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MILAGROS LÓPEZ DE GUEREÑO
LA HABANA.
Sábado, 23 de septiembre 2017, 00:14
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Las máquinas están listas para acelerar la demolición de los edificios colapsados por el terremoto de 7,1 grados de la escala Richter que asoló México el martes pasado. No actúan ya por la determinación de familiares, vecinos y, sobre todo, de los equipos de rescate -profesionales o voluntarios- de robar minutos al tiempo y apurar al máximo la esperanza de encontrar aún supervivientes.
Sin embargo, las posibilidades están agotadas, según los expertos. Los posibles supervivientes llevan 72 horas bajo toneladas de hierros, cemento y escombros. Entre ellos el aparejador malagueño Jorge Gómez, a quien anoche -hora española- seguían buscando. Más suerte tuvo ayer una persona extraída de entre los cascotes de lo que antes un edificio multifamiliar en Tlalpan. «Salió bien», dijeron los socorristas, sin precisar edad ni sexo de la víctima.
Una buena noticia que la gente recibió con aplausos y que anima a los rescatadores a seguir, aunque una intermitente lluvia entorpece sus labores. Para mejorar el rendimiento pidieron la ayuda de carpinteros, herreros, electricistas, médicos y personas equipadas.
Solo en la capital han logrado sacar con vida de entre los escombros a 69 personas. Salen sin apenas fuerzas y son inmediatamente hospitalizados. Salvo Edgar Parabeles Flores, de 69 años, que antes de ser atentido explicó que cuando ocurrió la tragedia estaba viendo la televisión en su piso en Cuernavaca y todo comenzó a moverse. Fue «espantoso, exageradamente fuerte, brusco, violento...». Cuando iba a salir se vio obligado a cerrar la puerta de su casa porque se sumió «una nube de polvo» que le impedía la visión. El edificio de diez pisos, construido en 1949 para albergar la Casa Latinoamericana, se derrumbó en cuestión de segundos. Como señaló, fue una persona «muy afortunada».
Cuando ya han pasado cuatro días del seísmo, los socorristas solo paran para tomar agua o algún alimento antes de volver entre amasijos de cemento y paredes cuarteadas que amenazan con derrumbarse. Rompen azulejos y muros hasta encontrar rendijas que permiten el paso hasta las víctimas o un hueco para aportarles agua o oxígeno.
Cuentan con el visto bueno del presidente, Enrique Peña Nieto, para seguir buscando en inmuebles en los que se sospecha que aún hay supervivientes. «La tarea de rescate en las edificaciones derrumbadas se mantiene. Seguimos buscando a las personas que quedaron entre los escombros», dijo el jueves desde Chiautla, Puebla, estado donde, según «una estimación muy preliminar», hay más de 10.000 viviendas afectadas, además de 20 centros de salud y 17 hospitales que necesitan reparación.
Desde que a las 13.15 -hora local- del martes la tierra tembló igual o más fuerte que lo hizo el mismo día de 1985, cuando mató a 10.000 personas, Peña Nieto -cuya popularidad era muy baja- no ha parado de visitar las zonas más dañadas. Eso sí, va solo. Su esposa y primera dama, la actriz Angélica Rivera, no lo acompaña. Ni siquiera a la escuela Enrique Rébsamen, donde bajo sus muros encontraron la muerte veintiún niños.
Hasta el momento, la cifra oficial de fallecidos asciende a 291. En la Ciudad de México, una de las zonas más afectadas, con casi 40 derrumbes totales de edificios, murieron 153 vecinos, de ellos 26 menores de edad. Le sigue en la lista de zonas con más decesos, el estado de Morelos, con 73 víctimas mortales; Puebla, con 45; Estado de México (Edomex), con 13; y Guerrero, con 6.
La electricidad ya ha sido restablecida salvo en las edificaciones derrumbadas para permitir que los socorristas puedan trabajar e impedir accidentes. Las clases continúan suspendidas, pero el aeropuerto funciona con normalidad. Hasta allí comienzan a llegar equipos internacionales especializados en rescate, donaciones y materiales de ayuda para los damnificados del seísmo, además de que recibió a rescatadores de varios países.
En la Ciudad de México el transporte público es gratuito durante estos días y, de manera excepcional, se permite trasladar en las unidades bicicletas y herramientas de rescate como picos, palas y mazos debidamente protegidos.
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