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MERCEDES GALLEGO
NUEVA YORK.
Miércoles, 20 de septiembre 2017, 01:05
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Fue un discurso para esquizofrénicos que bailaba entre la conciliación y las amenazas, el proteccionismo y el multilateralismo, salpicado de frases tipo 'tuits' para burlarse de sus rivales. Donald Trump, el magnate inmobiliario que la víspera presumía de haber construido un «exitoso» rascacielos al otro lado de la calle gracias a la ONU, aprovechó su primer discurso ante la Asamblea General para endosarle a su ausente enemigo de la península coreana un mote del que ya no podrá librarse: 'el hombre cohete' ('rocket man').
Kim Jong-un no estaba entre los 128 jefes de Estado presentes, pero nadie tenía dudas de que lo seguía muy de cerca. Particularmente cuando Trump le amenazó con «la destrucción total» de su país «si continúa con la misión suicida» en la que se ha embarcado con las pruebas de misiles nucleares. «No creo que esto vaya a ayudar en nada a las conversaciones de paz que se están llevando a cabo», objetó pesarosa Carla Anne Robbins, profesora de estudios sobre Seguridad Nacional en varias universidades y experta del Council on Foreign Relations.
El septuagenario mandatario estadounidense que hasta el año pasado se había dedicado a codearse con especuladores y magnates ponía en práctica una vez más su creencia de que sólo se respeta al más duro. Según esa filosofía con la que se ha abierto paso a codazos, su visión de Naciones Unidas es la de «una coalición de fuertes» cuyo éxito depende «de la fuerza independiente de sus miembros».
Él, por supuesto, como representante de EE UU, se propone ser el más duro entre los duros, por lo que presumió «del vasto poder militar» de su país que «pronto será más fuerte de lo que haya sido jamás», lapidó como si fuera el Joker de Batman. Para avalar la fanfarronada recordó la partida de casi 700.000 millones de dólares que acababa de ser aprobada abrumadoramente por el Senado horas antes, gracias al temor que han generado sus amenazas a Corea del Norte. Ningún orador en la sala ignoró el peligro que suponen para la estabilidad mundial las provocaciones del dictador norcoreano y su peligrosa carrera armamentística, pero entre los líderes globales el francés Emmanuel Macron advirtió que rechazará «cualquier escalada».
El nuevo secretario general de la organización António Guterres, que se presentaba ayer ante la comunidad internacional denunciado la «crisis de solidaridad» global, puso el «impensable» uso de las armas nucleares al frente de la lista de peligros que afronta el mundo, consciente de que esta ansiedad «nada abstracta» es ahora la más alta desde el fin de la Guerra Fría. «La solución debe ser política», insistió. «Es la hora de los hombres de Estado».
Puede que sea eso lo que demandan las circunstancias, pero el Trump conciliador que la víspera apoyó las reformas de Guterres para aprovechar el potencial de la ONU se había esfumado. «Los aliados que esperaban que hubiera crecido a la altura del cargo probablemente estén decepcionados con este discurso», dedujo la experta en Seguridad Nacional. Sus llamadas a las coaliciones se limitaban ya a aquellos asuntos de su agenda.
En ella se encontraba Benjamín Netanyahu, a quien le pareció «un discurso fabuloso». El primer ministro israelí que hace cinco años presentó en ese mismo hemiciclo una bomba en dibujo de caricatura para destacar la «inminente» amenaza de una bomba nuclear iraní, que estaría lista la primavera siguiente, celebraba ayer las duras palabras de Trump contra su acérrimo enemigo, «un dictador corrupto enmascarado tras la pose de la democracia que exporta terrorismo», dijo Trump. El israelí ha luchado con uñas y dientes para boicotear el acuerdo nuclear fraguado durante el mandato de Obama por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania. Ayer Trump lo alificó de «un bochorno» para EE UU.
El acuerdo «sólido, robusto y verificable», señaló Macron, tiene que ser ratificado el mes que viene. «Rescindirlo sería un grave error», advirtió el presidente galo. Ayer, ante una audiencia global, le puso los puntos en este y otros temas, como los acuerdos de París, «un pacto entre generaciones que no volverá a negociarse. No habrá marcha atrás», advirtió entre aplausos entusiasmados.
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