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Surcoreanos observan desde una estación en Seúl la retransmisión de un informativo en el que se habla sobre Corea del Norte. :: J. HEON-KYUN / efe
EE UU ensaya un ataque no nuclear

EE UU ensaya un ataque no nuclear

Sus B-1B con base en Guam no portan armas atómicas y tendrían como objetivo instalaciones militares, pero no al Gobierno norcoreano

MERCEDES GALLEGO

NUEVA YORK.

Viernes, 11 de agosto 2017, 00:12

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Seis bombarderos B-1B entrenan en la isla de Guam para atacar a Corea del Norte en el momento en que lo decida el comandante en jefe Trump. Vuelan por parejas y han realizado once entrenamientos desde final de mayo a un ritmo acelerado. No son bombarderos nucleares. Por mucho que Donald Trump quiera presumir de su «poderoso arsenal nuclear», el Pentágono no tiene interés en usarlo. El plan diseñado para atacar a Corea del Norte pretende dejar claro desde el perfil de sus aviones que no son una amenaza nuclear. Eso queda limitado a la retórica que Trump se ha propuesto escalar. Lejos de recular, ayer consideró que, «si acaso», sus amenazas de lanzar «fuego y furia como el mundo no haya visto jamás» no fueron «suficientemente duras».

Desde su campo de golf de Bedminster (New Jersey) advirtió que los gobernantes de Pyongyang tiene buenas razones para estar «muy, muy nerviosos». Si continúan desafiándole, «les pueden pasar cosas que nunca pensaron que fueran posibles», gritó a los periodistas. Cuestionado sobre sus intenciones se limitó a añadir: «Ya lo verán. Yo no anuncio mis planes como el Gobierno anterior (de Obama), que decía que en cuatro meses iba a entrar en Mosul».

En el mundo real, los B-1B listos para despegar son viejos conocidos. Durante los últimos 16 años han sido el caballo de batalla en Irak y Afganistán. Les escoltarían varios cazas y contarían con la asistencia de aviones para reabastecerse en el aire si fuera necesario, así como toda la tecnología de drones y de satélites, según han contado varias fuentes militares a NBC.

Los llamados 'Lancer' con base en la isla de Guam tendrían que volar casi 3.400 kilómetros para atacar dos docenas de objetivos militares en Corea del Norte. Se trata de todas las instalaciones identificadas como implicadas en el lanzamiento de los misiles nucleares y pruebas relacionadas. Con esa selección el Pentágono quiere dejar muy claro que la intención del ataque es simplemente eliminar la amenaza que pende sobre EE UU, sin poner al régimen coreano en la diana. Un matiz que no necesariamente captará el Gobierno de Kim Jong-un en el actual clima de retórica bélica. «Alguien tiene que ponerse chulo por el pueblo estadounidense», fardó Trump.

Con su estilo curtido entre casinos y tratos inmobiliarios, el presidente cree que lo único que puede frenar la guerra es enseñar los dientes y hacer creer a su enemigo que le destruirá. El miércoles presumió de que su primera orden como presidente fue renovar y modernizar el arsenal nuclear, que según él ahora es «más fuerte y más poderoso que nunca». Un farol que no era difícil de desenmascarar. La orden ejecutiva que firmó el 27 de enero solo pedía un estudio. «Nuestro arsenal es exactamente el mismo que antes de que llegara a la Casa Blanca», aclaró el anterior secretario de Energía Ernest Moniz en MSNBC. A diferencia de este físico nuclear del MIT, que fue clave para las negociaciones con Irán, su sucesor, Rick Perry, no tiene ninguna experiencia en temas nucleares. Como exgobernador de Texas y antiguo candidato presidencial propuso desmantelar el departamento que ahora lidera. Una característica habitual entre los ministros de Trump, que parecen ser elegidos para destruir la cartera que se les entrega.

Personal prestado

Días antes de que se acabara el mandato de Obama, los altos cargos del Departamento de Energía ni siquiera sabían si debían empaquetar sus pertenencias o quedarse en el puesto hasta que nombrasen a sus sucesores, mucho menos hablar con ellos sobre la transición. Al llegar el día se levantaron de la mesa y se fueron. El desastre se salvó porque Moniz llamó a varios senadores. Eso sirvió para que el general Frank Klotz, subsecretario de Energía, recibiera una llamada de la Torre Trump pidiéndole que sus hombres volvieran a las oficinas.

Seis meses después cientos de altos puestos siguen vacantes en el Departamento de Estado, entre ellos siete de los nueve subsecretarios. Los dos en el cargo proceden de la administración de Obama. La mayor crisis nuclear desde 1962 ha cogido descabezado al cuerpo diplomático. A diferencia de la crisis de misiles en Cuba, EE UU no tiene canales de comunicación con Corea del Norte para que ambos países puedan anticipar sus movimientos, como ocurría entonces con la Unión Soviética. Solo queda esperar a que suenen las sirenas o que uno de los dos ceda.

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