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La Casa Blanca bendice los crímenes del 'Hitler filipino'

El presidente de EE UU alaba a Duterte y le confía otra información secreta, la situación de los submarinos nucleares en el Pacífico

MERCEDES GALLEGO

Viernes, 26 de mayo 2017, 01:22

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La vida es un péndulo que oscila de extremo a extremo. Al profesor de Harvard al que se acusaba de hablar con condescendencia y tono doctoral le sucedió en la Casa Blanca un magnate de &lsquoreality shows&rsquo cuyos escasos conocimientos sobre los asuntos de Estado explican la fragilidad de su ego. ¿A quién no le gustaría traspasar la foto oficial para escuchar las conversaciones privadas de Donald Trump con otros líderes mundiales? Lo más parecido es la transcripción que ha publicado &lsquoThe Intercept&rsquo de la llamada telefónica que le hizo el pasado 29 de abril al presidente filipino, Rodrigo Duterte, que le supera con mucho en malos modales e instintos asesinos.

Duterte no es un atorrante cualquiera. Durante su campaña electoral admitió que como alcalde de Davao se dedicó a matar a drogadictos y &lsquocamellos&rsquo para mostrarle a la Policía que si él podía hacerlo, ella también. «Me montaba en la moto e iba buscando un enfrentamiento para poder matarles». Como presidente prometió que sería «el Hitler de Filipinas», decidido a matar &lsquoalegremente&rsquo a tres millones de drogadictos. Según las asociaciones de derechos humanos, en los once meses que lleva en el poder sus fuerzas del orden y milicias urbanas han matado a más de 7.000 personas de forma extrajudicial. No buscan a los capos que manejan el negocio de la droga y se enriquecen con él, sino a los que la distribuyen o consumen en los estratos más bajos de la sociedad. Cuando Obama se alarmó por ese estilo gansteril, Duterte le llamó «hijo de puta» y le advirtió que no se le ocurriera meterse en el asunto. La Casa Blanca le canceló la invitación pendiente.

«Azote de mi nación»

Trump, en cambio, le llamó para felicitarlo, «porque he oído el increíble trabajo que estás haciendo con el problema de las drogas», le dijo con auténtica admiración. «Muchos países tienen ese problema, nosotros lo tenemos, pero qué gran trabajo estás haciendo tú. Sólo quería llamarte para decírtelo». Naturalmente, Duterte se lo agradeció: «Las drogas son el azote de mi nación y tengo que hacer algo para preservar a la nación filipina», se justificó. No hacía falta. Trump le entendía «perfectamente», señaló, «quien no lo entendía era el presidente anterior, pero yo lo entiendo muy bien». Lo que más les preocupa a todos no es su admiración por los dictadores ni la superficialidad de sus comentarios, sino la ligereza con la que trata la información clasificada. Duterte le explicó que «aquí estamos todos muy nerviosos con la situación de Corea del Norte». El inquilino de la Casa Blanca le tranquilizó: «Tenemos destacada allí mucha fuerza, dos de los mejores submarinos nucleares del mundo, nunca he visto nada como eso, pero no tenemos que usarlos a menos que haga una locura, entonces veremos lo que pasa».

La ubicación de submarinos nucleares es un secreto tan guardado que se oculta incluso a altos mandos estadounidenses. Trump le preguntó a Duterte su opinión sobre el líder coreano Kim Jong-un. «¿Estamos hablando de alguien que es estable o no?», quiso saber. Luego, si China tiene margen para presionar más a Corea del Norte, por lo que el filipino se ofreció llamar a Xi Jinping. «Dile que cuento con él», le animó Trump. «Le tuve dos días en Florida y llegué a conocerle bien. Es un buen tipo».

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