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El Estado Islámico difundió a través de la agencia Amaq imágenes desafiantes de sus combatientes, supuestamente tomadas en Mosul. :: reuters
Un califato en números rojos

Un califato en números rojos

Los expertos vaticinan el colapso económico del grupo terrorista más poderoso de la historia por la pérdida de recursos y de gran parte de su territorio

ÓSCAR B. DE OTÁLORA

Domingo, 23 de octubre 2016, 00:33

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El Estado Islámico (EI) no sólo está cercado por los soldados de la coalición que lidera Estados Unidos. Su principal bastión en Irak, la ciudad de Mosul, está rodeado por tropas iraquíes y kurdas, en la mayor ofensiva desde que los extremistas suníes conquistaron esta ciudad hace más de dos años. En Siria, la entrada de Turquía en la guerra y su apoyo a los grupos rebeldes que luchan contra los yihadistas ya ha expulsado a los yihadistas de algunas de sus plazas fuertes, con lo que ya sólo les queda como último reducto Raqqa, la autodenominada capital de la parte siria del califato. Pero puede que antes de la derrota militar del grupo terrorista más peligroso de la historia se produzca la asfixia económica de una organización cuya fortuna es incalculable y que ha llegado a manejar fuentes de financiación casi ilimitadas.

Según un informe publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEES), elaborado por la experta en Relaciones Internacionales y Prevención del Terrorismo Cristina Mayoral Aparicio, «ante la presión de unos gastos muy superiores a sus ingresos posiblemente asistamos a uno de los factores de asfixia de la organización terrorista más poderosa de la historia». Todavía hoy es imposible conocer el patrimonio que ha conseguido acumular el Estado Islámico en sus poco más de dos años de historia como califato.

El grupo llegó a controlar el 40% de la producción de trigo de Irak, al haber ocupado las principales zonas de cultivo del país, según explica Mayoral. Además, fue capaz de obtener unos ingresos incalculables con la venta de petróleo y ha venido recaudando todo tipo de impuestos a los ciudadanos de las zonas que controlaba.

Además, de manera paralela, ha buceado en Internet en busca de los negocios más diversos. Sin olvidar que ha llegado a manejar sus propios bancos -'requisados' en las ciudades ocupadas- y traficado con las reliquias arqueológicas del territorio que iba conquistando. En sus momentos de máximo esplendor incluso pudo acuñar su propia moneda de oro.

Según explica Cristina Mayoral, la principal característica del Estado Islámico es que «es la primera organización con un territorio propio desde el que podía operar con total libertad e incluso financiarse con los impuestos cobrados a la población». La experta recuerda, por ejemplo, que el grupo comandado por Abu Baker al-Bagdadi vendía camiones con barriles de petróleo a un precio que oscilaba entre los 3.000 y los 5.000 dólares (2.700-3.500 euros). En la mayoría de los casos se pagaba en efectivo.

Cuando Rusia, Estados Unidos o Francia comenzaron a bombardear u infraestructura se comprobó que el Daesh era capaz de renovar una refinería móvil en apenas diez días y con una inversión de poco más de 210.000 euros. El crudo no es la única materia prima local que ha dominado el EI. Según Mayoral, cuando se adueñó de las minas de fosfatos de la provincia iraquí de Al-Anbar era capaz de conseguir «decenas e incluso cientos de millones de dólares al año con el comercio de estos recursos».

Aportaciones modestas

Resulta paradójico que estas fuentes de financiación tan poderosas hayan convivido con otras más modestas. Porque el Daesh ha utilizado el 'crowfounding' en internet para abastecerse. Mayoral recuerda el caso del clérigo Jahb-Bmalk, que buscaba donaciones en Twitter para la compra de armas y llegaba a afirmar que la aportación de 50 dinares (unos 55 euros) servía para financiar 50 balas de un francotirador, con lo que quien entregase esa cantidad obtendría el 'estatus de donante de plata'. Si aportaba 100 dinares -el coste de ocho proyectiles de mortero-, el rango era ya de 'donante de oro'.

En su estudio, la experta destaca que uno de los grandes problemas de investigación que plantea el Estado Islámico es que llegó a gestionar los bancos de las regiones que controlaba, de tal manera que tenía acceso al sistema financiero internacional y por tanto una red para mover dinero de una forma más o menos segura. En Australia, por ejemplo, se han detectado transferencias de fondos a campos de refugiados que «tenían como objetivo difuminar la localización de los verdaderos beneficiarios» de estos ingresos.

Ahora, las pérdidas territoriales están alejando al Estado Islámico de este tipo de ventajas pero sus gastos no han descendido. Mayoral, citando datos de equipos internacionales de estudios, asegura que el EI necesita cada mes diez millones de dólares (9,1 millones de euros) sólo para los salarios de sus combatientes -unos 30.000 guerrilleros que reciben una paga de 300 a 500 dólares, entre 275 y 450 euros-.

Además, debe hacer frente a los sueldos de los miembros civiles y a las necesidades de las familias de los fallecidos o capturados en la guerra. Y los yihadistas tienen que garantizar los servicios mínimos -agua, comida o electricidad- de la población a la que pretenden gobernar. «Su modelo económico es difícil de sostener con sus derrotas y su perdida de ingresos y legitimidad», vaticina la especialista.

es el porcentaje de la producción de trigo en Irak que llegó a controlar el Estado Islámico.

días y una inversión de 210.000 euros era todo lo que necesitaba el EI para sustituir una refinería móvil después de un ataque.

millones de euros necesita el califato cada mes para pagar los salarios de sus combatientes, entre 275 y 450 euros.

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