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Imangen de las obras de la estación de Kowloon Oeste, en Hong Kong, a donde llegará el tren de alta velocidad. :: Anthony WALLACE / afp
La estación más polémica de China

La estación más polémica de China

La jurisdicción compartida de la estación del tren de alta velocidad en Hong Kong provoca temor a una mayor erosión de las libertades de la excolonia

ZIGOR ALDAMA

SHANGHÁI.

Martes, 2 de enero 2018, 00:02

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En menos de dos décadas, China ha construido la mayor red de trenes de alta velocidad (TAV) del mundo. Es tan extensa que supera a la suma del resto de líneas existentes en todo el planeta, y continúa creciendo a velocidad vertiginosa. «China cuenta actualmente con 124.000 kilómetros de ferrocarriles, de los cuales 22.000 son de alta velocidad. La red de TAV ha transportado ya a 7.000 millones de personas, y el objetivo es que para 2035 alcance los 38.000 kilómetros», informó Huang Xin, un alto cargo de la China Railway Cooperation.

Sin duda, la red ha logrado vertebrar mejor el país, ha potenciado el desarrollo de zonas más rurales, y se ha convertido en uno de los elementos mejor valorados por la población. Sin embargo, hay una ciudad de gran importancia que, de forma incomprensible, todavía no está conectada a la red TAV: Hong Kong. Y eso que hace ya 17 años que sus dirigentes decidieron conectar la excolonia británica con Shenzhen, la ciudad continental situada al otro lado de la frontera física que todavía divide un país en dos sistemas.

Precisamente, es la peculiar política que determina el encaje de Hong Kong en la República Popular lo que complica la consecución del proyecto, que finalmente estará operativo a finales de este año, con un lustro de retraso sobre la fecha de inauguración prevista en un inicio. Según la Ley Básica aprobada para la devolución de la ciudad a China, el centro financiero se regirá por sus propias leyes hasta 2047. Eso supone que, aunque el Partido Comunista tiene el control sobre los aspectos legislativos y políticos clave, Hong Kong mantiene una amplia autonomía en la que se incluye la seguridad. Así, las fuerzas del Estado -con la salvedad del Ejército-, no tienen autoridad en Hong Kong.

Y eso ha dificultado el diseño de la estación de Kowloon Oeste, desde donde partirán los convoyes a la provincia de Guangdong. Por razones prácticas, el proyecto requiere que sea allí donde los viajeros cumplan con los requisitos de inmigración de ambos territorios, de forma que se evite tener que bajar a medio camino y cruzar caminando para volver a subir al tren. El problema es que esta fórmula provoca una redefinición de la jurisdicción de la estación, y hay muchos que consideran que este modelo es ilegal.

Según el plan aprobado por el Ejecutivo autonómico, cinco agencias de seguridad de China podrán operar dentro de los 105.000 metros cuadrados que Hong Kong alquilará en la estación a la China continental para que establezca sus controles. Esa zona y el interior de los trenes se regirán por las leyes de Pekín, pero no las vías por las que viajarán ni el resto de la estación, que estarán bajo la jurisdicción de la excolonia británica. Los agentes chinos tendrán que regresar a sus lugares de origen cuando acaben sus turnos y no podrán entrar en Hong Kong.

Tanto los partidos pandemócratas como los independentistas consideran que «daña de forma irreparable» la autonomía de la ciudad. «Es un ataque frontal contra el modelo 'un país, dos sistemas', y un paso más en la erosión de la autonomía y las libertades de Hong Kong», afirmaron seis prominentes abogados que se mostraron frontalmente en contra de la jurisdicción compartida de la estación. «Tener agentes chinos en suelo de Hong Kong es una amenaza que se debe tener muy en cuenta», apostillaron.

No es el único punto controvertido de este enlace ferroviario, que funcionará a través de un túnel en el que los convoyes circularán a 200 km/h y no a los 300 km/h habituales en el resto del país. El presupuesto ha provocado otro escándalo, porque la línea terminará costando unos 84.400 millones de dólares de Hong Kong (9.200 millones de euros), el doble de lo proyectado. Además, 200 casas han sido demolidas y la compensación también provocó polémica. «Poco a poco, China está arrebatando a Hong Kong todo lo que la hace diferente», comentaba ayer uno de los cientos de manifestantes que protestaron contra la estación.

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