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Erdogan participa en un encuentro con los líderes locales en el palacio presidencial de Ankara. :: A. A. / afp
Erdogan fulmina a su primer ministro

Erdogan fulmina a su primer ministro

El presidente turco fuerza la salida del moderado Ahmed Davutoglu, el político que negoció el acuerdo migratorio con la Unión Europea

DAVID LÓPEZ

Viernes, 6 de mayo 2016, 00:53

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A Mustafá Kemal Atatürk, padre de la patria turca, todavía se le considera un héroe nacional, el hombre que, embebido del 'ideal occidental', fundó un Estado independiente y laico, leal a los valores del liberalismo europeo. Recep Tayyip Erdogan, actual presidente de la república, también aspira a escribir su propio capítulo en la historia de su país, confiado en que algún día sus compatriotas mirarán atrás y dirán que con él nació la Turquía del siglo XXI. Sin embargo, cada paso hasta la consecución de su objetivo consolida los cimientos de un régimen autoritario.

El primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, convocó ayer un congreso extraordinario del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), un cónclave que se celebrará el 22 de mayo. La noticia no tendría mayor trascendencia si no fuera porque Davutoglu también avanzó que no volverá a presentarse a la dirección de la formación islamoconservadora. Ese mismo movimiento, esa marcha anticipada antes de consumar la legislatura, le privará de mantener la jefatura del Ejecutivo, pues ambas funciones dependen la una de la otra en el marco de la tradición política turca. Diarios nacionales como Milliyet sugerían que se trata de una «transición democrática suave» para sortear una crisis interna, pero a la principal agrupación opositora, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), no le temblaba el pulso al hablar explícitamente de «un golpe de palacio».

En las últimas semanas han salido a la luz las profundas discrepancias que separaban a Erdogan y al consejero más fiel, el influyente ministro que ocupó la cartera de Exteriores entre 2009 y 2014, año en el que se materializó una sucesión a la rusa, un traspaso de poderes que parecía mirarse en el espejo de Putin y Medvédev. Al 'sultán' no le agradó el protagonismo que su primer ministro adquirió liderando las negociaciones del acuerdo migratorio con Bruselas, ni su firme voluntad de reanudar el diálogo con los rebeldes kurdos. De perfil moderado, Davutoglu se opuso además a las detenciones provisionales de periodistas durante sus juicios. No obstante, la gota que colmó la paciencia de Erdogan fue que su pupilo frenase su ambición de reformar la Constitución para instaurar un sistema presidencial, el sueño de un político que anhela perpetuarse en el cargo para manejar a su antojo todos los asuntos del Estado.

El viernes se produjo la primera señal de una lucha de poder destinada a socavar la autoridad del primer ministro. La instancia dirigente del AKP retiró a Davutoglu la prerrogativa de nombrar a los responsables del partido en las provincias y los distritos. A pesar de la afrenta, ayer optó por la prudencia. «No tengo ningún reproche, no siento cólera, tampoco rencor», declaró. En todo momento evitó el conflicto, la oportunidad de enfrentarse a su antiguo mentor, al que incluso llamó «amigo», aunque no dudó en confirmar que su determinación «no deriva de una decisión personal, sino de un imperativo, de una necesidad». Lejos de exhibir una ética del deber propia de un samurái, Davutoglu esbozaba así una crítica velada a los dirigentes del partido y su inesperada pérdida de confianza. Los mismos que a juicio de muchos analistas han permitido por conveniencia la erosión de las instituciones orquestada por Erdogan, que ya controla el Ejército y el Parlamento.

Contratiempo para Merkel

Lo que debería ser un problema de índole local afecta directamente a la Unión Europea en el contexto de la crisis migratoria, pero también de la amenaza yihadista y la guerra siria. Los portavoces europeos que apreciaban el talante «comedido y razonable» de Davutoglu calificaban ayer de «provocación» la última maniobra de Erdogan.

Durante meses, la canciller Angela Merkel ha hecho todo lo posible por presentar al primer ministro como un socio fiel y flexible al que merecía la pena premiar con una medida excepcional avalada por la Comisión Europea: los turcos ya no necesitarán visado para entrar en la Unión. Esfuerzos que hoy se estrellan contra los muros del palacio de Ankara.

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