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MIKEL AYESTARAN
JERUSALÉN.
Miércoles, 24 de enero 2018, 00:09
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Mike Pence siguió los pasos de Donald Trump en Tierra Santa y concluyó su viaje oficial con una visita al Muro de las Lamentaciones, lugar sagrado para los judíos. Trump fue, en mayo del año pasado, el primer presidente de Estados Unidos que, estando en el cargo, rezó en esta pared santa situada en Jerusalén Este, zona ocupada por Israel desde 1967. Y Pence, tocado con una kipá de color negro, repitió una escena que simboliza su decisión de reconocer a Jerusalén como capital del Estado judío.
Fue el epílogo de un viaje marcado por el boicot de los responsables políticos palestinos y de las autoridades cristianas al número dos de Trump, que aprovechó su discurso del lunes ante el parlamento israelí para anunciar que el traslado de su Embajada de Tel Aviv a Jerusalén se producirá antes de finales de 2019.
Pese al descontento general al otro lado del muro, que se tradujo en el llamamiento a la huelga en Cisjordania, Pence instó a los palestinos a volver a la mesa de negociaciones y mostró su convencimiento de que las decisiones sobre Jerusalén y la embajada «crean una oportunidad para la paz». Según el vicepresidente «todo depende ahora de cuándo decidan los palestinos volver a la mesa de negociaciones».
Esta estrategia de echar la pelota al campo contrario es la misma que emplea Trump con el pacto nuclear con Irán, que exige sea modificado por los firmantes (Alemania, Francia, Reino Unido, China y Rusia) si quieren evitar que EE UU se desvincule de él en mayo. La amenaza de la República Islámica ha sido otro de los temas omnipresentes en la visita de Pence a Tierra Santa.
La decepción palestina con la actual Administración estadounidense llevó al presidente, Mahmud Abás, a viajar a Bruselas para buscar el apoyo de la Unión Europea y la dirigente palestina, Hanan Ashrawi, denunció que «las posiciones extremistas de la Casa Blanca y del mensaje bíblico mesiánico de Pence no solo descalifican a EE UU como mediador para la paz sino que crean las condiciones de volatilidad e inestabilidad en la región y más allá».
Así que, pese a que Pence repitió la palabra 'paz' en cada una de su intervenciones, de momento el plan diseñado por Trump es todo un misterio y en su primer año de mandato no solo no ha tendido puentes, sino que para los palestinos ha dejado de ser un mediador válido. Así lo confirmó ayer el jefe político del movimiento islamista Hamás, Ismail Haniye, que pidió convocar un encuentro nacional palestino, que incluya la diáspora, para diseñar una nueva estrategia alternativa frente a las decisiones de EE UU.
Antes de salir para Davos (el Foro Económico Mundial se inauguró ayer en la ciudad suiza), el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, hizo una lectura muy positiva de una visita que supone «una excepcional expresión de la poderosa relación entre Israel y Estados Unidos», y el presidente, Reuven Rivlin, aseguró en referencia a Pence que «le agradecemos lo que hace, ha hecho y hará por el pueblo judío». La última jornada del mandatario estadounidense en Jerusalén se completó con la visita al museo del Holocausto.
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