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JUAN CARLOS BARRENA
BERLÍN.
Martes, 20 de febrero 2018, 00:49
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Tras más de dieciocho años al frente de los conservadores, doce en la jefatura del Gobierno alemán y a punto de iniciar su cuarta legislatura consecutiva, la canciller federal y líder cristianodemócrata (CDU), Angela Merkel, comenzó ayer a organizar su sucesión al nominar a su mejor alumna como nueva secretaria general de su formación tras la dimisión de Peter Tauber por motivos de salud. Annegret Kramp-Karrenbauer, hasta ahora primera ministra en el pequeño estado federado del Sarre, será la encargada de dirigir el debate programático de los conservadores germanos y preparar al partido y el país para la era post-Merkel. Visiblemente satisfecha, de muy buen humor y armada con una sonrisa que hacía tiempo no regalaba a los fotógrafos, la propia presidenta de la CDU fue la encargada de presentar en rueda de prensa a su nominada.
Un anunció que sorprendió en Berlín a propios y extraños. Nadie descartaba que AKK, como le llaman sus propios correligionarios para ahorrarse pronunciar tan largo nombre, dejara la política regional para apuntarse a la federal en Berlín, pero las apuestas se centraban en un cargo ministerial en el nuevo gabinete de Merkel. Pero abandonar la jefatura de un Gobierno para asumir un cargo en el partido que no sea su liderazgo es algo que ningún político había hecho hasta ahora en Alemania.
Merkel comentó que la propia Kramp-Karrenbauer le propuso ese cambio, lo que supone «una gran suerte» para la CDU. La interesada subrayó que renunciaba «muy conscientemente» a un ministerio y optaba por la secretaría general de su partido en un momento en el que busca establecer objetivos de futuro y preparar el cambio generacional. La meta de la operación sigue siendo la misma, como dejó entrever Merkel al recordar a los periodistas que fue secretaria general antes de convertirse en presidenta de la CDU en 2000.
Larga despedida
La líder conservadora no hace sino preparar el terreno para que AKK, correligionaria de su máxima confianza, se posicione como la más seria aspirante a su sucesión al frente del partido y, con ello, como posible canciller federal. Merkel sabe que tiene que ordenar su legado y que su despedida no ha hecho sino comenzar. Y aunque es consciente de que no será ella misma la que decida quién asumirá su sucesión, nada impide que allane lo más posible el camino a su favorita, alguien que se le parece tanto que los medios la llaman 'Merkel 2.0', 'MiniMerkel' o 'Pequeña Merkel'. La escogida continuará con seguridad el sendero de la modernización iniciado por Merkel y, como ella, apostará por una política de centro y no cederá a las presiones del ala más conservadora de la CDU en torno a Jens Spahn, un miembro de la joven guardia que no oculta su ambición de dirigir el partido cuando se retire la canciller. Al contrario que la ministra de Defensa, Ursula von der Leyen, cuyo nombre se baraja desde hace años para suceder a Merkel, Kramp-Karrenbauer es muy querida por las bases y los dirigentes de su partido. Sobre todo desde su triunfo en los comicios regionales de hace un año en el Sarre, en los que obtuvo más del 40% de votos y frenó en seco la euforia desatada entre sus rivales socialdemócratas por el nombramiento de Martin Schulz como su presidente.
Centrista liberal
AKK defiende el curso del centro liberal, sobre todo en política social y de familia, y respalda la política de refugiados de Merkel. Pero como católica practicante ampara también posiciones del ala conservadora. Exige pruebas médicas para verificar la edad de peticionarios de asilo presuntamente menores y defiende la repatriación inmediata de los refugiados rechazados. Rechaza el matrimonio para todos y es contraria a que políticos extranjeros, como los dirigentes turcos, hagan campaña electoral en este país.
Merkel aprecia en ella su lealtad, competencia y capacidad de imponerse. El lunes próximo se presenta a la elección en el congreso extraordinario de su partido, aunque ha dejado claro que no se siente heredera de Merkel. «Nunca he valido para el papel de princesa, ni tan siquiera en carnaval», dijo la nueva promesa conservadora.
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