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Vista aérea de la antigua planta de extracción de plutonio. :: reuters
La sucia herencia del plutonio

La sucia herencia del plutonio

El derrumbe de un túnel pone de relieve los riesgos de Hanford Site, desde donde se alimentó la escalada nuclear de EE UU

CARLOS BENITO

Domingo, 14 de mayo 2017, 00:53

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A principios de 1943 los habitantes de White Bluffs y Hanford, dos pueblecitos del Estado de Washington, recibieron una orden del Gobierno que les obligaba a abandonar sus granjas en el plazo máximo de un mes. También las tribus indias de la zona (los wanapum, los yakama, los umatilla...) fueron forzadas a mudarse lejos de sus tierras. Las autoridades estadounidenses habían decidido que esa región remota y poco poblada, a orillas del río Columbia, ofrecía el emplazamiento idóneo para unas misteriosas instalaciones militares. Eran tan secretas que la mayoría de los obreros que trabajaron en su construcción (hasta 45.000 en los momentos de mayor ajetreo) no tenían ni idea de qué diablos estaban edificando.

Aquellos 1.500 kilómetros cuadrados de terreno, una extensión similar a la de Gran Canaria, se convirtieron en Hanford Site, la trastienda sucia y peligrosa de la carrera nuclear americana. Su función básica consistió en producir plutonio para el programa de defensa: de allí salió el corazón letal de la primera bomba atómica detonada por EE UU -en la llamada prueba Trinity- y también el de Fat Man, el artefacto que mató a 74.000 personas en la ciudad japonesa de Nagasaki. Lo curioso es que, a estas alturas del siglo XXI, Hanford Site continúa ahí y todavía es fuente de malas noticias: el pasado martes se derrumbó una sección de seis metros de un túnel para vagonetas sellado en los 90, que contiene material radiactivo y equipos contaminados. El Departamento de Energía asegura que no se han registrado emisiones al exterior, pero el incidente ha servido para recordar al mundo la incómoda existencia de «la zona más tóxica de EE UU», «el Fukushima americano» o el «Chernóbil subterráneo», por citar tres de sus vistosos sobrenombres.

En Hanford Site, a unos trescientos kilómetros de Seattle, se produjo plutonio hasta 1987. El Proyecto Manhattan había triunfado en su objetivo de adelantarse a los nazis en el desarrollo de la bomba, un éxito al que siguió un paréntesis en las actividades de la planta. Sin embargo, la Guerra Fría no tardó en potenciarlas al máximo, hasta el punto de que los tres reactores iniciales se convirtieron en nueve. El plutonio, que se había sintetizado por primera vez en 1940, era en su momento una novedad de la que se desconocían muchos detalles, así que los científicos combinaban las labores productivas con la investigación a marchas forzadas. Junto al reactor F se instaló una granja donde se mantenía a mil animales, desde cerdos y vacas hasta peces y caimanes, empleados para indagar los efectos de la radiación: a las ovejas, por ejemplo, las alimentaban con yodo radiactivo para ver qué pasaba. Otro experimento chocante fue la emisión voluntaria a la atmósfera de productos radiactivos de la fisión, en 1949, para que la Fuerza Aérea pudiese poner a prueba sus instrumentos de detección.

De Hanford Site salieron 67 toneladas de plutonio, pero lo que se quedó allí también posee un tremendo potencial destructivo. En 1989 se puso en marcha la descontaminación y el desmantelamiento del enorme complejo, un proyecto con un coste estimado de cien mil millones de euros y un plazo de medio siglo: más de ocho mil personas están empleadas en la tarea, pero seguramente ni siquiera así se va a conseguir terminarla para la fecha prevista. Hanford es un gigantesco y caótico vertedero nuclear, un parque de los horrores que, además de los residuos más o menos catalogados, está repleto de sorpresas desagradables.

Tanques con filtraciones

Pero lo que más preocupa son los restos líquidos, más de doscientos millones de litros repartidos entre 177 tanques subterráneos, con la particularidad de que nadie sabe exactamente qué hay en cada uno. Hace décadas, se decidió vaciar parcialmente los más antiguos y trasladar ese contenido a los de construcción más reciente, dotados de doble pared, pero en los últimos años se ha comprobado que algunos de estos depósitos modernos presentan filtraciones.

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