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Casa Aranda abrió hace más de 80 años.
El secreto de los churros de Casa Aranda

El secreto de los churros de Casa Aranda

Don Antonio Aranda, el fundador, pasó meses probando harinas hasta dar con la fórmula, que se mantiene intacta desde 1932

Ana Pérez-Bryan

Sábado, 31 de enero 2015, 03:27

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Está tan popularizado el lema de que 'El secreto está en la masa', aunque en el caso de la frase original no se refiera a churros sino a pizzas, que no existe mejor manera de resumir cuál es la verdadera clave del éxito de los churros de Casa Aranda que con esa especie de eslogan publicitario. Si en Málaga no se toman cafés con leche, sino nubes o sombras, los churros con los que se acompañan esos cafés y chocolates llevan desde hace años la marca de la Casa Aranda. Y es que el plan de tomarse un chocolate con churros, en Málaga, pasa inevitablemente por esta casa de desayunos y meriendas desde hace más de ochenta años.

En concreto desde el 2 de febrero de 1932 -dentro de unos días cumplen 83 años-, justo la fecha en la que don Antonio Aranda abrió el primer despacho de café y churros en la calle Herrería del Rey, el establecimiento más antiguo y el que la mayoría de los malagueños conocen, cerca de la plaza de Félix Sáenz. Desde el primer momento, los churros de aquel lugar marcaron la diferencia con el resto, aunque tampoco en este caso el éxito ha sido producto del azar. Que se lo pregunten si no al propio don Antonio -hoy en día a sus descendientes-, natural de Alhaurín de la Torre y convencido de que para hacer algo diferente había que apostar por la calidad. Y ese secreto, en el caso de los churros, pasaba por utilizar la harina más adecuada. Así que antes de abrir su negocio, don Antonio se encerró durante meses -el historiador malagueño Jorge Jiménez habla de casi dos años- para dar con esa materia prima llamada a ser el santo y seña del negocio.

Cuenta la web del establecimiento que don Antonio, que pasó su infancia en el campo y conocía al dedillo las harinas y los aceites, se fue a un harinero y le pidió varias muestras. Después de muchas combinaciones, encontró el tipo de trigo con el que fabricaría sus churros, primero a mano y más tarde con una máquina que encargó personalmente en Ceuta y que era especial para una harina candeal de 'fuerza'.

La calidad, fundamental

El éxito fue inmediato, y el negocio despegó gracias a la calidad de sus churros, su café y su chocolate. Todo tiene que ser de primera calidad, solía repetir don Antonio, que empezó su aventura en el centro de Málaga acompañado por su hermana Liloita, que era la que servía los cafés de una enorme olla. El precio: una taza a tres perras chicas (15 céntimos de peseta) y el churro, a chica. A esta fórmula ganadora se unió el chocolate caliente, y así se ha mantenido el negocio a lo largo de tres generaciones de malagueños y visitantes.

La combinación de tipismo y calidad no sólo ha funcionado en la calle Herrería del Rey, sino que la marca Casa Aranda se ha extendido y en diciembre de 2013 abrieron un local con idéntica filosofía en la calle Santos, también en el centro , aunque en este caso en la zona de influencia del Museo Carmen Thyssen. Arte en el museo y arte en la tradición del chocolate con churros. Sin duda, una fórmula ganadora... y con el sabor de siempre.

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