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I. GURRUCHAGA
Jueves, 30 de marzo 2017, 00:57
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Tiene la nariz rota, cinco veces, por el rugby y por sus peleas en el sur de Londres, donde creció, hijo de una madre soltera. Su padrastro fue un obrero polaco y judío. Para pagarse los estudios ingresó en la reserva del regimiento más exigente, el Servicio Especial del Aire. Se achaca a un ministro portugués la descripción del negociador británico del 'brexit' como «un cabrón encantador». Muchos no se explican por qué describió a David Davis como encantador. Era entonces secretario de Estado para Europa en el Gobierno de John Major, su más alto cargo antes de que Theresa May le encomendase la negociación con Michel Barnier. Se conocieron en la negociación del Tratado que creó el Artículo 50.
Margaret Thatcher cambió en sus últimos años la posición tradicional del Partido Conservador en favor de la Comunidad Económica Europea y creó el euroescepticismo. Tras la conspiración que la derribó, Davis apoyó la candidatura de Major, que lo premió nombrándolo responsable de la disciplina del grupo parlamentario para cuestiones europeas. Se tramitaba el Tratado de Maastricht. Major recuerda en sus memorias lo que dijo Davis a un grupo de rebeldes que planeaba otra revuelta: «Estoy autorizado a deciros que, si insistís en pedir una reunión con el primer ministro, la tendréis. Será individual, breve y concreta, y probablemente la última. ¿Alguna pregunta?».
Tras lograr el milagro de la ratificación del Tratado, Major puso a Davis -«agudo y combativo»- al frente de la negociación del nuevo tratado europeo en la Conferencia Intergubernamental. El diplomático que llevaba la negociación en Bruselas, Stephen Wall, recuerda: «Me enviaban páginas de detalladas instrucciones autorizadas por David Davis. Podrían haberme enviado una línea: 'Di no a todo'». Partidario de bajos impuestos, un Estado pequeño y ayuda a quienes lo necesitan, pasó la era laborista rebelándose de vez en cuando contra líderes 'tories' que querían modernizar el partido en lugar de confirmar sus valores tradicionales. En 2005 era el candidato más popular entre los afiliados, no así entre sus colegas en el Parlamento.
Martillo de herejes
A pesar de los reproches de vagancia y carencia de gracias e intelecto, era el favorito indudable. Pero Andrew Grimson, biógrafo de Boris Johnson, anotaba el contraste entre la presentación de la candidatura de David Cameron -iluminación ambiental, pastelitos de chocolate- y la de Davis, «que parecía una reunión de pelmazos de un club de golf». Llegó en helicóptero a Blackpool, donde conservadores desesperados elegían líder. Los deslumbró Cameron, un insustancial en los ojos del Davis derrotado, que dimitió de la cartera de Interior en la oposición, para votar contra la detención sin cargos en casos de terrorismo durante 42 días.
Este 'tory' tradicional y libertario, casado y con tres hijos, tiene ahora una tarea digna de su autoestima. Le ofrece aventura, tensión, póker y trascendencia. Comanda la Cámara de los Comunes como ningún otro miembro del Gobierno. Los veteranos eurófobos lo recuerdan como el 'martillo de Maastricht' y en cada paso que se aleja del «'brexit' duro» temen su traición.
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