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¿Comandante en jefe Trump?

Clinton y el comportamiento escasamente presidencial del candidato republicano logran abrir brecha en su fiabilidad para ocuparse de la seguridad nacional

MERCEDES GALLEGO

Domingo, 7 de agosto 2016, 00:48

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Cuando logró su nominación en la Convención de Filadelfia, Hillary Clinton decía estar rompiendo el techo de cristal que hasta entonces había frenado a las mujeres para llegar a lo más alto del poder. Lo que también quebró la noche en que aceptó el título de candidata presidencial fue la confianza en Donald Trump con una frase lapidaria: «Un hombre al que se puede provocar con un tuit no merece que se le confíen armas nucleares».

El candidato republicano podía haber enterrado la duda con un comportamiento exquisitamente presidencial pero, en los días que siguieron, su conducta errática y su incapacidad para controlar exabruptos han regado la semilla que plantó su rival demócrata en la conciencia del país. Con ella caen también los prejuicios que durante siglos han impedido que las mujeres ocupen los grandes puestos de responsabilidad, acusadas de ser demasiado sensibles para apretar el botón nuclear e inestables para mantener el timón de la seguridad nacional.

Ha hecho falta un candidato tan impredecible como Trump para que los estadounidenses se planteen que una mujer puede defender al país mejor que un hombre. Con todo, en las encuestas de antes de las convenciones Trump seguía ganando a Clinton en el manejo de la economía, la creación de empleo, el terrorismo y la seguridad nacional. La ex primera dama sólo destacaba en aquellos temas tradicionalmente considerados propios de su género: educación y sanidad.

Cuando en 2008 compitió por la nominación frente a Barack Obama, el presentador de Fox Bill O'Reilly preguntó a Marc Rudov, que se considera una autoridad en relaciones de género, cuál sería el problema de tener a una mujer en la Casa Blanca. El experto que asesora a consejeros delegados en temas de 'branding' (procesos para construir una marca), le contestó: «¿Aparte del síndrome premenstrual y los cambios de humor?». Gracias a Donald Trump, el único candidato que en estas elecciones responde a los estereotipos de histerismo e inestabilidad que nadie quiere ver en un comandante en jefe es él mismo.

La carta de género

Clinton contraatacó en aquella campaña redoblando su perfil de dura. Dado el aire conciliador de Obama, destacó su ingenuidad y propuso bombardear Irán. Acabó con un anunció histórico en el que preguntaba a los estadounidenses quién querían que contestase el teléfono a las tres de la madrugada en caso de que estallase una crisis. Esta semana, los Simpson retomaron la idea para caricaturizar al millonario, notablemente narcisista y caprichoso, que en estos dibujos animados, antes de responder a la crisis, toca la campanilla para convocar a su ejército de peluqueros y maquilladores. «¿Que es demasiado tarde porque los soldados chinos ya están avanzado? ¡Pues construye otro muro! Sí, ¡en el océano, idiota!», contesta el personaje ocho horas después.

En el subconsciente de muchos, la carta de género seguirá presente, pero entre los generales y expertos en seguridad nacional que conocen el trabajo de primera mano la idea de ungir a Trump con los más altos poderes del país ha provocado una fuga de duros que se refugian en la candidatura de Clinton. El general de cuatro estrellas Michael Hayden, que sirvió como director de la CIA y de la Agencia de Seguridad Nacional con tres presidentes, advirtió el miércoles de que no hay nada que impida al mandatario desatar un ataque nuclear en pleno arrebato. «El comandante en jefe es el comandante en jefe», insistió. Su primer temor ante un presidente Trump es que «desgarre las relaciones entre el mando militar y el civil, al que tradicionalmente han cedido la toma de decisiones».

EE UU se precia de ser un país en el que el mando militar está sometido al civil, lo que evita la posibilidad de un golpe de Estado, pero el general teme que un presidente «errático, inconsistente e impredecible» ponga a prueba esas relaciones. El único militar que se atrevió a preguntar cómo podía saber que las órdenes que recibía procedían de un presidente «en su sano juicio» fue fulminantemente despedido. Fue en 1973 y el mayor Harold Hering terminó sus días al volante de un camión.

Lo único que separa al presidente de EE UU de un ataque nuclear es la tarjeta de códigos para confirmar su identidad y una llamada al secretario de Defensa para atestiguarla. Que se sepa, sólo uno ha temido que el presidente lanzara el mundo al abismo. Fue Melvin Laird, titular de Defensa de Richard Nixon, que en dos ocasiones evitó cumplir sus órdenes de que se pusieran en alerta fuerzas nucleares para asustar a Moscú. En los días en que aquel presidente abusaba de la bebida durante el 'escándalo Watergate', Laird llegó a instruir al Pentágono para que le derivasen a él cualquier petición del mandatario para atacar.

Toma «malas decisiones»

El ex responsable de la CIA Michael Morell, cuyo trabajo fue durante más de 30 años anticipar los peligros que enfrenta EE UU, advirtió el viernes en las páginas de 'The New York Times' que votará por Clinton, porque Trump «ya está dañando nuestra seguridad nacional», sentenció. Frente a la experiencia de la ex secretaria de Estado con la que se sentó en la 'Situation Room' (sala de crisis) de la Casa Blanca para supervisar el asesinato de Bin Laden, pone en contraste la «evidente necesidad de autoengrandecimiento de Trump, su costumbre de sobrerreaccionar al menor desaire que perciba, su tendencia a tomar malas decisiones a partir de su intuición, su negativa a cambiar de idea cuando se le presenta nueva información, su descuidado manejo de los hechos de forma rutinaria, su incapacidad para escuchar a otros y su falta de respeto de la ley».

Los argumentos para decidir quién será el próximo comandante en jefe son abrumadores. El problema es que los votantes de Trump no responden a la razón, sino a las bajas pasiones. Y, como Homer Simpson después de ver cómo reaccionarían los dos candidatos a la temida llamada de madrugada, cuanto más saben de él, más claro lo tienen: «Votaré por Trump», afirmaba en el episodio de esta semana, para horror de su esposa, Marge. Nueve de cada diez electores dicen haber decidido ya su voto, a tres meses de las elecciones. Y acabadas las primarias, no queda forma alguna de saber si las encuestas reflejan la realidad hasta que los estadounidenses acudan a las urnas el 8 de noviembre.

veces la capacidad de destrucción de la bomba de Hiroshima puede desencadenar en unos minutos el presidente de EE UU con el lanzamiento de hasta 925 cabezas atómicas.

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