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Obama y Clinton quieren renovar el mandato demócrata el 8 de noviembre. :: jim young / reuters
El mundo cuenta con Hillary

El mundo cuenta con Hillary

La primera mujer que aspira a la presidencia de EE UU presenta las elecciones como una lucha por el alma del país, «la hora de la verdad»

MERCEDES GALLEGO

Viernes, 29 de julio 2016, 00:29

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A los 13 años la NASA le dijo que no podría ir a la Luna porque no había mujeres astronautas. A los 60, Barack Obama le arrebató el sueño de ser la primera mujer presidenta, pero ayer, a los 68, le llegó su turno en la historia. Hillary Rodham Clinton tiene ahora la responsabilidad de ganar la Casa Blanca para su partido y para los olvidados de la globalización, que tienden a aferrarse a un clavo ardiendo de pura desesperación. «No hay que rendirse jamás», le decía su madre desde pequeña. «Nunca dejes de trabajar para hacer de este mundo un lugar mejor». Aunque murió a los 92 años, la mujer que más la inspiró no vivió para ver este momento histórico, lo que no impidió que anoche estuviera muy presente en sus palabras.

La acompañaron en el momento más importante de su vida su hija Chelsea, que la presentó en el escenario y, desde el palco, su orgulloso marido, que salda así una deuda de lealtad acumulada durante toda una vida de compromiso social. «Ella no abandona a nadie, no me dejó a mí», confesó el lunes en el mismo escenario. El expresidente también sueña con volver a la Casa Blanca. Dicen que ha añadido una hora a su lectura diaria para aprender sobre la economía mundial, uno de los aspectos en los que espera asesorarla.

Y es que el mundo también cuenta con ella. La vuelta de los Clinton al poder es la única alternativa posible al aislacionismo patriótico y fascista de Donald Trump, que amenaza con desmantelar el orden establecido en dos tuits. Mientras el magnate ya ha advertido que dejará colgados a los aliados que no contribuyan con su cuota de recursos económicos y humanos a la seguridad mundial, Clinton ha dejado clara su lealtad a la OTAN. Su vicepresidente Tim Kaine empezó el jueves su discurso de aceptación recordando que su hijo mayor Nat está de servicio en Europa con los marines «para proteger y defender a los mismos aliados de la OTAN que Donald Trump dice que quiere abandonar».

El temor al excéntrico multimillonario ha agrupado a todo el partido en torno a la exsecretaria de Estado, a la que no le faltan cadáveres en el armario ni correos desaparecidos. Clinton ha dado la primera lección de liderazgo y disciplina en la Convención Demócrata de Filadelfia que terminó ayer, al convertirla en una eficaz arma para aplastar las subversiones, cerrar divisiones y dar una imagen pulida de su candidatura. En contraste con la convención republicana, donde los escándalos y las declaraciones fuera de sitio dominaron el ciclo informativo, los demócratas han marcado el tono cada día hasta cerrar con el tema que se habían propuesto: 'Stronger Together' (Juntos somos más fuertes).

Si los matones de Trump amenazaron en los servicios a los delegados de Ted Cruz que se sublevaron, la campaña de Clinton utilizó técnicas más sutiles. Algunos de los rebeldes de Sanders fueron relevados de la responsabilidad ante los micrófonos, como la delegada de Ohio Nina Turner. A ninguno se le permitió introducir pancartas en la sala. Y a los que interrumpieron el discurso del exdirector de la CIA y exsecretario de Defensa Leon Panetta con eslóganes de «No more wars!» (No más guerras), se les apagó la luz para que no pudieran salir en televisión.

Desde los micrófonos, Kaine alabó al «espectacular senador Bernie Sanders» y conminó a todos los que sienten su calor a que «no se dejen quemar por el otro tipo». Obama, que supo recrear la magia de sus mejores tiempos, también admiró «el compromiso y la dedicación de los seguidores de Sanders», al que ahora necesita para que gane la mujer a la que pasa el testigo. «Si estáis de acuerdo en que hay demasiada desigualdad en nuestra economía y demasiado dinero en nuestra política, necesitamos que seáis tan organizados y persistentes como han sido los seguidores de Bernie Sanders en estas elecciones», conminó.

«Hay que frenar a Trump»

Muchos de los partidarios de Sanders amonestaban ya a sus propios compañeros para evitar que sirvan de vehículo a la victoria de Trump. Significativas figuras de la revolución sanderista, como el cineasta Michael Moore y el exsecretario de Trabajo Robert Reich se habían subido a bordo de su candidatura: «Vosotros y yo sabemos que tenemos que frenar a Trump», escribió el polémico cineasta a sus seguidores.

El gran publirreportaje político de cien millones de dólares cumplió con su misión como una maquinaria bien engrasada que proporcionó récords de audiencia para una convención, con 26 millones de telespectadores durante el primer día, tres más que la de Cleveland. El desfile de estrellas del cine, de la canción y de pesos pesados de la política que le faltó a Trump en la suya escribió cada noche un cartel de lujo.

Tras escuchar la víspera la capacidad oratoria de Obama en defensa de su candidatura, sus asesores contaron que se pasó casi toda la noche despierta retocando el gran discurso de su vida. Se trataba no sólo de defender sus méritos para el cargo, sino de convencer al país de que estas no son unas simples elecciones entre dos partidos políticos o incluso entre dos recetas ideológicas, sino «la hora de la verdad», avanzó su jefe de campaña Robby Mook. «¿Vamos a sucumbir a las poderosas fuerzas que desgarran nuestro tejido social y nos dividen, o vamos a unirnos para resolver estos problemas económicos y sociales?».

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