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300.000 en la clandestinidad

Regreso a las catacumbas

Unos 215 millones de cristianos padecen en todo el mundo la violación de su derecho a practicar la fe en libertad

GERARDO ELORRIAGA

Domingo, 15 de enero 2017, 01:16

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Los individuos que se convierten al cristianismo en Afganistán o Somalia no han de temer las represalias de Al-Shabaab o los talibanes, fundamentalistas islámicos que castigan con la muerte el abandono de la religión musulmana. El mayor peligro para estos osados radica en los más cercanos, la familia, el jefe tribal o responsable del clan, que asumirán su ejecución con absoluta impunidad; 948 personas en todo el mundo fueron asesinadas por pertenecer a esta fe en 2016. Desde hace un cuarto de siglo, la web Puertas Abiertas publica un índice anual de la persecución que sufren tanto católicos como miembros de otras confesiones vinculadas a la doctrina de Jesús.

La limpieza religiosa impulsada por el Estado Islámico afecta a las viejas comunidades de rito caldeo y asirio de Siria e Irak, mientras que Egipto parece asistir a una violencia terrorista enfocada en su minoría copta. Pero, curiosamente, el último estudio advierte de la expansión de la intolerancia en el subcontinente indio y el sudeste asiático. Las circunstancias de esta rigidez sorprenden en su variedad. Las paradisiacas islas Maldivas imponen a la fuerza la fe musulmana a sus ciudadanos, la posesión de una Biblia implica pena de prisión y la conversión, la pérdida de la nacionalidad. El respeto y la tolerancia también se han degradado en India y Myanmar, a pesar de su estatus de países democráticos. Las mayorías hinduistas y budistas, respectivamente, de ambas repúblicas recurren a partidos nacionalistas y confesionales para impulsar leyes que otorguen carta de oficialidad a la religión preponderante y, así, combatir la expansión de sus comunidades cristianas. Entre otras figuras punitivas, destaca el control de natalidad de las minorías étnicas y religiosas aprobado por el Gobierno birmano en 2015.

Pero el país más peligroso para ser cristiano no responde a esta presión de elites que temen perder la homogeneidad de sus sociedades. Desde hace 16 años, Corea del Norte encabeza el ranking de estados represores. La opacidad del régimen comunista impide estadísticas precisas, pero la ONG francesa que impulsa este dosier sostiene que 300.000 cristianos locales viven en la clandestinidad. Su situación es grave, aunque el número de víctimas apenas supone un pequeño porcentaje de una vasta comunidad perseguida en América del Sur, África y Asia. Según Puertas Abiertas, 215 millones de fieles residentes en 50 países, 35 de mayoría mahometana, padecen el acoso institucional o social y la violación de su derecho a practicar la fe en libertad y seguridad.

Único culto al 'Brillante Camarada'

El culto abierto en cuatro iglesias de Pyongyang sólo es un señuelo para los visitantes que acceden a Corea del Norte, según Puertas Abiertas. El informe denuncia que el régimen comunista intenta suprimir la huella de cuatro generaciones de cristianos mediante la eliminación física o la condena a trabajos forzados, una pena que, según la ONG, cumplen unos 50.000 seguidores de los Evangelios. El culto a la personalidad que practica la dinastía presidencial no tolera la más mínima disidencia, tampoco el último de sus dictadores, Kim Jong-un, conocido como el 'Brillante Camarada' o el 'Sol del siglo XXI'. Puertas Abiertas asegura que los 300.000 fieles no transmiten sus creencias a sus hijos por el riesgo de ser delatados.

El fin del mosaico religioso

El mosaico religioso sirio sintetizaba la azarosa historia de Oriente Medio. La guerra civil ha dinamitado la convivencia de suníes, chiíes y cristianos de adscripción occidental y oriental. El análisis subraya la compleja posición de estos últimos en el conflicto, presionados tanto por Damasco, que les demanda pasividad y adhesión, como por el extremismo de Al-Qaida y el Estado Islámico, que pretenden su desaparición. Como en la vecina Irak, el flujo migratorio, la ocupación de casas y la destrucción de iglesias amenazan con consolidar una limpieza religiosa de grandes proporciones.

La persecución desconocida

La conversión de los templos en objetivo preferente de Boko Haram evidencia la dificultad de ser cristiano en Nigeria. Pero la insurrección yihadista en el Norte es sólo un episodio más dentro de un proceso de mayores proporciones en el tiempo y el espacio. Aunque la república africana es, en teoría, un Estado laico, las administraciones septentrionales se rigen por la sharía y limitan el acceso a los recursos de la minoría no musulmana. Puertas Abiertas advierte de la doble moral del Gobierno de Abuja, empeñado en la lucha contra la milicia pero renuente a intervenir en la constante presión armada de los ganaderos fulani y hausa, de confesión islámica, contra las comunidades cristianas campesinas del centro del país.

Agentes de desestabilización

El triunfo del partido nacionalista hindú Bharatiya Janata en 2014 alienta a grupos radicales afines a la religión mayoritaria de India contra otras confesiones. Los más extremistas impulsan el programa Ghar Vapsi de fomento de conversiones. Los cristianos, procedentes sobre todo de grupos tribales o de estratos sociales inferiores como los intocables, son víctimas propiciatorias, aunque también sufren el acoso de radicales de adscripción musulmana en Cachemira, budista en Ladakh o sij en Punjab. Aunque la presencia cristiana en el gigante asiático se remonta al año 52 d. C. con la llegada y predicación de Tomás el Apóstol, según la tradición cristiana, la clase dirigente la combate porque la considera un factor de desestabilización del sistema de castas.

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