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Seguidores de Beyi Caid Essebsi, líder del partido Nidaa Tounes.
Túnez: todos ganadores

Túnez: todos ganadores

Todos los ciudadanos, en efecto, han ganado en la medida en que la jornada culminaba un delicado y difícil proceso de transición hacia la democracia

enrique vázquez

Lunes, 22 de diciembre 2014, 13:54

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El título de esta nota está tomado del editorial de 'La Presse', el más importante diario de Túnez que ayer, en plena votación para la elección del presidente de la República, sostuvo con toda razón la tesis de que no se encontrará ni un perdedor.

Todos los ciudadanos, en efecto, han ganado en la medida en que la jornada culminaba un delicado y difícil proceso de transición hacia la democracia emprendido apenas obligado a huir por las manifestaciones populares a principios de 2011 el antiguo presidente-dictador, el general Ben Alí, en el poder durante casi 23 años, a contar desde 1989. Entonces apartó al 'padre de la patria', Habib Burguiba, atacado, es verdad, de una inquietante senilidad.

Ha ganado por un diez por ciento de votos (no hay cifra oficial en el momento de escribir) quien se esperaba: Beyi Caid Essebsi, un político profesional con el burguibismo y los primeros años con Ben Alí y que, a sus 88 años muy bien llevados se propuso para encabezar una alianza de fuerzas electoralmente bautizada como 'Nidaa Tunes' ('el llamamiento de Túnez') y destinada a ganar frente al presunto candidato islamista.

Una obra maestra de la política

Lo de presunto alude a la condición tan seglar como la de Essebsi del otro candidato, Moncef Marzuki, un médico de 66 años con una impresionante biografía de opositor y defensor de los derechos humanos.

El accedió a ser oficiosamente el candidato del gran partido islamista 'Ennahda' ('renacimiento'), el más votado en las primeras elecciones legislativas y cuyo fundador y líder histórico, Rachid Gannuchi, es uno , si no el primero y el más relevante, de los perdedores-ganadores: su destreza política y su visión de largo plazo le empujaron a negociarlo todo con el gran campo laico, bien asentado y nutrido en Túnez, singularmente la Constitución y, llegados días de confrontación cara a la crucial elección, a aceptar un gobierno neutral de tecnócratas.

Esta construcción, relativamente larga (si se recuerda que Ben Alí huyó hace casi cuatro años día por día) acredita a una clase política entrenada, a unas fuerzas armadas y policiales despolitizadas y que han garantizado ayer con toda eficacia la seguridad con cien mil efectivos y se ilustraron por su moderación y neutralidad en los años primeros y más difíciles. Lo mismo vale decir de los sindicatos y en particular de la poderosa Unión General de Trabajadores, que sustituyó de hecho a la clase política cuando los desacuerdos parecieron insuperables.

El inmediato porvenir

Será imposible saber cuántos islamistas, sin candidato propio, votaron a Marzuki, como tampoco sabremos cuantos electores de la izquierda clásica (el 'Frente Popular') lo hicieron. Estos últimos con su buen diez por ciento en la primera ronda tenían un sumando de peso en su mano. En el campo de Essebsi, sin embargo, no hay duda: ha obtenido unos veinte puntos más que en octubre lo que significa que se cumplió el pronóstico más generalizado: en nombre del cazurro, pero atinado, consejo de que más vale lo malo conocido etc, el publico apoyó a quien exhibe una condición de estricto laicismo.

Dicho esto, es innegable que Gannuchi ha hecho, además de un servicio patriótico con cierto desgaste en sus filas (en Ennahda no todo el mundo estuvo al cien por cien de acuerdo con la 'operación Marzuki') lo que más le conviene a medio plazo. La razón es obvia: si el nuevo gobierno no tiene éxito en la mera gestión, económica y social en primer lugar, el público mudará de opinión y entonces. será imposible excusar toda acción anti-islamista en nombre de la democracia presuntamente amenazada porque hoy los islamistas han sentado cátedra de respeto, juego democrático y solvencia estratégica.

'La Presse' decía bien, en todo caso: todos los tunecinos son ganadores y, del mismo modo que dieron la señal decisiva del movimiento democratizador que sacudió al mundo árabe (con el sacrificio del vendedor ambulante Mohamed Buaziz en diciembre de 2010) son también los primeros en culminar el proceso que, de nuevo, gana la estimación internacional. La jornada es de las estimulantes y merece ser seguida por la concordia nacional y el éxito

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