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El doctor Andrés Plaza, en su consulta.
Andrés Plaza: «El Dr. Google es un médico malísimo que sólo diagnostica enfermedades terribles»

Andrés Plaza: «El Dr. Google es un médico malísimo que sólo diagnostica enfermedades terribles»

Este médico de familia está convencido de que lo mejor de la medicina es estar con los que sufren y recomienda no dejarse llevar por lo que se lee en Internet

miguel ángel oeste

Lunes, 2 de marzo 2015, 01:00

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Para poder costearse los estudios de Medicina trabajó en Coca Cola. Como ocurre en la actualidad, cuando se licenció, el desempleo asolaba a España, por lo que decidió emprender una aventura de la que no se arrepiente: montar una consulta privada en El Palo. Así, este hombre de familia, defensor de su profesión a capa y espada, no dedica menos de veinte minutos a sus pacientes y suele decir que «el mejor de los análisis sale más barato que el peor de los entierros».

Hace treinta años no era tan frecuente montar una consulta privada, ¿qué le llevó a hacerlo?

La necesidad de trabajar. El Sistema Nacional de Salud sólo me ofrecía sustituciones o trabajo precario. Lo fundamental eran unas ganas terribles de poner en práctica lo aprendido. Unamos eso a la juventud, el afán de aventura y la más absoluta ignorancia en temas empresariales. Sólo así puede comprenderse que aguantara tres años sólo para cubrir gastos.

¿Se afirma que la salud es lo primero, pero realmente nos preocupamos de ella o sólo la valoramos cuando tenemos alguna dolencia?

El ideal de salud incluye el bienestar físico, psicológico y social. Es decir, que además del adecuado tratamiento de las enfermedades comunes, vacunaciones, planificación familiar, y el acceso a los medicamentos, habría que incluir también el acceso a los alimentos, a una vivienda y a un trabajo digno, pues la falta de éstos, determina infaliblemente que las clases sociales más pobres enfermen más que otros grupos sociales más acomodados.

¿Entonces un parado sería un enfermo?

Sí, y el proporcionarle trabajo equivaldría a hacer prevención de la enfermedad.

¿No se debería apostar por una medicina preventiva en lugar de invertir tanto dinero en la cura de enfermedades?

Desde luego, pero la realidad es que los recursos son siempre escasos, y lo disponible se emplea en curar las enfermedades. Aunque la mejor prevención es la educación.

Me imagino que es consciente de que un gran número de personas se automedican

El mundo ha cambiado tanto que se ha hecho irreconocible. El acceso de la población a la información vía Internet ha modificado el comportamiento de los ciudadanos frente a los médicos, a los medicamentos y a la salud en general. Debo asegurarle, no obstante, que el Dr. Google es un médico malísimo que sólo sabe diagnosticar cáncer o enfermedades terribles a cualquier persona que consulte por algún síntoma o signo banales. Ello siembra desconcierto y temor. Hoy en día no es raro que el paciente traiga a la consulta bien aprendida la lección digital sobre su enfermedad y pretenda discutirle a su médico absolutamente todo, incluso los posibles tratamientos, por peregrinos y disparatados que éstos sean.

¿Sabe que en la actualidad la especialidad de Médico de Familia es la menos demandada por los aspirantes a MIR?

No lo sabía, pero no me extraña nada. Este modelo de sociedad que todos compartimos valora más las pruebas de imagen o de laboratorio sofisticadas, y a poder ser, carísimas, que el calor y la cercanía de su médico de toda la vida.

¿Por qué cree que es así?

Es el tipo de medicina consumista lo que ha ido acabando con el médico de toda la vida. Y, sin embargo, si yo volviera a nacer, intentaría formarme como Médico de Familia. Pienso que lo mejor de la profesión de Médico es precisamente estar ahí, al lado del que sufre, del que tiene dolor, del que teme la inminencia de la muerte, del que está solo.

Pero la precariedad laboral y el desprestigio han dejado plazas vacantes durante los últimos años.

La sociedad de consumo en la que se halla inmerso el médico, lo mismo que las demás profesiones, determinan unas expectativas disparatadas en las que el médico de familia no tiene cabida porque está alejado del ascenso en la escala social, de ganar dinero y de la relevancia social, que es lo que impone la sociedad actual.

No es usted el típico médico de cabecera porque le dedica al paciente una media de veinticinco minutos por paciente.

Yo soy mi propio jefe. Eso tiene ventajas e inconvenientes. Las ventajas son fantásticas, pues le puedo dar a cada persona su tiempo. Tiempo para escuchar, tiempo para reflexionar, pero un tiempo que constituye en sí mismo una parte irrenunciable del tratamiento.

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