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MERCEDES GALLEGO
Sábado, 8 de octubre 2016, 01:06
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Las mansiones de Palm Beach, entre las que se cuenta la de Donald Trump, aguantaron impasibles la fuerza huracanada de 'Matthew', que peinó la costa de Florida con furia televisiva. Las autoridades habían declarado de antemano el estado de emergencia en tres estados ante la llegada de este «monstruo», evacuado a cinco millones y medio de personas, y advertido a los reticentes que no habría suficientes «bolsas de cadáveres» si no se marchaban a los albergues. En Estados Unidos no se toman riesgos con la vida humana. En Haití, hace mucho que perdió valor.
Una vez más, las televisiones norteamericanas ponían la histeria y Haití, los muertos. En el país más pobre de Occidente ni siquiera se contaron durante los primeros días. Sus habitantes han aprendido a mirar para el otro lado y a lamentar el aumento del cólera y las cosechas perdidas que deberían alimentar a los vivos. Estaban listas para la recolección. El 80% se ha perdido. El ganado ha perecido en las inundaciones. El agua de mar que ha bañado el interior no dejará crecer ni las malas hierbas. Las aguas negras se han mezclado con los manantiales. Más de 20.000 casas han sido destruidas. La ONU habla de 350.000 en necesidad de asistencia debido a la tormenta en la peor crisis humanitaria desde el apocalíptico terremoto de 2010, según su representante Mourad Wahba.
Y a medida que bajan las aguas sube la cuenta de muertos. Reuters hablaba ayer de 847 y ONG como Heifer International mostraban su preocupación por la violencia rampante de los miserables que se abriría paso entre los escombros. Los saqueadores se habían apresurado ya a esculcar lo poco valioso que encontraron entre las casas destruidas, que también escondían los pocos ahorros de quienes son demasiado pobres para tener cuenta bancaria.
En Florida, por el contrario, la única muerte que a priori se achacaba ayer a 'Matthew' correspondía a una mujer que sufrió un infarto sin que los equipos de emergencia pudieran llegar a tiempo para salvarla debido a los vientos huracanados. A la una de la tarde, hora local, el debilitado huracán pasó por Daytona Beach, donde las cámaras de mostraron una y otra vez la fachada dañada de un hotel Hilton y los periodistas hablaron de cocodrilos huyendo por la interestatal 95.
Riesgo de tornados
'Matthew' había perdonado a los ricos de Palm Beach y a los astronautas de Cabo Cañaveral, pero continuaba subiendo amenazador por la costa de Georgia y Carolina del Norte, donde los meteorólogos trazaban su ruta por Savannah hasta el puerto de Charleston, desde donde volvería al mar.
En ese puerto de esclavos que aún llora la masacre de feligreses en la iglesia afroamericana de Madre Emanuel se esperaba que la marea subiera dos metros, con riesgo de tornados, cuando 'Matthew' tocase tierra esta madrugada. Sus feligreses pedían que para esa hora hubiera bajado la marea y el huracán bajase a categoría 2. Por si acaso, las autoridades habían declarado el toque de queda desde la medianoche hasta las seis de la mañana. No todo era espectáculo mediático. 'Matthew' había dejado a más de cinco millones de personas sin electricidad en Florida, porque a pesar de su condescendencia con el país más rico del mundo entró por la costa con vientos racheados de hasta 200 kilómetros por hora. Las chispas de las plantas eléctricas brillaron en la oscuridad de la noche en Cocoa Beach y produjeron un espectáculo relampagueante sobre los tejados coloniales de San Agustín, la ciudad más antigua de Estados Unidos, que fundó en 1565 el explorador don Pedro Menéndez de Avilés.
El país se sabía perdonado por la naturaleza y agradecía el favor volviendo la vista a Haití, donde el meteorólogo Domenica Davis hablaba de «completa destrucción» de toda la costa sur, desde Les Cayes hasta Tiburon. Los marines habían enviado a sus anfibios con trescientos hombres para ayudar con las tareas y el portaaviones 'USS George Washington' se había unido al barco hospital del 'USS Comfort' y el 'USS Mesa Verde' en las tareas de rescate. Desde sus bases en Honduras el Pentágono ordenó el despegue de nueve helicópteros.
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