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Donald Trump, momentos antes de reunirse con los miembros de la Asociación Nacional de Gobernadores. :: B. Smialowski / AFP
Trump se arma para la guerra

Trump se arma para la guerra

El presidente de EE UU propone la mayor subida del gasto discrecional en Defensa de la historia a costa de recortar la diplomacia

MERCEDES GALLEGO

Martes, 28 de febrero 2017, 00:18

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El aislacionismo de Trump no servirá para dejar al mundo tranquilo. Donald Trump quiere «ganar guerras», una memoria de la infancia que en el septuagenario multimillonario data de la II Guerra Mundial. «Cuando yo era joven, en el instituto y en la universidad, todo el mundo solía decir que nosotros no perdíamos una guerra», recordó ayer en una reunión con gobernadores, «¿os acordáis?». Eran las guerras contra los ingleses, los indios, los mexicanos, los españoles y los nazis. Luego vino Vietnam, Irak, Afganistán, Siria... «y ahora nunca ganamos una guerra. Tenemos que empezar a ganar guerras de nuevo», decidió.

Hasta ese momento algunos podían pensar que su propuesta para aumentar el gasto discrecional en Defensa hasta niveles históricos podía responder a su filosofía reaganista de alcanzar la paz mediante la fuerza, pero su deseo está claro: «Tenemos que empezar a ganar guerras otra vez», insistió. «No estamos luchando para ganar».

Para el ambicioso magnate que se ha pasado la vida apostando en inversiones de casinos y hoteles con la fortuna que heredó de su padre ganar es la única emoción que importa. Las victorias diplomáticas son demasiado sutiles para quien vibra con los titulares y los índices de audiencia de televisión. Ayer logró capturarlos de nuevo sin proporcionar detalle alguno de un presupuesto que llama 'America First' (América primero), porque mete el tijeretazo a la ayuda exterior, la diplomacia y a los compromisos internacionales para salvar el medio ambiente.

No hay detalles porque, según su director de Presupuestos, ayer enviaron las líneas maestras a las agencias implicadas, que tendrán que afinarlas para presentar los presupuestos al Congreso a mitad de marzo. Hasta entonces solo se conocen los grandes trazos de un borrador difuso. Los que más le interesan a Trump: que aumentará un 10% el gasto discrecional del Departamento de Defensa y no tocará lo que más importa a los estadounidenses de a pie que corteja para su reelección: el programa de sanidad pública para jubilados llamado Medicare y el fondo de la Seguridad Social que paga sus pensiones.

En esta loca carrera a lo Cannonball que lleva a cabo en sus primeros 40 días en el poder Trump pretende impresionar al electorado como un hombre de acción que cumple con sus promesas electorales a toda velocidad. El antipolítico que habla claro, el resolutivo hombre de negocios que se abre paso entre la burocracia a tijeretazos para aterrizar resultados concretos en un tiempo récord.

En su universo paralelo, donde sus asesores proporcionan «hechos alternativos» a las «noticas falsas» de los periódicos, el gasto discrecional de Defensa aumentará en 54.000 millones de dólares (prácticamente 51.000 millones de euros) hasta un total de 603.000 millones de dólares (algo más de 569.000 millones de euros) «sin subir la deuda» nacional. Por cada dólar que suba en un renglón promete cortar otro en los «gastos superfluos». El problema es que las matemáticas fallan, o tal vez también sean una ciencia falsa, porque los recortes al Departamento de Estado y a la Agencia de Protección Medioambiental suponen el 1%, mientras los aumentos que ha propuesto en Defensa ascienden al 10%. De hecho, el Congreso tendrá que aprobarlos, porque desde la guerra presupuestaria de 2011 el Gobierno se comprometió a no subir los gastos de Defensa.

Discurso ante los refugiados

A Trump nunca le han importado los detalles. Mientras a Hillary Clinton le traicionaba continuamente la abogada que era, el millonario de tabloides que despierta a sus ayudantes de madrugada para preguntarles qué es un dólar fuerte y si a EE UU le conviene, sabe llegar al estadounidense de a pie que se identifica con su ego herido. Esta noche la audiencia será el Congreso, pero Trump les hablará a los votantes en los que confía para la reelección.

Frente a la fallida autopsia electoral que hizo su partido tras la derrota de Mitt Romney con Obama, el nuevo presidente ha demostrado que no hace falta cortejar a las minorías para ganar las elecciones, sino a la clase blanca despechada. «Vais a oír hablar mucho de inmigración», adelantó ayer su portavoz Sean Spicer, sobre el primer discurso que dará ante el pleno del Congreso.

En los asientos del hemiciclo le escucharán esos inmigrantes y refugiados que la estrategia electoral de Trump ha convertido en cabeza de turco. Una treintena de demócratas han prometido entregarles sus pases de invitados para que las cámaras puedan mostrar que no son «traficantes, pandilleros y asesinos», como dijo ayer a los gobernadores, sino niños, mujeres y padres que buscan una vida mejor para su familia.

Según Spicer, el presidente no defenderá sus órdenes ejecutivas, que aún colean en los tribunales, sino que expondrá «una agenda para este país» basada en su eslogan de 'America First' con el que intenta devolver el brillo al imperio en decadencia que dice haber heredado.

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