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ÍÑIGO GURRUCHAGA
Lunes, 27 de febrero 2017, 00:38
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El estudiante de planeamiento medioambiental que se gana unas perras como camarero en un bar con habitaciones, en Belfast, se mostró muy interesado en expresar su alarma cuando supo que el visitante era periodista. «Tengo 22 años, nací poco antes del Acuerdo de Viernes Santo (1998), y temo que regresen los malos tiempos. En este lugar la violencia puede retornar muy rápidamente», decía.
El lenguaje cotidiano en la región es más agrio que en el reciente pasado. Escuchas a gente del Sinn Féin que la disolución del Gobierno se produjo para que nunca vuelva el dominio de los unionistas, y a estos decir que el Ejecutivo de Stormont es un desperdicio de dinero. A los políticos republicanos ya no se les reconoce la rehabilitación de su pasado, vuelven a ser cómplices o autores de asesinatos.
Un cartel electoral del Sinn Fein dice: «No a la intolerancia fanática, no a la arrogancia, no a la corrupción». Arlene Foster, la líder del DUP, presentó esta semana el programa electoral de su partido advirtiendo de que el Sinn Fein «quiere explotar la situación» para ser por primera vez el partido más votado y dando diez razones por las cuales sería «un desastre para el unionismo».
Las lágrimas aún vivas de las víctimas de lo que un dirigente de la lealista Asociación para la Defensa del Ulster (UDA) calificó un día a este periódico como «guerra asquerosa» impiden el humor pero, si resurgiese la violencia por una crisis que tiene su inicio en un programa subvencionado de calentadores con combustible orgánico, sería difícil tratar respetuosamente el conflicto norirlandés.
Gobierno directo de Londres
El historiador Paul Bew, nombrado lord por su papel como asesor del Premio Nobel de la Paz David Trimble, líder del unionista UUP, en la negociación del Acuerdo de Belfast, afirma en una entrevista con 'agendaNI' que, sin descartar «lo peor posible», se siente confiado en que la crisis no degenerará en violencia, aunque sea tras un tiempo de Gobierno directo de Londres.
«La crisis actual no tiene los problemas objetivos del Ejecutivo compartido en los primeros años», afirma Bew. «Enormes problemas morales y políticos como el desarme hicieron difícil la vida de aquellos que con las mejores intenciones querían restaurar la paz en Irlanda del Norte. Si estabas en el corazón de esas negociaciones, no habrías dejado que el escándalo de los calentadores las derrumbase».
El problema de las instituciones compartidas, según Bew, es que fueron negociadas para lograr la paz por Dublín y Londres y los moderados en la región, el UUP y el nacionalista SDLP, y ahora son dirigidas para gobernar por un DUP que quiere ir lo más pronto posible a un sistema convencional de mayorías y un Sinn Fein que aprovecha el 'brexit' para pedir un referéndum sobre la unidad irlandesa.
El profesor de Políticas de la Universidad del Ulster Arthur Aughey señala otro problema, el fracaso para reducir la dependencia de la economía regional del sector público, fuertemente subvencionado por Londres. «Un documento de Price Waterhouse Cooper en 2013 anotaba que en cinco décadas se han elaborado 15 grandes informes para la reforma de la economía y que el mero hecho de que se realizasen tantos 'sugiere que no se ha logrado mucho realmente'».
Ese fracaso se ilustra con esta crisis. El Ejecutivo autonómico copió un programa del Gobierno central para promover calentadores con combustible de virutas de madera comprimida, salvo el límite en la subvención. Fue analizado por la Asamblea sin que nadie advirtiese anomalías. Cuando se descubrió que las cantidades a pagar eran exorbitantes, y que un calentador operando todas las horas del día en un almacén vacío era una fuente de oro, no hubo voces políticas exigiendo su revisión.
Asesores de la ministra principal, Foster, presionaron a consejeros y funcionarios que querían pararlo para que extendieran el plazo del programa. Un diputado del Sinn Fein pidió a última hora una extensión adicional. Los nuevos plazos coincidieron con aumentos drásticos de las solicitudes de subvención. Desvelado el escándalo, el Sinn Fein pidió que la ministra principal se apartase de su cargo mientras se investigaba la posible corrupción.
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