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El excandidato a presidente por el FPO austriaco y el líder del partido se dan la mano. :: J. KLAMAR / AFP
El populismo atenaza a Europa

El populismo atenaza a Europa

El órdago austríaco se ha salvado, pero el temor al qué pasará en otros países como Francia ha desatado todas las alarmas

ADOLFO LORENTE

Domingo, 29 de mayo 2016, 01:56

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Es tan sencillo de detectar como difícil de combatir. Y más, en una Europa tan aturdida. El populismo se está haciendo hueco a codazos y a una velocidad que ha convulsionado la capital comunitaria. Tanto, que hasta el todopoderoso Banco Central Europeo acaba de alertar de lo peligroso del asunto. ¿Qué hacer? El populismo es ventajista, facilón, demagogo. Pero cuaja. Soluciones mágicas y respuestas simples a problemas complejos. El populismo es aprovecharse de la necesidad de la gente, de sus debilidades, de sus miedos. La sociedad está harta de una elite incapaz de dar soluciones a sus temores, que emanan en gran parte de una crisis económica secular. Y claro, el populismo, ya sea de extrema derecha o de izquierda, ha olido sangre ante la impotencia de los partidos tradicionales. Vean el mapa político comunitario y comprenderán que algo estamos haciendo mal. ¿Cómo salvar a Europa? «Con más Europa», confiesa una alta fuente europea a este periódico. ¿Y cómo hacemos más Europa? «Buena pregunta».

Acudan a un diccionario de sinónimos y junto a Europa verán como la palabra «problemas» se escribe con letras mayúsculas. La última sacudida se produjo en las elecciones presidenciales austríacas celebradas hace una semana. Hubo empate y sólo la lotería de los penaltis evitó que la extrema derecha ultranacionalista encarnada en la FPÖ lograra el poder en uno de los principales países del club de clubes. Los suspiros de alivio sonaron por todo Bruselas.

Pero el problema no es lo sucedido en Austria. El problema es ver que en Holanda, país fundador, el populismo ganó un referéndum clave para la UE sobre Ucrania o comprobar cómo en Alemania el antieuropeísmo defendido por la AfD está calando con tanta fuerza que nadie sabe qué puede pasar en las legislativas de 2017. El problema es ver cómo el populismo británico, liderado por el UKIP y parte de los 'tories', obligaron al 'premier', David Cameron, a poner contra las cuerdas el futuro de la UE con el referéndum del 'Brexit' que se celebrará el 23 de junio. El problema, y ojo con esto, es comprobar cómo la extrema derecha de Marine Le Pen puede gobernar Francia el próximo año. Y si esto sucede...

«Francia va a ser clave en el futuro de Europa. Debe dejar a un lado su tradicional chovinismo y apostar por una mirada más federalista. Frente a potencias como Estados Unidos o China, sólo queda una solución posible: crear más Europa. Mercado interior, unión monetaria, económica, social... Hay mucho por hacer. Y Francia, históricamente, siempre ha tenido esa retórica tan necesaria, la narrativa capaz de convencer a los demás, de saber explicarlo», asegura Miguel Otero, investigador principal de economía política internacional del Real Instituto Elcano.

En Bruselas hay tanto miedo a este fenómeno que nadie sabe muy bien cómo reaccionar. Si quedarse de perfil esperando a que el ciclo económico lo cure todo o coger la sartén por el mango y contraatacar tomando la iniciativa. En los últimos días se ha escuchado de todo a raíz de las elecciones austríacas. El ya tradicional 'no comment' oficial de la Comisión; la arenga en Twitter del comisario de Economía, Pierre Moscovici -«el populismo amenaza y los proeuropeos deben pasar a la ofensiva»- y el incendiario mensaje que el jefe de Gabinete del presidente de la Comisión, Martin Selmayr, puso en las redes sociales diciendo que «merece la pena luchar contra el populismo para evitar un 2017 con Donald Trump, Boris Johnson, Le Pen o Beppe Grillo en Italia». Todos, a su juicio, conforman un «escenario del horror».

La crisis y los refugiados

¿Qué está pasando en Europa? Hay dos grandes 'culpables'. El primero y principal: la crisis económica. Europa no ha sabido gestionar la Gran Recesión dejando en estos interminables ocho años un reguero de empobrecimiento, recortes, desigualdad y paro. Bruselas ha perdido la batalla del relato de cara a una opinión pública hastiada de unas elites que tienen las riendas pero que desconocen qué es la crisis. «La inseguridad entre las clases medias se ha incrementado, así como las incertidumbres sobre el futuro del trabajo», señala Guntram B. Wolff, director del prestigioso think tank Bruegel.

Pero si muchos partidos de la extrema izquierda han sabido jugar con los miedos de la crisis para crecer y vender fórmulas mágicas de dudosa práctica (la rebeldía griega de Alexis Tsipras acabó como acabó por la dureza comunitaria), la extrema derecha se ha beneficiado de la crisis de los refugiados para situarse en el centro de la escena política empleando la retórica del miedo.

Que si vienen a por nuestro trabajo, que si los musulmanes se van a hacer con la Europa cristiana... Y eso cala, sobre todo en los países del Este. Se han hecho tan fuertes dentro del Consejo en temas tan esenciales para los valores europeos como el de los asilados que algunos comienzan incluso a dudar si su adhesión al club fue la mejor decisión.

«Somos europeos a tiempo completo cuando se trata de recibir, mientras que somos europeos a tiempo parcial cuando de lo que se trata es de dar», lamentó en su reciente visita al Vaticano el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker. «Es un error copiar a los populistas porque, en un mundo globalizado, una comunidad de 28 países que representa la mayor potencia del mundo debe defender intereses comunes en vez de estar atenta a sondeos y citas electorales», incidió el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz.

Frente al populismo, más Europa. ¿Y cómo se logra? Evitando, por ejemplo, que el Eurobarómetro desvele que el 57% de los jóvenes de entre 16 y 30 años se siente marginado en su país debido a la crisis económica. En España, el 79%. Así que más Europa, pero también, mejor Europa.

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