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Los supervivientes huyen del club Pulse. En el detalle, un 'selfie' publicado por Omar Mateen en MySpace. :: efe
El mayor tiroteo de la historia de EE UU

El mayor tiroteo de la historia de EE UU

Un desequilibrado que prometió lealtad al Estado Islámico mata a 50 personas en una discoteca gay de Orlando. Los yihadistas se atribuyen el ataque

MERCEDES GALLEGO

Lunes, 13 de junio 2016, 01:24

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nueva york. En Europa le llaman ya el Bataclan americano, pero en EE UU todavía no saben con certeza si los 50 caídos en el club de Orlando son víctimas del fanatismo musulmán o simplemente de un tipo desquilibrado e intolerante que encontró en la propaganda del Estado Islámico un cauce para justificar su odio por los homosexuales, pese a que a las pocas horas los yihadistas se atribuyeron la masacre. Otros se preguntan cuál es la diferencia entre estos locos que deciden actuar en casa o los que viajan a Oriente Medio para sumarse formalmente a un ejército.

«Aún estamos averiguando lo que pasó, no podemos hacernos un juicio preciso de la motivación del asesino o de la asociación que podría tener con terroristas internacionales», indicó el presidente Barack Obama, que fue rotundo al calificar el tiroteo más mortal que haya visto nunca EE UU de «un acto de terrorismo y de odio». «Sabemos que era una persona llena de odio».

Minutos antes de abrir fuego contra una discoteca llena de homosexuales, Omar Mateen, de 29 años, nacido en Nueva York, llamó por teléfono a los servicios de emergencia y les informó de que su lealtad está con Abu Bakr al-Bagdadi, líder del Estado Islámico en Irak. Su juramento, similar al que hicieran por Facebook días antes de su masacre los terroristas de San Bernardino, obliga a ponerle en la misma categoría y a sumarle incluso a la masacre de los hermanos Tsarnaev en el maratón de Boston, que mencionó en su llamada a Emergencias.

Hace tres años Mateen había pasado sin levantar sospechas por el escrutinio de las autoridades, que lo investigaron por su conexión con otro individuo bajo sospecha de radicalización. Sin embargo, su padre, Mir Seddique, aseguró ayer a la prensa que lo ocurrido «no tiene nada que ver con la religión». El hombre, que se disculpó profusamente por el dolor que ha desatado su ya difunto hijo, contó que hace un par de meses le vio perder los nervios en Miami cuando dos homosexuales se besaron delante de él y de su pequeño. El padre intentó calmarle sin éxito y se fue pensando «cualquier día se lía a tiros con ellos». Por las declaraciones de su esposa y amigos, la homofobia del pistolero data de mucho antes de que se crease el Estado Islámico. La notable intransigencia de esta organización terrorista con los homosexuales, a los que despeña desde lo alto de un acantilado o un edificio para luego rematarlos a pedradas si quedan vivos, puede haber atraído a un personaje como Mateen. Su padre parece estar ciego. Le consideraba un joven muy trabajador. Su exesposa, sin embargo, lo califica de un hombre violento e inestable que la maltrataba. La causa del divorcio fue precisamente la violencia doméstica.

Con permiso de armas

Omar debería apellidarse Seddique, como su padre, pero hace diez años lo cambió por Mateen, sin que se sepa por qué. Su oficio como guarda de seguridad le habría permitido hacerse legalmente con el rifle AR-15 con el que sembró la muerte en la sala Pulse, donde más de 300 personas bebían y bailaban ajenas a su odio. «Era 'Noche Latina', la más divertida», recordó Carlos Rosario, uno de los jóvenes que consiguió salir sin un rasguño. En lugar de irse a casa, se quedó para aplicar sus conocimientos médicos a los 53 heridos regados alrededor de Pulse.

Al principio muchos pensaron que esos golpes secos y hasta rítmicos eran parte de la música. Cuando alguien acertó a cortarla y todo el mundo entendió la dimensión de lo que estaba pasado, la escena cobró un carácter surrealista en el que los cuerpos sin vida caían sobre la pista de baile. Todo el mundo corría hacia la salida y los que no podían salvar la aglomeración de la puerta se escondieron en los baños y los armarios. Pulse se convirtió pronto en una ratonera. Los que lograron escapar salieron a la calle entre llantos y jadeos, algunos empapados en sangre. La mayoría se quedó atrapada dentro, hasta el propio pistolero. «Que todo el mundo salga de Pulse y no pare de correr», escribieron en Facebook los encargados del local.

Mateen había conducido durante dos horas, desde su hogar en el puerto de St. Lucie hasta el club gay de Orlando que eligió para su matanza, pero fue a dar con uno en el que la Policía local tenía un agente de paisano. La reacción de las autoridades fue tan rápida que cuando intentó escapar del local se encontró a la Policía esperándolo. Primero quiso abrirse paso a tiros. Uno de los agentes ha enseñado estremecido el casco kevlar al que una de esas balas le abrió un agujero que pudo costarle la vida. Mateen se replegó y cogió rehenes en la sala, preparado para morir pero dispuesto a buscar una huida hacia delante.

La primera ronda de disparos se oyó sobre las 2 de la madrugada, pero tendrían que pasar tres horas hasta que la Policía se atrevió a entrar con un vehículo de asalto para liberar a una treintena de personas que seguían atrapadas. Previamente llevaron a cabo una explosión controlada para desconcertar al atacante, que encontraron muerto en el interior.

La explosión desató todo tipo de especulaciones sobre la posibilidad de que el pistolero fuera un terrorista suicida que acababa de inmolarse. La Policía de Orlando, sin embargo, los desmintió rápidamente. Poco antes de las 6 de la madrugada hora local, la treintena de rehenes salía del club, que se había convertido en la tumba de muchos. «El pistolero está muerto», dijo la Policía de Orlando. En teoría, la pesadilla había terminado.

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