hijos, que habla con un acento mitad malagueño mitad canario. "¿Se me ha pegado? ¿En serio?", bromea, cuando coge el teléfono desde Granadilla de Abona, un pueblo de Tenerife. José Carlos, su marido, el chico que pintó aquella declaración de amor, le cede el protagonismo. No todos los días se pone nombre a un monumento.

Han pasado más de dos décadas y, aunque la historia se conoció por un reportaje que publicó en SUR el redactor Juan Cano en 2007, sigue siendo bastante desconocida.

La verdadera Mónica se llama Mónica Vallejo Gordo, tiene 39 años y estudió en el instituto Mare Nostum, en Málaga capital. Allí estaba también José Carlos Selva Gutiérrez. Por cosas del destino, ambos empezaron a ejercer por entonces de improvisadas 'carabinas'. Para entendernos: a una amiga de Mónica le gustaba un amigo de José Carlos. "Al final, la pareja fuimos nosotros", cuenta ella locuaz.

Ambos rondaban los 15 años. Como si no hubiera pasado el tiempo, Mónica se recuerda a sí misma sentada en la entrada de una discoteca. "¿Recuerdas el Oscar's de Torremolinos?". Se me acercó, empezamos a hablar y lo soltó". A un fin de semana le siguió otro y aquel noviazgo se fue consolidando. "Y así, hasta hoy, no nos hemos separado". Media vida juntos y tres hijos: Yeray (13 años), Yaiza (11) y Carlos Airam (7 meses). "Me gustan los nombres canarios"

Mónica, la real, no recuerda qué fue -"una tontería, seguro"-, pero sí que ocurrió un año después, en junio de 1992 y que el origen de la pintada estuvo en una riña. Se pelearon y José Carlos urdió un golpe de efecto. No le echó valor sin más. El chico de la barriada de Bonaire se conocía la chimenea, que entonces llamaban 'el tubo'. Le gustaba el 'puenting' y 'hacer paredes' y aquel era un sitio idóneo, pese a que a ella no le gustaba que hiciera locuras. "¿Recuerdas que antes había una escalerita?", pregunta Mónica a la periodista en un intento de revivirlo otra vez, de saber que aquello no es sólo pasado, que no se borra. "Sí, lo recuerdo, somos de la misma quinta", le respondo.

Tras la discusión, José Carlos se puso manos a la obra. Compró la pintura blanca, dos botes de cinco kilos, tomó medidas de la chimenea e incluso dibujó un boceto. No fue fácil. Subió hasta la cima por la escalerilla y desde allí se descolgó con cuerdas. Era de noche y estaba algo asustado. Lo que al principio parecía fácil, se fue complicando. Comenzó a las diez de la noche y acabó a las dos de la madrugada, agotado.

"Por la mañana, vino a mi casa con el Vespino, me llevó hasta allí. ¡Se veía desde todos lados!", describe con un orgullo que no se disimula ni con los años. "Mira lo que te he puesto ahí", le dijo José Carlos a una Mónica boquiabierta. Quizá suene ñoño, pero ahí, justo ahí, cuenta ella, se dio cuenta de que era el hombre de su vida. Para ellos, esa chimenea y esa playa pasó a ser 'la Mónica', como en un código privado que ampliaron a sus amigos.

Desde entonces, hay un nexo de unión invisible entre ellos y aquel resquicio de un horno de la Málaga industrial. "Tengo un vínculo con ella, siempre, aunque le hayan quitado mi nombre" . Cuenta que cada cierto tiempo entra en Google y teclea 'torre Mónica' y el buscador le devuelve páginas y fotos de su tocaya; que la gente le manda cosas curiosas, como mapas de la ciudad donde la chimenea tiene su nombre. Incluso el año pasado, cuando en el Carnaval de Málaga ganó la murga 'Los de la Torre' , , en la que cada integrante del grupo aparecía dentro de una 'chimenea mónica', intentó contactar sin éxito con ellos. "Eran de Torremolinos, me gustaron mucho y quería darles las gracias".

Allá por 1997, Mónica y José Carlos se marcharon a las islas Canarias, aunque volvieron en el 2000 a Málaga para casarse en Los Mártires. No eran aún conscientes de que la gente llamaba a la chimenea como ellos la bautizaron. Fue después, con el tiempo, y sobre todo cuando el Ayuntamiento de Málaga decidió borrar la pintada, en 2007. "Me dio pena", dice Mónica, que le relata con frecuencia la historia a sus hijos Yeray y Yaiza, como lo hará con el pequeño Carlos cuando sea más grande. El Consistorio llegó a afirmar en algún momento que dejaría constancia del nombre popular en la placa que hay en el pie de la torre, pero alguien debió de olvidarse por el camino de aquella promesa.

Poco a poco, parte de la familia fue marchando a Canarias. Vanessa y Sergio, hermanos de ella; Juande, hermano de José Carlos. "Estamos bien aquí y ellos se han animado". Como a todos, la vida y la crisis les han ido poniendo chinitas en el camino. Abrieron negocios de ropa, pero fueron cerrando, ahora tienen una empresa que se llama 'Serendipity' y se dedican a la bisutería.

Ya vienen poco, pero cuando lo hacen, su 'mónica' es visita obligada. Ella enumera las cosas que echa de menos de Málaga. Por este orden: "La gente, la Zamarrilla, el cristo de Viñeros, porque lo sacaba José Carlos, la Carihuela, el Bajondillo, el pescaíto, que aquí no hay ni en pintura. Fíjate que me voy a comer a la 'Sureña' porque como ponen adobo es lo más parecido, pero no lo es".

En su casa, Mónica tiene una pequeña chimenea que se llama como la grande y también como ella. Un regalo del día de la madre del año pasado, que ella exhibe en su Facebook junto a esta dedicatoria: "Cuando me asomé esta mañana a la ventana, ahí estaba nuestra chimenea en el jardín. Gracias cari. Si me dieran a elegir entre mi mundo y tú , elegiría mi mundo, porque mi mundo eres tú".

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